Precipitados, como estamos, a una crisis económica que se aventura tan profunda como larga, todo lo que nos dice el Gobierno es que la salida se producirá pronto y en forma de V asimétrica. Ambas perspectivas pueden ser ciertas según como se evalúen. Pronto será cierto si en menos de dos años recuperamos la renta per cápita de 2019, algo imposible de creer. En cuanto a la salida en forma de V, será necesariamente cierta ya que no cabe caer más bajo que en 2020, pero su asimetría, ¿cuántos años durará?

La anterior crisis que protagonizara Zapatero también tuvo forma de V asimétrica: a la caída la salida sumó seis años, y quizás fue incluso pronta, pues aún pudo durar más de no haber perdido el PSOE las elecciones.

Ante la amenaza de la crisis, el Gobierno también prometió en los “aló presidente” -ridícula importación a Europa de la fórmula chavista venezolana– que nadie quedaría atrás. Es de suponer que se refería a las subvenciones públicas a los damnificados de la crisis que aún están por llegar y a la posibilidad de una recuperación económica generadora de puestos de trabajo.

Esta severa crisis va a poner de manifiesto que el modelo de crecimiento excluyente típico de la ideología social-comunista alargará irremediablemente la crisis

En realidad, esta severa crisis va a poner de manifiesto –ya lo está haciendo- que el modelo de crecimiento excluyente típico de la ideología social-comunista alargará irremediablemente la crisis, hasta que el modelo opuesto, más inclusivo, pueda entrar en vigor tras unas nuevas elecciones como ya sucediera anteriormente.

Vivimos, y los políticos podemitas lo expresan sin rubor, una guerra cultural en la que las batallas por el significado de las palabras al servicio de la propaganda política están a la orden del día. Es el caso de la palabra “inclusión” que apropiada por la izquierda política trata de presentarla como la bandera del “no dejar a nadie atrás” en el proceso de crecimiento económico. Sin embargo es pura palabrería al servicio de la demagogia política, ya que la realidad es justamente la contraria, como se puede demostrar empíricamente: cada vez que ha gobernado la izquierda ha dejado más desempleo que el que se encontró: con Felipe González pasó del 17 al 21%, con Zapatero del 10 al 23% y con Sánchez todo indica que sucederá lo mismo.

En realidad las políticas económicas de izquierdas son estrictamente excluyentes: solo benefician a quienes el cártel sindical –carente de representatividad– designa; fundamentalmente los funcionarios -cada vez más y mejor pagados- y los trabajadores de grandes empresas protegidos por convenios sectoriales concebidos para expulsar de los mercados a nuevos competidores con fórmulas innovadoras que puedan desafiar el inmovilista estatus quo. Los jóvenes, los trabajadores menos cualificados, las fórmulas de trabajo a tiempo parcial, etc que permitirían una amplia y flexible inclusión laboral están maltratados por las políticas socialmente excluyentes de la izquierda.

La enorme cantidad de personas que han caído en el precipicio del desempleo lo primero que necesitan es que los muy acomodados prescriptores de la exclusión laboral abandonen sus poltronas

En una economía abierta a la competencia la función empresarial representa la quintaesencia de la inclusión social en tanto que creadora de empleo, que será mayor conforme las políticas social-comunistas no excluyan a nadie del mercado de trabajo.

Es evidente que fijar un salario mínimo por encima del valor de mercado -lo que está dispuesto, subjetivamente, a pagar un consumidor por la producción del trabajador– expulsa necesariamente de la posibilidad de trabajar a todos los que se encuentran en dicha situación; algo que en España es sumamente frecuente en sectores como el turismo, la agricultura y no digamos nuevos trabajos como la emergente mensajería.

En Holanda, un ministro de trabajo de larga trayectoria previa sindical eliminó para siempre el alto desempleo -en todo caso menor que el nuestro– mediante la flexibilización del trabajo a tiempo parcial que dejó de estar sometido a las excluyentes normativas laborales para dejarla al buen juicio –inclusivo- mercantil de los interesados. Mientras que España excluye del mercado laboral al 40,8% de los jóvenes -somos los líderes de la UE – y sólo un 14,2% de los puestos de trabajo es a tiempo parcial, países como Holanda (48,8%), Suiza (38,5%) y Alemania (26,8%) multiplican entre por dos y tres dicha tasa.

¿Alguien puede creer que dichos países con mercados laborales inclusivos maltratan a sus trabajadores mientras que España con sus prácticas excluyentes los benefician?

La enorme cantidad de personas que han caído en el precipicio del desempleo lo primero que necesitan es que los muy acomodados prescriptores de la exclusión laboral abandonen sus poltronas –los líderes de la igualdad siempre viven mejor que quienes dicen defender- y tomen unas largas vacaciones –incluso pagadas– junto con sus excluyentes normativas.

La salida de la sima del desempleo solo será rápida si se dan dos condiciones simultáneas, ambas relacionadas con la libertad: liberar de todo tipo de obstáculos a la función empresarial y suspender las normas excluyentes del mercado laboral. De este modo se daría paso a un crecimiento verdaderamente inclusivo que tanto predica demagógicamente, como hace realmente imposible, la izquierda.

Precipitados, como estamos, a una crisis económica que se aventura tan profunda como larga, todo lo que nos dice el Gobierno es que la salida se producirá pronto y en forma de V asimétrica. Ambas perspectivas pueden ser ciertas según como se evalúen. Pronto será cierto si en menos de dos años recuperamos la renta per cápita de 2019, algo imposible de creer. En cuanto a la salida en forma de V, será necesariamente cierta ya que no cabe caer más bajo que en 2020, pero su asimetría, ¿cuántos años durará?

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