La decisión de Leo Messi (33 años) de abandonar el FC Barcelona fue ayer la noticia más leída a escala global. El jugador argentino era el principal responsable de que las camisetas del Barça se vean en todo el mundo: desde el cruce Shibuya en Tokio a los campos de refugiados sirios del Líbano.
Nadie duda que el de Rosario ha sido (es todavía) el mejor jugador que ha tenido el club catalán, superando a figuras como Johan Cruyff o Diego Armando Maradona. A diferencia de ellos, Messi no era un fichaje, sino un futbolista de la casa: llevaba en el equipo desde los 13 años y le ha dado los mayores éxitos de toda su historia.
Su marcha parece inevitable, a pesar de que la directiva capitaneada por Bartomeu insista en que no contempla que se vaya a otro club. Se irá. Lo que ocurre es que el FC Barcelona va a hacer todo lo posible para rentabilizar una pérdida histórica, aunque ya se veía venir desde hace tiempo. Si por Neymar el Barça cobró 220 millones, ¿cómo no va recibir ni un euro por Messi? Los abogados más astutos pleitearán hasta agotar todos los recursos, a sabiendas de que es imposible que se quede, con el único objetivo de que su pérdida pueda tapar el agujero económico que amenaza la estabilidad del club.
La grandeza del fútbol, la identificación con unos colores, queda así embarrada por una disputa económica en la que las buenas formas han brillado por su ausencia. La despedida por burofax es todo un símbolo.
La marcha -casi segura- del delantero del Barça le quita a la liga española uno de sus principales atractivos. Esta huida de talento -Ronaldo se marchó a la Juve- coincide con el batacazo que va a suponer para el fútbol el impacto del Covid, que dejará esta temporada los estadios vacíos
El negocio del fútbol se parece bastante al negocio del cine, cuando Hollywood era la meca del séptimo arte. Los equipos, como las majors, viven de las estrellas. Y las estrellas generan pasiones, mueven a las masas y son, por lo general, caprichosas: ganan mucho dinero y saben que hacen ganar mucho dinero.
La espantada del delantero más premiado del fútbol mundial llega en el peor momento. No sólo para el Barça, sino para la liga española, conocida hasta no hace mucho como "la mejor liga del mundo". La derrota del equipo azulgrana frente al Bayern (8-2) ha sido el epílogo de una época dorada y tal vez irrepetible. Durante doce años no sólo el Barça y el Madrid han sido los equipos que han reinado en Europa, sino que el fútbol español logró su cenit con una selección que ganó dos títulos europeos y un mundial.
¿Cómo ha sido posible que España -una potencia económica media- haya conseguido ser el país que ha conseguido reinar durante tanto tiempo en el deporte más global? Hay seguramente otros factores, pero el más importante ha sido precisamente la gran rivalidad entre el Real Madrid y el Barça. En el mundo del espectáculo -y este deporte es el mayor espectáculo del mundo- no hay nada más atractivo que el duelo entre dos titanes. En Alemania sólo reina el Bayern. En la Premier League hay mucha más competencia, con cuatro o cinco equipos que pueden ganar títulos. Pero en España, no. Y, además, en los últimos tiempos a ese lucha por el liderazgo se le ha añadido la pimienta política: el independentismo siempre ha querido adueñarse del Camp Nou.
La marcha de Messi pone en evidencia la desastrosa gestión de la actual directiva, pero también la dependencia que ha tenido el equipo catalán de una superestrella durante demasiados años. Lo que Florentino Pérez no le permitió a Ronaldo, Bartomeu se lo ha permitido a Messi. La gestión de egos es lo más complicado de un vestuario de alto nivel. Pero esa es otra cuestión.
Lo importante es que sin Messi o sin Ronaldo la liga española se devalúa. Publicábamos ayer en estas páginas que la Liga Profesional de Fútbol ha generado este año 2.300 millones en derechos. ¿Podrá conseguir el año que viene unas cifras similares? Es más que dudoso.
El adiós de Messi coincide, además, con una situación terrible. El Covid va a privar a los grandes clubes de un porcentaje muy importante de sus ingresos. Seguramente, la temporada 2020-2021 se va a celebrar sin público en las gradas. Para un equipo como el Real Madrid, y algo parecido le sucede al Barça, eso supondrá un recorte de unos 200 millones.
El fútbol no sólo mueve pasiones, sino que genera muchos empleos (unos 200.000 entre directos e indirectos sólo en España), una gran actividad económica y es, nos guste o no, uno de los elementos esenciales de la imagen de un país.
Algunos dirigentes políticos se frotan las manos porque con esta tormenta perfecta los futbolistas van a ganar menos dinero. La cuestión es que, como en el cine, las estrellas son necesarias. Sin ellas no hay negocio. La pregunta que nos debemos hacer todos es si queremos seguir manteniendo algo parecido a la "mejor liga del mundo" o preferimos volver a los tiempos en los que llegar a cuartos en la Champions ya nos parecía un éxito.
La decisión de Leo Messi (33 años) de abandonar el FC Barcelona fue ayer la noticia más leída a escala global. El jugador argentino era el principal responsable de que las camisetas del Barça se vean en todo el mundo: desde el cruce Shibuya en Tokio a los campos de refugiados sirios del Líbano.
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