Pedro Sánchez y su equipo de comunicación suelen hacer muy bien estas cosas, y el acto de este lunes estuvo preparado al milímetro para que el presidente del Gobierno acuda a su entrevista de mañana con Pablo Casado fortalecido por la presencia de lo más granado del Ibex 35 que había sido convocado precisamente para eso, para situarle en mejores condiciones de presionar al líder del PP, no para abordar junto a los representantes de las mayores empresas de España las líneas maestras del plan que nuestro país tiene que presentar ante Bruselas para recibir los fondos que nos han sido destinados, siempre en función de lo que el Gobierno español presente.
No, los representantes del Ibex fueron llamados para otorgar fuerza a la pretensión de Pedro Sánchez de que el PP y todos o casi todos los demás partidos apoyen los Presupuestos Generales del Estado. En eso consiste la "unidad, unidad y unidad" a la que Sánchez apeló una y otra vez en la Casa de América.
En realidad no sabemos lo que opinan estos señores -y una señora- del planteamiento hecho por Pedro Sánchez porque la realidad es que no hizo concreción alguna sobre lo que ya sabíamos desde el mes de julio y que son las grandes líneas sobre las que deberán circular los proyectos que se presenten en Bruselas. Pero nada más.
Resulta, en consecuencia, muy chocante que se reclame apoyo incondicional a un proyecto de nuevos Presupuestos Generales del Estado que a estas alturas es completamente desconocido, pero eso fue lo que hizo el presidente en la mañana de ayer. Y eso es algo que ningún político puede pretender a menos que lo que busque sea endilgar al de enfrente el fracaso de una negociación que ni siquiera se ha iniciado porque se desconocen sus líneas maestras.
Resulta muy chocante que se reclame apoyo incondicional a un proyecto de nuevos Presupuestos Generales del Estado que a estas alturas es completamente desconocido
Sólo dio Pedro Sánchez una pista, pero demasiado leve como para adivinar por dónde va a discurrir la elaboración de los Presupuestos. Dijo que el programa firmado con Podemos, su socio sobrevenido para formar el Gobierno de coalición, "ya no se puede llevar adelante". Punto.
Lo demás lo tenemos que deducir quienes nos dedicamos a interpretar la vida política. Y lo que se deduce de sus seis escuetas palabras, ni una más, es que no se van a abordar las tantas veces anunciadas subidas de impuestos, que no se va a derogar la reforma laboral del gobierno del PP y que tampoco se va a seguir entregando el Gobierno a la orgía gastadora con la que Pablo Iglesias y su partido pretendían justificar y sacar rédito electoral a su presencia en este Gobierno.
Pero para concluir eso tampoco hacía falta que Pedro Sánchez nos lo confesara abiertamente, cosa que aún no ha hecho. Basta con escuchar a Bruselas para saber que todos los miles de millones que Europa ha accedido a librar a España están condicionados a que las cuentas generales del Estado circulen por esos derroteros. Sin Presupuestos, determinados Presupuestos, no cualquier Presupuesto, no habrá el dinero procedente de la UE que es imprescindible para intentar salir adelante como país.
Por eso hubiera sido deseable que esta petición que el presidente del Gobierno hizo ayer ante tan distinguida audiencia la hubiera formulado sobre unas bases ciertas de negociación abierta y en la que hubiera defendido su proyecto presupuestario y reclamado el apoyo de los demás partidos de la oposición, incluido el Partido Popular, en lugar de largarnos esa homilía de corte moral y con aires de arenga del tipo de "Si España quiere, España puede". La verdad es que ha venido reclamar unidad, unidad y unidad sobre la nada más absoluta.
¿Qué nos está diciendo con eso? Claro que España quiere salir de ese agujero negro en el que está cayendo pero hay que saber cómo, sobre qué bases, con qué procedimientos y también con qué socios para esa acción. Y de momento lo único que sabemos es la identidad de su socio de Gobierno, cuyas pretensiones iniciales sí conocemos bien y que no parece que contribuyan a tranquilizar a nadie responsable, empezando por los representantes del Ibex35 presentes ayer en la Casa de América y terminando por el Consejo Europeo y la propia Comisión.
De manera que el hombre que se hizo famoso con aquel "NO es NO, ¿qué parte del NO, no ha entendido señor Rajoy?" repetido una y otra vez, incesantemente, durante 2015 y tras las elecciones de diciembre, lo que forzó unas segundas elecciones en junio de 2016, pero que ahora se ve en la necesidad de recabar apoyos para que España no sólo quiera, sino también pueda, volver a ponerse un día en pie, debería haberse esforzado en preparar el clima de acercamiento que ahora reclama, con gestos tan simples como el de haberse puesto en contacto regularmente con el líder del principal partido de oposición.
Cosa que no ha hecho. El país pide, efectivamente, medidas extraordinarias, pero eso es algo que Pedro Sánchez sabe desde el mes de marzo. Pero fue en febrero la última vez que el presidente recibió al líder del PP. Desde entonces, nada. Esa no es manera de crear el clima que permita salir a continuación reclamando "unidad, unidad y unidad", sino todo lo contrario.
El país pide, efectivamente, medidas extraordinarias, pero eso es algo que Sánchez sabe desde marzo. Pero fue en febrero la última vez que el presidente recibió al líder del PP. Desde entonces, nada
No lo ha puesto fácil el presidente del Gobierno, que se ve abandonado por alguno de sus socios de investidura como ERC, dedicado a la batalla política entre el secesionismo y al que no le conviene ahora cerrar acuerdos con el Gobierno de España. Así que, habiendo dado por definitivamente perdido el apoyo de los independentistas catalanes, Sánchez se lanzó ayer a declarar su "apuesta inquebrantable por la cohesión territorial", dando prueba así de que ha abandonado la esperanza de que Esquerra le ayude a sacar adelante estos Presupuestos imprescindibles.
También por eso ha recurrido a negociar con Ciudadanos, un partido que, si sabe jugar bien sus cartas en estas conversaciones, logrará recuperar una parte de la credibilidad perdida. Queda por saber qué opción le va a ofrecer Sánchez a Podemos para que no pierda definitivamente la cara aceptando unos Presupuestos que deberán ir exactamente en la dirección contraria a la anunciada por el partido morado. Pero tampoco va a rechistar en este punto porque lo que es evidente es que ninguno de los socios puede prescindir de su recíproco apoyo ni de la presencia de ambos en el Gobierno. Tragos amargos le esperan a Pablo Iglesias de aquí a diciembre, pero más cornás da el hambre.
"La legislatura será larga", dijo ayer el presidente. Será larga sólo si consigue aprobar las cuentas generales del Reino, y esa certeza es la que explica el llamamiento, con un punto de dramatismo, que lanzó ayer urbi et orbi. Esos Presupuestos no sólo son la base de la recuperación económica de España, también son la llave de su salvación o de su caída a los infiernos, .
Él sabe que con el PP no va a pactar los Presupuestos pero quiere conseguir acordar principalmente la renovación del CGPJ y el Tribunal Constitucional. El Defensor del Pueblo y la dirección de RTVE le importan mucho menos. Y es verdad que esos dos órganos constitucionales requieren una urgente renovación pero tendrá que admitir el presidente del Gobierno que él ha hecho todo lo posible por convertir el acercamiento entre los líderes de los dos principales partidos políticos de España en una tarea casi imposible.
Por eso no encaja en el recuerdo histórico inmediato su declamación de ayer en favor de una unidad y de "un nuevo clima político" que él ha venido desde hace años empeñándose en sabotear desde aquellos insistentes "no es no" que le hicieron tan famoso.
Pedro Sánchez y su equipo de comunicación suelen hacer muy bien estas cosas, y el acto de este lunes estuvo preparado al milímetro para que el presidente del Gobierno acuda a su entrevista de mañana con Pablo Casado fortalecido por la presencia de lo más granado del Ibex 35 que había sido convocado precisamente para eso, para situarle en mejores condiciones de presionar al líder del PP, no para abordar junto a los representantes de las mayores empresas de España las líneas maestras del plan que nuestro país tiene que presentar ante Bruselas para recibir los fondos que nos han sido destinados, siempre en función de lo que el Gobierno español presente.
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