Manuel Castells es la cuota catalana, la cuota de Colau, la cuota del profesor con lamparón de la tostada, la cuota de Punset y la cuota de Tricicle, todo a la vez. Castells no es un ministro, sino un profesor de Harry Potter filoindepe, abuhardillado, de calcetín al revés, gorro de dormir y palomar de libros, lechuzas y peines que le atacan. Castells es un intelectual que va por la universidad como un osito con corbata, a motorcito de pajarita, con un chucuchú entre el balbuceo y el ronquido, que es a lo que le suena a él la intelectualidad, a chapoteo pensante o durmiente en la bañera o en la clase. Después de estar desaparecido como un arqueólogo de sus escarmenamientos, algunos todavía pretendían que les organizara el curso pandémico en la universidad. Castells ha respondido como los buenos profesores, o sea, que cada uno se apañe como pueda, y luego ha seguido hablando para dentro una cosa como entregriega.
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