Según el gobierno, “la reactivación está en marcha”, algo muy parecido a los “brotes verdes” que preludiaron el último desastre económico. Presentan como noticia algo tan obvio como el hecho de que cuando una economía entra en crisis llega un momento en que solo puede comenzar a recuperarse; con excepciones como el prolongado desastre venezolano.
De momento no aparecen en escena, que se sepa, las peores medidas populistas con las que nos estuvo amenazando el vicepresidente Iglesias, pero todo parece indicar que se consolidarán las ya adoptadas, todas ellas enemigas de una recuperación vigorosa.
Es de sentido común y ampliamente compartido entre los economistas que para que se produzca una recuperación rápida e inclusiva –de empleo– que enmiende la desastrosa –de seis años- que protagonizó Zapatero son necesarias reformas orientadas a liberar a los tejidos productivos de todas las trabas que impiden su más amplio desarrollo. Con las pocas y tímidas que hizo Rajoy fue posible salir del enorme bache anterior y conseguir tres hitos históricos:
- Converger –en vez de divergir como siempre consiguió Zapatero– con la renta per cápita media de la UE, gracias a cifras de crecimiento superiores a las europeas.
- Crear empleo a tasas por encima de las del crecimiento de nuestra economía, practicando así una economía socialmente inclusiva, frente a la economía excluyente que cultivó Zapatero más que duplicando el paro en sus dos mandatos.
- Lograr superávits persistentes de la balanza de pagos, que además de poner de manifiesto una significativa y creciente competitividad ha venido reduciendo la deuda exterior facilitando así la financiación de nuestra economía.
¿Alguien escuchó algún compromiso, preocupación o comentarios sobre estos tres factores fundamentales para nuestro devenir económico en la reciente cumbre -en realidad un insustancial acto social- del gobierno con los grandes empresarios?
Pareciera que lo único que preocupara al gobierno es “cuadrar” –algo imposible- las cuentas públicas al gusto de las autoridades de la UE y esperar a recibir instrucciones acerca de las “reformas” económicas que puedan condicionar sus ayudas financieras.
Mientras tanto seguimos con los últimos presupuestos del PP, con parches siempre puestos para empeorar las cosas que realmente interesan a la nación y que tanto mejoran, por lo contrario, las condiciones de vida de la enormidad de “enchufados” que han encontrado en la política lo que en la vida privada no podrían ni soñar.
Según el presidente del gobierno, “los nuevos presupuestos serán progresistas y no serán excluyentes”, lo que hace temer lo peor. Los presupuestos progresistas son siempre deficitarios y por tanto acumuladores de creciente deuda pública. Son también excluyentes para el empleo, pues siempre que gobiernan los progresistas aumenta indefectiblemente el desempleo.
Los últimos datos de esta semana ponen de relieve que el nivel de paro en España duplica el de la UE y el juvenil lo triplica; es decir, la economía española -en contra de lo que dice el presidente del gobierno- es, de lejos, la mas excluyente de empleo en Europa.
Los medios de comunicación, mientras tanto, con lógicas excepciones, cuando tratan de economía suelen seguir el guion macroeconómico del gobierno –compartiendo o no su contenido– y apenas se ocupan de la microeconomía, que es lo que realmente importa.
Es típico entre quienes tratan de economía desde una óptica política progresista hablar de la necesidad de cambiar de modelo productivo, como si los economistas y los políticos pudieran modelar –pura palabrería– a su gusto la realidad económica, para no depender del turismo y generar más actividades innovadoras.
La economía de libre mercado es el resultado acumulado de infinidad de decisiones económicas basadas en el instinto empresarial, que dependen de las reglas de juego –el marco institucional– que hacen posible que se puedan llevar a cabo. Así que, en vez de sermones carentes de enjundia económica, el presidente del gobierno debiera haber anunciado medidas como:
- Apoyo financiero suficiente y de ágil obtención para evitar el cierre de empresas.
- Erradicación de los plazos de pagos abusivos –los de más de 60 días– de las grandes empresas y las administraciones públicas.
- Rebajas de las cotizaciones empresariales a la seguridad social hasta situarlas en la media de la UE
- Suspensión –al menos durante tres años- del salario mínimo.
- Liberalización del mercado de trabajo a tiempo parcial al estilo de Holanda.
- Supresión de los convenios colectivos –sectoriales y provinciales- que cartelizan la economía dificultando, si no impidiendo, la renovación de las estructuras empresariales.
- Protección al desempleo condicionada a buscar activamente trabajo y aceptar la oferta recibida.
- Dedicar, diligentemente, una parte sustancial de los recursos financieros procedentes de la UE a la financiación de “start-up” de carácter tecnológico innovador. Tal financiación debe cubrir, al menos, los costes salariales de los investigadores pues, de este modo, si fracasa el proyecto empresarial el capital social tecnológico se acrecienta para el futuro.
- Disminuir los impuestos al trabajo y el ahorro, y a cambio de subir los del consumo y las tasas –las autovías gratis de España son un caso único en el mundo–.
- Eliminación de trabas al crecimiento de la dimensión empresarial.
- Implantación de la regla anglo-norteamericana: “one-in, two-out” en todos los ámbitos administrativos, por la que cualquier nueva norma antes de entrar en vigor debe dejar en suspenso otras dos.
Con todo ello España podría estar esperanzada en un futuro próximo mucho mejor que el que se adivina con la inacción y las previas malas acciones del gobierno.
Sabemos a ciencia cierta que las medidas aquí propuestas son generadoras de actividad económica y sobre todo de empleo y que como todas las liberalizaciones de la economía dan resultados positivos tanto a corto como a largo plazo; y sin embargo, no solo el gobierno –sin propósito de enmienda– las elude, también los medios de comunicación y una sociedad civil adormecida… como si el futuro no estuviera, responsablemente, en nuestras manos.
Según el gobierno, “la reactivación está en marcha”, algo muy parecido a los “brotes verdes” que preludiaron el último desastre económico. Presentan como noticia algo tan obvio como el hecho de que cuando una economía entra en crisis llega un momento en que solo puede comenzar a recuperarse; con excepciones como el prolongado desastre venezolano.
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