Madrid gusta por tradición del gobierno de mujeres con carácter, que pisen fuerte y marquen estilo propio. Así fue con Esperanza Aguirre, Manuela Carmena o Cristina Cifuentes, y así es con Isabel Díaz Ayuso. No le perdonan que habiendo ganado el PSOE gobierne ella y que no lo haga pidiendo perdón, sino pidiendo paso. Es la pieza mayor a batir entre la izquierda política y mediática de nuestro país.
Es cierto que en ocasiones ha abusado de los gestos, del victimismo, y que ella misma se ha puesto en el centro de la diana, justo al contrario que el alcalde Almeida. Pero también lo es que los ataques constantes y furibundos contra su persona no han cesado ni un solo día desde que ocupó el cargo. Si fuese mujer de la izquierda se hablaría de acoso de la caverna mediática, de machismo en las críticas, de misoginia a la mujer que representa.
En ningún país europeo el presidente del Gobierno, su vicepresidente y el director del Centro de Coordinación de Emergencias Sanitarias, acusa a su capital de ser la principal culpable de la pandemia. En ninguno, la comunidad vecina de la capital y que depende económicamente de ella, le acusa de ser “la bomba radioactiva vírica” como ha hecho el presidente García-Page para tapar sus propias vergüenzas y su mala gestión de la pandemia. Solo un dato, según el Instituto Nacional de Estadística, la comunidad de Castilla–La Mancha en esta segunda oleada de contagios registra 14,56 fallecidos por cada 100.000 habitantes, la Comunidad de Madrid, solo 1,01 fallecidos.
En Madrid solo el 14% de las camas están ocupadas por Covid y el 17% de los que acuden a hacerse la prueba dan positivo.
Claro que registra más contagios que el resto de España, porque se realizan más de 25.000 PCR diarias. Hay otras Comunidades Autónomas que, para no dar tantos positivos, simplemente hacen muchas menos pruebas y esconden los datos.
Haga lo que haga Díaz Ayuso la van a atacar. Si reparte millones de mascarillas, eran demasiado buenas para regalarlas, si construye un nuevo Hospital contra pandemias lo califican de “cortina de humo y ocurrencia”, pero cuando Torra anuncia lo mismo en Cataluña lo aplauden, si se aísla en una habitación de hotel para no contagiar a los suyos y seguir trabajando, es que le regalaron la estancia a cambio de favores. Siempre en el punto de mira, siempre la pieza a batir.
El mayor peligro al que nos enfrentamos en esta pandemia además del virus, es el olvido. Ninguna dimisión en el Gobierno tras ser el país con más enfermos, más muertos y más sanitarios contagiados, tiene este efecto. Se extiende la sensación de que no se pudo hacer nada más de lo que se hizo, que se actuó tarde, igual que hicieron el resto de países europeos. Y esto no es cierto. Si el Gobierno de Sánchez asumió el mando central de la pandemia, nunca deberíamos olvidar los casi 30.000 ancianos que murieron solos en las residencias por falta de previsión, de medios y de protocolos de actuación. Los 52.000 mil sanitarios contagiados por falta de material de protección, casi 80 perdieron la vida por ello. Los millones de euros públicos pagados a empresas sin experiencia, ni sede social conocida, en extraños acuerdos sin concurso para conseguir material sanitario cuando ya era tarde y a cualquier precio. Las negativas de Salvador Illa para comprar material de prevención cuando se lo ofreció la Unión Europea meses antes. La actitud una y otra vez de Fernando Simón en reuniones internacionales asegurando que el virus apenas tendría incidencia en España. Incluso, la falta de planes y protocolos de actuación para evitar la catástrofe económica que vivimos este verano y sufriremos este otoño.
Lo siento, pero Isabel Díaz Ayuso no es la culpable de este desastre, lo es el Gobierno Central que el 2 de marzo seguía prohibiendo a las Comunidades Autónomas comprar material sanitario porque ellos lo iban a coordinaban todo. Díaz Ayuso al menos supo reaccionar rápido y coger las riendas de su Comunidad sin esperar las ayudas de Moncloa.
El acoso a Díaz Ayuso esta orquestado desde PSOE y Podemos con el apoyo de sus medios afines de prensa, radio y televisión, en un intento antidemocrático de socavar su imagen para que no siga creciendo su figura política.
Antes de la pandemia muchos no la conocían en la Comunidad de Madrid, hoy todos saben quién es y cómo trabaja la presidenta de la Comunidad. Les guste o no.
Madrid gusta por tradición del gobierno de mujeres con carácter, que pisen fuerte y marquen estilo propio. Así fue con Esperanza Aguirre, Manuela Carmena o Cristina Cifuentes, y así es con Isabel Díaz Ayuso. No le perdonan que habiendo ganado el PSOE gobierne ella y que no lo haga pidiendo perdón, sino pidiendo paso. Es la pieza mayor a batir entre la izquierda política y mediática de nuestro país.
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