España no necesita Gobierno (el Gobierno puede desaparecer entero en el verano de la peste igual que en un minigolf de pitufos) pero sí necesita un presupuesto. En realidad, el presupuesto es sólo la tranquilidad de Sánchez, la tarea pesada que luego le permitirá volver a descansar al lado del botijo con plato mientras las culpas serán para Ayuso o para los camareros malajes. Los presupuestos ni siquiera son todavía números ni planos para la reconstrucción o la recuperación. De momento, sólo son una invocación a la que hay que adherirse, que requiere profesión de fe, vasallaje o palanganaje, como si a Sánchez le besaran su Excalibur o la punta de su zapato afiladísimo con contera de espada.
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