Los abogados y los contables lo saben todo y por eso son propensos a los resbalones, a los accidentes y a despertarse junto a una puta muerta con pupila de canica resquebrajada. Calvente, abogado algo triste y temblón como todos los abogados sin mafia, ha denunciado ante el juez del caso Dina que lo acosa la “kale borroka” de Podemos y que teme por él y por su familia. Dicen las crónicas que se ha “derrumbado”, como por un electroshock de miedo o de verdad. Uno se imagina a Calvente antes de declarar, ahí en un motel, protegido por un par de federales con pinta de empleados de la Coca-Cola, mientras le sobresaltan los pestillos y los frenazos. Pero resulta que esto ocurre en la España del Gobierno de progreso y que los que dejan pescado en el buzón y advertencias a través del gato son sus heraldos de la democracia.
Estamos poniendo aquí a Calvente como un abogado de novela negra, con la sombra de su perchero sugiriéndonos una horca, cuando lo que ocurre es que Podemos ha instaurado la verdadera democracia incluso para la literatura mafiosa. Quiero decir que Podemos les aplica a sus chivatos la pura democracia, la pura libertad de expresión y hasta el puro feminismo, como lo ha aplicado a todo.
El PP, por ejemplo, tenía que poner a gente con gabardina y farola y agujeros en el periódico para vigilar a Bárcenas, como si lo vigilara Gila. El PP es antiguo hasta para la corrupción, con cajas fuertes de Houdini y tesoreros con cubrebotas y guardias de cine mudo contratados tras la esquina. Lo del PP era hasta romántico, y por eso lo que le vuelve ahora a Rajoy es una corrupción volvoreta y morriñera, como un poemita con hoja seca. Sin embargo, Podemos sólo tiene pura democracia para asustar o para llenar los cajones.
El PP es antiguo hasta para la corrupción, con cajas fuertes de Houdini y tesoreros con cubrebotas y guardias de cine mudo
Podemos no amenaza, sino que deja oír el vozarrón del pueblo, que viene con rabia y hoces. Igual que se expresa libremente contra un rey pulpo y escopetero, el pueblo se expresa contra un traidor, un enemigo de la clase como este abogado. Y no sé si las amenazas a Calvente serán en forma de rap, en cuyo caso además estarían amparadas por la libertad artística. Con razón Calvente lo ha llamado kale borroka, cosa que para Podemos es sólo la democracia equilibrando con piedras y cohetes verbeneros la injusticia contra toda una nación. El caso es que eso sí que tiene fuerza, el pueblo enladrillándote el día con una bomba de olla exprés o con un escrache tomatero o con mensajitos con balas, mucho más que Villarejo con ronquera de puticlub.
Contra Calvente no sólo se han plantado los de abajo, la democracia real y efervescente que las cloacas intentan frenar, sino también el feminismo, la lucha desbragada contra el heteropatriarcado. Podemos no necesita templar al chivato o al rebotado con una cabeza de caballo, que asusta sólo como un balancín feo, ni sacándole una foto con un travesti disfrazado de Heidi, cosas además nada animalistas y muy transfóbicas. No. Podemos le pone una querella por acoso sexual, pura justicia histórica, porque todo varón es culpable, por acción, omisión o complicidad, de esa estructura de poder que somete a la mujer. La justicia del Régimen terminó archivando la causa, pero ahí quedaba de nuevo la pura fuerza de la democracia.
José Manuel Calvente, el abogado expulsado de Podemos tras denunciar irregularidades en el partido, ha denunciado durante su declaración como […]Podemos ha desterrado la corrupción, la amenaza, la violencia, el delito, la injusticia, el totalitarismo, la impunidad, la arbitrariedad, el cesarismo y hasta la estupidez. Y lo ha conseguido sin más que llamarlo democracia. Al menos, a lo suyo. La democracia ya no se define formalmente, con requisitos y condiciones, sino como mero atributo podemita. Así, puede ser antidemocrático un juez que tenga bigote y muy democrática la abolición de todas las leyes por un club de amigos, como en Cataluña. Puede ser democrático incluso un pescado colgando de un gancho en el perchero de un abogado, con sombra de ahorcado. Ésta es la gran estafa intelectual de Podemos.
Podemos puede ser sospechoso por sus contratos, por el cuento de Caperucita de Dina o por su caja de meter la mano más o menos solidariamente. Pero lo más revelador es que cualquiera que se les oponga (la prensa, la ley, un juez que escuche a Rafael o un abogado poco sumiso) sea inmediatamente enemigo de la democracia y justifique igual la “cancelación” que la violencia.
Ahí está la violencia, en el escrache bíblico, en el abrazo de bailarín con el siniestro Otegi, en el golpista que es “preso político”, en las leyes abolidas a gritos o a pedradas
Si se fijan, las reacciones de Podemos suelen contener violencia. Las ideas de fuerza y dominación y exclusión siempre están ahí, en el pueblo como multitud aplastadora, en el colectivo como sustituto avasallador del individuo, en la tarea siempre pendiente de una demolición o una revancha. Y es la violencia, no la falsedad o la locura de unas ideas, lo que define al fanatismo.
Ahí está la violencia, en el escrache bíblico, en el abrazo de bailarín con el siniestro Otegi, en el golpista que es “preso político”, en las leyes abolidas a gritos o a pedradas, en el concejal pijillo o el intelectual afrancesado expulsados de la sociedad por fachas, en el juez acosado como un amish, en el abogado delator muerto de miedo. Calvente se derrumbó, han descrito, cosa que significa que lo doblegaron la verdad o el miedo. O las dos cosas. Calvente no está en un motel de Nueva Jersey, sino en la España de la nueva normalidad.
Los abogados y los contables lo saben todo y por eso son propensos a los resbalones, a los accidentes y a despertarse junto a una puta muerta con pupila de canica resquebrajada. Calvente, abogado algo triste y temblón como todos los abogados sin mafia, ha denunciado ante el juez del caso Dina que lo acosa la “kale borroka” de Podemos y que teme por él y por su familia. Dicen las crónicas que se ha “derrumbado”, como por un electroshock de miedo o de verdad. Uno se imagina a Calvente antes de declarar, ahí en un motel, protegido por un par de federales con pinta de empleados de la Coca-Cola, mientras le sobresaltan los pestillos y los frenazos. Pero resulta que esto ocurre en la España del Gobierno de progreso y que los que dejan pescado en el buzón y advertencias a través del gato son sus heraldos de la democracia.