El informe del Banco de España sobre la evolución y perspectivas de la economía española viene a confirmar el sombrío panorama que dibujó la previsión que hizo pública la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas) el pasado martes.
Los servicios de estudios probablemente más reputados del país coinciden en situar la caída del PIB para este año en el entorno del 12%. El Banco de España da un 12,6 en el escenario pesimista -aunque no descarta otros más sombríos-, mientras que Funcas lo rebaja al 13%.
La caída es superior a la que se preveía hace un par de meses, cuando se respiraba cierto optimismo respecto al avance en la batalla contra el coronavirus. Entonces se apostaba por una caída del 10%. Ahora el vaticinio es bastante peor, porque el repunte que se apreció a partir de junio se ha desinflado en agosto y en lo que va de septiembre. Sólo en el sector turístico -según Funcas- se han perdido este año 25.000 millones de euros.
Esa caída de la actividad llevará a unas cifras de paro que el Banco de España estima para este año en el 18,6% y Funcas, que incluye como parados a unos 300.000 trabajadores que seguirán en ERTE en diciembre, lo eleva hasta el 21% de la población activa.
Lo que debería preocuparnos de estos datos no es sólo el volumen de la caída de actividad y, por tanto, de riqueza, que alcanza cifras récord, sino la divergencia que se está produciendo entre España y la media de los países de la Unión Europea. Mientras que el PIB cayó en España el 18,5% en el segundo trimestre, en Francia o Italia cayó un 13%. En Alemania, Austria o Países Bajos, la caída se quedó en el 10%. El desplome esperado para 2020 en el conjunto de la UE, según el Banco de España, es del 8%, mientras que España caerá entre cuatro o cinco puntos más.
¿Por qué se produce esta divergencia entre España y sus socios comunitarios? Una explicación facilona es recurrir a la caída del turismo. Es cierto que la debacle del turismo ha influido más en España que en Alemania, pero Francia o Italia también son países que reciben millones de turistas y no se han visto tan afectados como España.
Los malos datos económicos van en paralelo a la desastrosa gestión del coronavirus. Los países que mejor lo están haciendo en la UE son los que tienen mejor gobernanza. Algo que debería sonrojar a nuestros políticos
El análisis de la caída de la actividad no se puede separar de la gestión de la pandemia. Si en el primer y el segundo trimestre de este año España cayo más porque sus medidas de confinamiento fueron más duras que en el conjunto de la UE, lo que ha sucedido en el tercer trimestre es que el descontrol ha sido mucho mayor que en los países de nuestro entorno. De tal manera que si la gráfica de contagios nos sitúa a la cabeza de Europa, la gráfica del PIB nos coloca en el vagón de cola continental.
La economía siempre tiene que ver con la gestión política, pero cuando se produce, además, una situación de crisis sanitaria como la que estamos viviendo el factor político pesa aún mucho más como factor decisorio. La desconfianza, por ejemplo, que es mayor en España que en la media de la UE, está relacionada con la esperanza que tienen los ciudadanos y las empresas en que la situación mejore. Aquí está bajo mínimos. Otro dato a tener en cuenta, el ahorro de las familias españolas, ha alcanzado el récord de toda la serie histórica, según Funcas, situándose en el 17% de la renta disponible. Los ciudadanos no se gastan el dinero porque piensan que las cosas pueden ir a peor. Eso redunda en una caída del consumo, que agudiza la bajada de la actividad económica que está directamente relacionada con el Covid.
No hay como someter a un sistema a una situación de estrés para ver cuáles son sus puntos débiles. A diferencia de lo que ha sucedido en nuestros países vecinos, en España se ha visualizado el disloque que supone tener cedidas a las Comunidades Autónomas las prestaciones sanitarias o la educación. Decir eso es políticamente incorrecto, pero es la verdad.
Pero aún es más grave el hecho de que los grandes partidos hayan sido incapaces de llegar a acuerdos para la gestión de la crisis sanitaria y para la elaboración de los presupuestos. Mientras que en otros países ya tienen encarriladas sus cuentas públicas, aquí todavía no sabemos si vamos a tener presupuesto o no para 2021. Nadie sabe cuáles son las cifras que maneja el Gobierno y, desde luego, cuando el vicepresidente del gobierno, Pablo Iglesias, se reúne con los representantes de ERC o de Bildu seguro que hablarán de todo -mesa de negociación, acercamiento de presos, etc.-, menos del presupuesto. En lugar de dedicar tiempo a elaborar unas cuentas que serán probablemente las más difíciles de nuestra democracia, el gobierno aprueba una ley de Memoria Democrática que apenas contiene diferencias efectivas respecto a la ley de Memoria Histórica de 2007, pero que vuelve a abrir el debate sobre si la derecha es o no franquista.
Si miramos lo que sucede con la gestión de la pandemia y con la evolución de la economía en Europa, podemos sacar una conclusión muy clara: los países que mejor lo están haciendo son los que tienen una mejor gobernanza. Eso debería sonrojar a nuestra clase política, que siempre busca explicaciones a los problemas en fenómenos que no tienen nada que ver con ellos.
Los datos macroeconómicos son de difícil gestión para la mayoría de los mortales. Incluso muchos economistas se pierden en las centésimas sin llegar a lo importante: ¿cómo nos afecta en nuestra vida diaria?
El gobierno está sembrando la teoría -el relato, se dice ahora- de que las ayudas del Fondo de Recuperación Europeo será como el maná que aliviará nuestras pesadumbres. No habrá divergencia, sino todo lo contrario. Siento echarles un jarro de agua fría a esos falsos augurios: lo que recibirá España en 2021 serán apenas 14.000 millones de euros. Eso si el gobierno no se duerme en los laureles y presenta en tiempo y forma planes fiables y rigurosos que justifiquen esa aportación.
Siento echarles un jarro de agua fría a esos falsos augurios: lo que recibirá España en 2021 serán apenas 14.000 millones de euros. Eso si el gobierno no se duerme en los laureles y presenta en tiempo y forma planes fiables y rigurosos que justifiquen esa aportación
Para situar esa cifra en su justo término voy a compararla con otras dos: la recaudación de impuestos ha caído este año en 72.000 millones y el gasto público ha aumentado en 26.000 millones. Por tanto, lo que recibirá España ayudará sí, pero sólo será un pequeño empujón que no servirá de mucho si no nos ponemos las pilas.
El Banco de España ha aportado en su último informe un término que me gusta: "Huellas persistentes". No es el nombre de ningún grupo rapero, sino la descripción de una situación a la que nos vamos a ver abocados. Se trata de la desaparición del tejido productivo que se produce cuando hay una recesión brutal, que es lo que estamos viviendo. La recuperación de ese tejido productivo -es decir, de las empresas que desaparecen- tarda mucho más en producirse que el tiempo que se emplea en su destrucción. Eso hace que ni el Banco de España ni Funcas atisben una recuperación del nivel de riqueza pre Covid al menos hasta finales de 2023.
A algunos de nuestros líderes políticos el déficit público les parece hasta bonito. Creen que no pasa nada por gastar y no ingresar. Pero se equivocan, porque, tarde o temprano, pasa factura. El desequilibrio entre ingresos y gastos en España alcanzará el 12,1% del PIB, según coinciden el Banco de España y Funcas. A pesar de la recuperación que se producirá en 2021, el déficit se situará el año que viene en torno al 8%, con una deuda pública ¡¡cercana al 120% del PIB!!.
Cada vez que sube el déficit, sube la deuda, que hay que financiar en los mercados, lo que resta margen en los presupuestos para otro tipo de gastos, como las pensiones.
Pero no sólo es que el Estado está pagando cada vez más gastos financieros, dinero que no va a mejorar prestaciones sociales o a inversiones, sino que a partir de 2022 Bruselas va a volver a poner coto al déficit en los países de la UE. Quien piense que Alemania, Holanda, Francia o Austria van a permitir que el disloque en el gasto campe por sus respetos en España -como quiere Pablo Iglesias- se equivocan de medio a medio.
Si España no hace un esfuerzo por equilibrar sus cuentas, con lo que se va a encontrar el gobierno de Pedro Sánchez de aquí dos años es que va a tener que hacer duros recortes para cumplir con las exigencias comunitarias. Pero, ya se sabe, aquí dos años parecen dos siglos. ¡Quién se va a preocupar de eso ahora! Cuando llegue el momento, ya se verá.
El informe del Banco de España sobre la evolución y perspectivas de la economía española viene a confirmar el sombrío panorama que dibujó la previsión que hizo pública la Fundación de Cajas de Ahorro (Funcas) el pasado martes.
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