Cuando se echa un pulso, sobre todo si éste es de envergadura, hay que tener la precaución de tener preparados los recursos para aguantar y vencer a la respuesta del adversario retado. Y esto es exactamente lo que no ha hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid.
Hay que recordar que Isabel Díaz Ayuso se convirtió durante la primera oleada de la pandemia en constante y tenaz azote del Gobierno por lo que consideraba que era una pésima gestión de Pedro Sánchez. Es más, desde la dirección del PP se invistió a la presidenta madrileña con el aura de la alternativa. Ella fue elegida por Génova como el ejemplo y la demostración de que se podía gobernar de otra forma y con éxito frente al modelo de la izquierda personalizado en el líder del PSOE . Era Isabel Díaz Ayuso, mucho más que el gallego Alberto Núñez Feijóo, la imagen de lo que podría llegar a ser en el futuro un gobierno presidido por Pablo Casado. El de Madrid era el escaparate del PP, su niña bonita.
Ayuso tenía que haberse dejado las pestañas en prevenir lo que ahora está padeciendo. No digo que su gobierno no se haya esforzado, digo que se ha esforzado mal"
Por eso se explica en parte la beligerancia de Ayuso contra el presidente del Gobierno y la seguridad con la que le retaba en tantas ocasiones como le era posible. Esto, que fue evidente ya en los primeros meses del gobierno de coalición, se intensificó extraordinariamente cuando el país empezó a ser gravemente golpeado por la pandemia. Y después, cuando se iban repitiendo las peticiones de Sánchez para que el Congreso votara a favor de las sucesivas prórrogas del estado de alarma, ya se convirtió en una machacona presión constante al presidente para que devolviera las competencias sanitarias a las comunidades autónomas. Ella insistía en que la dejaran sola para resolver la pandemia con sus propias fuerzas.
Pues toma del frasco, Carrasco. El Gobierno dio no uno, sino muchos pasos atrás y dejó a los presidentes autonómicos solos ante el peligro. Independientemente de las críticas que se le puedan hacer a Sánchez por haberse desentendido literalmente de cualquier responsabilidad, lo cual no se le puede permitir a un presidente del Gobierno de un país, como es hoy España, zarandeado sin piedad por esta pandemia arrasadora, lo cierto es que Quim Torra, Iñigo Urkullu e Isabel Diaz Ayuso consiguieron finalmente lo que venían reclamando con tanta insistencia.
Pero, ay amigo, ella tenía que haberse dejado las pestañas en prevenir lo que ahora está padeciendo y no lo hizo. No digo que su gobierno no se haya esforzado, digo que se ha esforzado mal. Durante los meses de julio y agosto la presidenta de Madrid tenía que haber previsto lo que ahora desgraciadamente se constata: que el virus no había sido derrotado, que podía volver y extenderse de nuevo por la comunidad y que en determinados barrios de la capital las condiciones de vida de sus habitantes eran el caldo de cultivo perfecto para acabar convirtiendo a Madrid en lo que el presidente castellano-manchego calificó como una "bomba radioactiva".
Y tiene razón el señor García-Page porque Madrid no es una comunidad más, es el centro neurálgico del país en términos de comunicaciones y de actividad financiera, un lugar al que viajan cada día decenas de miles de personas y el lugar al que acuden a trabajar cientos de miles de habitantes que viven en las comunidades limítrofes.
Los peores augurios se han cumplido y los datos que se conocen hoy hablan de un fracaso sin paliativos en la gestión de la pandemia. No hay suficiente personal sanitario; no se ha contratado y formado a tiempo al suficiente número de rastreadores; los servicios de Atención Primaria están colapsados y superados por la afluencia de pacientes con Covid o con otras patologías y simplemente con el susto en el cuerpo y la pretensión de que se les haga un test para saber si son o no positivos; los hospitales están viendo ya como muy cercana la saturación de las camas de UCI y en los barrios del sur la incidencia del virus avanza en progresión geométrica y alcanzará pronto dimensiones inasumibles e imparables .
El argumento de que en los barrios más humildes de la capital la población vive en condiciones incompatibles con las obligadas medidas higiénicas de seguridad no es excusa. ¿O es que se acaban de enterar de eso en la sede del Gobierno autonómico? Tampoco es ninguna novedad que en esos barrios viven muchos ciudadanos, también inmigrantes ilegales o no, pero que son personas, como tantos otros madrileños, que comen gracias a lo que ganan día a día y que, por lo tanto, no se pueden permitir el lujo de guardar una cuarentena. Primero, porque si lo hicieran así no comerían ni ellos ni sus familias. Y segundo, porque la posibilidad de aislarse del resto de los habitantes de la casa es una fantasía inalcanzable cuando lo que pasa es que la mayor parte de ellos vive hacinada en espacios mínimos.
A la hora de afrontar el problema, Ayuso ha fracasado. Y ahí la estaba esperando el Gobierno, a que pidiera árnica"
Todo eso lo saben de siempre la presidenta y sus consejeros. Deberían haberse preparado durante el verano para enfrentar con alguna mínima eficacia a un escenario como el que tenemos hoy y que era previsible por cualquiera a pocos conocimientos técnicos que tuviera para examinar la realidad social de la Comunidad, especialmente de la ciudad de Madrid.
Se le ha estado calentado la boca en exceso durante todos estos meses a la presidenta Díaz Ayuso pero resulta que, llegada la hora de afrontar el problema, ha fracasado. Y ahí estaba esperándola el Gobierno, esperando a que pidiera árnica, cosa que sucedió ayer mismo.
El vicepresidente madrileño lo reconoció abiertamente: "Hoy desde la humildad tengo que trasladar que la situación en la Comunidad no va bien". Ignacio Aguado añadió algo muy relevante: "Es necesario que el Gobierno de España se implique de forma contundente en el control de la pandemia en Madrid [...] Necesitamos salir fuertes de esta situación y la única forma de salir fuertes es hacerlo unidos". Cualquiera diría que estaba repitiendo adrede una de las intervenciones de Sánchez en el Congreso de los Diputados porque aquello era, palabra por palabra, un calco del habitual discurso del presidente del Gobierno.
La vicepresidenta Carmen Calvo se recreó en la faena inmediatamente después diciendo que el Ejecutivo había estado "siempre" ocupándose de los problemas de las comunidades. Pero remató la suerte explicando que si desde el Gobierno no se intervenía más era para que luego no pudieran volver a hacerle reproches como éstos: "No me invada mis competencias, no me atosigue, no me imponga una dictadura constitucional, levante el estado de alarma que yo puedo, si no hubiera estado de alarma yo lo habría hecho mejor".
Y ha sido entonces, con la víctima de su propia falta de cálculo sobre sus auténticos posibilidades de bailar sola entre los cocodrilos, es decir, con la presidenta de la Comunidad de Madrid a punto de caer mortal y definitivamente herida en esta batalla contra el coronavirus, cuando ha hecho acto de presencia Pedro Sanchez "el Magnánimo".
El presidente del Gobierno le ha mandado una carta a Isabel Díaz Ayuso en la que le tiende la mano. La carta es una pieza maestra: "A la vista de la evolución que sigue la pandemia en la Comunidad que presides, considero capital reforzar los mecanismos de cogobernanza para complementar los esfuerzos y medios que ya viene desplegando tu gobierno. Desearía tener oportunidad de estudiar conjuntamente el modo de reforzar estos esfuerzos y medios que pueda aportar el Gobierno de la nación con el fin de superar cuanto antes los momentos críticos que atraviesa la región en beneficio de sus ciudadanos". Y remata: "Para que pudiéramos abordar in situ estos asuntos estaré encantado de desplazarme a las dependencias de la presidencia regional de la Comunidad de Madrid".
Sánchez es el que va a acudir a la sede del gobierno madrileño y no Ayuso la que vaya a La Moncloa. Es una operación de imagen imbatible"
No se puede hacer mejor, políticamente hablando, claro está. Ha dejado que la alarma se extienda por todo Madrid, por las comunidades limítrofes y afecte negativamente a la imagen de España entera por la situación en que se encuentra la capital de la nación. Le ha recordado a Díaz Ayuso su insolencia exigente para reclamar que la dejaran actuar sola. Y ha esperado a que desde el gobierno de la Comunidad se le pidiera "humildemente" ayuda.
Entonces aparece él y no sólo se ofrece a ayudar y a estudiar conjuntamente con Ayuso los problemas específicos de la comunidad sino que, en una operación de imagen imbatible, es él el que va a ir a la sede del gobierno madrileño y no ella la que tenga que acudir a La Moncloa.
Sánchez les ha ganado la partida por goleada. A Ayuso y a Casado. Se acabó la imagen de gobierno eficaz aplicando recetas liberales y bajadas de impuestos como muestra de lo que podría ser en el futuro la gestión nacional a cargo del PP. De momento, la presidenta ha fracasado en su primera y más difícil batalla y a saber cuando se sobrepone a la humillación política del cazador cazado.
Ahora queda por ver si la ayuda del Gobierno logra frenar aunque sea en parte el avance imparable del virus en la Comunidad de Madrid. Porque la partida política es una cosa y otra muy distinta es la partida sanitaria y aquí ninguno de los contendientes puede exhibir el más mínimo logro sino todo lo contrario: estamos ante la suma de dos fracasos estrepitosos. Y no se despachan con frecuencia los milagros en esta época descreída.
Cuando se echa un pulso, sobre todo si éste es de envergadura, hay que tener la precaución de tener preparados los recursos para aguantar y vencer a la respuesta del adversario retado. Y esto es exactamente lo que no ha hecho la presidenta de la Comunidad de Madrid.
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