Es un auténtico escándalo. Pero han calculado mal los tiempos y se les ha visto demasiado pronto para sus propósitos la brutalmente sucia jugada que se traían entre manos. Hablo de lo que le tenían preparado en comandita el PSOE y el Gobierno a la presidenta de la Comunidad de Madrid y a sus consejeros.
Recordemos que Pedro Sánchez declaró anteayer a La Sexta que acudiría a su entrevista con Isabel Díaz Ayuso con la intención de su Gobierno de "ayudar" y en ninguno caso a "tutelar" y, por supuesto, sin el menor propósito de "juzgar" la gestión de los dirigentes madrileños. Y todos pensamos que, por fin, el presidente ocupaba el puesto que había abandonado deliberadamente como máximo responsable ante una crisis sanitaria como la que padecemos, una obligación que le marca la ley. El Gobierno da por fin un paso al frente y asume la colaboración exigible entre el Ejecutivo y los gobiernos de las comunidades autónomas, empezando por Madrid. Eso fue lo que pensamos muchos, los más cándidos sin duda.
Qué error. La tal entrevista no era más que la primera parte de un plan maquiavélico para destruir ante la opinión pública al gobierno de Madrid y ponerlo a cocerse a fuego lento para luego ir a por él y, de paso, a por el presidente del PP, Pablo Casado.
La entrevista a Sánchez no era más que la primera parte de un plan maquiavélico para destruir ante la opinión pública al gobierno de Madrid
Estamos ante un ejercicio de una profundísima deslealtad institucional que produce vergüenza a quienes contemplamos este ignominioso espectáculo. La primera parte, destinada a engatusar a la opinión pública haciendo el papel del lobo metido en la cama haciendo ver a Caperucita que en realidad él era la abuelita a la que se acababa de zampar, la ha protagonizado Pedro Sánchez.
Pero pocas horas más tarde ha empezado a soltar, uno detrás de otro, a sus rotweiler para que se lanzaran sin piedad contra su víctima y la despedazaran lo bastante como para que él se la encontrara al día siguiente, es decir, hoy por la mañana, agonizando y suplicándole un poco de caridad que la ayude a sobrevivir.
La primera en lanzarse directamente al cuello de Isabel Díaz Ayuso ha sido ese prodigio de sutileza y buen hacer político que es Adriana Lastra, la portavoz del grupo parlamentario socialista. Sus ataques han sido feroces además de profusamente aderezados con sal gorda. Ha acusado a la presidenta de la Comunidad de Madrid, que lleva poco más de un año en el cargo, de "trocear, destrozar y depredar la sanidad pública para que al final la gente tenga que derivarse a la privada". Ni más ni menos.
Es decir, la ha acusado a ella y, por extensión, a todos los anteriores presidentes madrileños del PP de atacar deliberadamente a la sanidad pública con el propósito de empujar a los ciudadanos a la sanidad privada para beneficiar a ésta. Le ha faltado añadir que seguramente lo han hecho para enriquecerse ellos mismos a través de mordidas y corruptelas por todo lo alto.
Pero no se ha quedado ahí. También ha acusado a Díaz Ayuso y al PP en general de parasitar el estado de bienestar y destrozarlo nada menos que con el infame objetivo último de conseguir que crezca la desigualdad, que es lo que está pasando en Madrid, dice, donde "no hay coherencia, ni hay claridad, ni hay seriedad, especialmente por parte de Ayuso".
Pero que nadie salga corriendo de miedo, que ya viene el PSOE a resolver el problema: "Ahora es el momento de ponerse manos a la obra en lo que haga falta por la salud de los madrileños». Es decir, primero disparan con un bazooka al que va a ser a día siguiente su interlocutor y luego se presentan como los salvadores de sus allegados. Inicuo, no hay otra palabra.
Así es como ha querido preparar el PSOE el encuentro de notable importancia, en principio, para la población de Madrid entre los máximos responsables de las dos administraciones públicas. Porque hay que decir que ésta no ha sido una patada en el estómago propinada por una persona que carece de todo sentido de lo que es una relación política con un mínimo, sólo un mínimo, de elegancia. No, esto, como todo lo que hace, no lo dice la señora Lastra sin la autorización y el encargo de su jefe máximo Pedro Sánchez.
Estos semiconfinamientos se han aplicado en multitud de ciudades españolas en las últimas semanas y nadie ha dicho nada
Y por eso mismo Rafael Simancas ha acudido a martillear en Twitter el clavo que ya había hundido su superior en el cargo Adriana Lastra a base de repetir las mismas frases de los ataques que ella acababa de lanzar minutos antes. Pero no ha acabado ahí la "operación encerrona" milimétricamente preparada contra el gobierno de Madrid este domingo de septiembre.
Simultáneamente a esto, los dirigentes de Podemos y de Más Madrid han convocado decenas de concentraciones y manifestaciones ante las juntas de distrito de los barrios que van a sufrir limitaciones en la movilidad por razón de su índice de contagios. El tremendo argumento esgrimido es que se les discrimina no por razón del virus sino por razón de sus rentas, que tiene bemoles. "¡No al apartheid!" se gritaba en una de esas concentraciones, siguiendo la consigna lanzada previamente por el podemita Juan Carlos Monedero en plena calle y con los manifestantes detrás coreando sus lemas propagandísticos.
Lo llamativo, lo escandaloso, es que estas medidas de semiconfinamiento de determinada zonas se han aplicado en multitud de ciudades españolas en las últimas semanas y nadie ha dicho nada. No ha habido manifestaciones relevantes. Sólo en Madrid han salido, evidentemente convocados por grupos próximos a Podemos y a Más Madrid, lo cual es una prueba de que esto forma parte de una estrategia diseñada para romperle las piernas, políticamente hablando, a Isabel Díaz Ayuso en el momento más crítico de toda su trayectoria como presidenta y, lo que es mucho peor, en el momento más dramático por incierto de la población.
Pero es que después de la embestida de Lastra, replicada por su mozo de espadas Simancas, entró en escena el secretario de Organización del PSOE y ministro de Fomento José Luis Ábalos, que ha sido entrevistado por el diario El País y cuyas declaraciones no estaban colgadas en la web de este periódico el domingo por la mañana. Ha sido horas más tarde cuando hemos podido asistir a la última, por ahora, andanada contra la presidenta madrileña.
Su ataque es tan brutal como el de Adriana Lastra, más brutal incluso porque procede de un miembro del Gobierno. Ábalos no se lanza contra ningún otro presidente autonómico de los varios que reclamaron a Pedro Sánchez que levantara el estado de alarma y que pusiera al mismo tiempo en marcha las modificaciones legislativas necesarias para dotar a las comunidades de instrumentos legales suficientes para hacer frente con sus propias armas a la pandemia.
No señores, ni una mención a ninguna más que a Madrid, comunidad a la que acusa nada menos que de haber "antepuesto el principio de una concepción que no es exclusiva del PP y que hemos visto en EE.UU: poner la economía por encima de la salud". Y añade el ministro: "Y luego hay una visión también diría ciertamente clasista, que a veces se desliza". Una batería selectiva de descalificaciones que resulta inaudita en las terribles circunstancias en las que está España entera.
Y por si fuera poco grave este nivel de acusaciones, José Luis Ábalos incluye en sus consideraciones la sugerencia política que tanto gusta a su grupo y que tanto repite el presidente Sánchez. Dice el ministro: "Vox no es un partido democrático, es una excrecencia del PP, que deriva de un momento de difuminación del proyecto del PP que es el periodo de Rajoy, que no le gustaba ni a la propia derecha".
Ahora, eso sí, preguntado por las razones que él encuentra para explicar que España tenga las peores cifras de coronavirus de Europa, José Luis Ábalos responde lo siguiente: "Tenemos un nivel de diagnóstico alto. Portugal ha empezado a acusar más la propagación del virus. Francia también. Yo en esto creo que no hay que ponerse muy rotundo".
Lo de ayer demuestra el juego sucio a cara descubierta que el PSOE está dispuesto a practicar
No, señor ministro, no hay que ponerse muy rotundo en nada que no sea acosar a la comunidad de Madrid porque está gobernada por un partido que no es el suyo y al que sueñan ustedes con sacar como sea y por el procedimiento que sea de la Puerta del Sol, sede del gobierno madrileño.
No hay mucho más que añadir. Hace un par de días afirmé en estas mismas páginas que Ayuso y sus consejeros se habían esforzado en combatir los efectos del virus, ciertamente, pero que lo habían hecho mal y habían fracasado en su batalla. Pero eso es una cosa y otra asistir a esta operación descarnada de acoso y derribo contra este gobierno concreto y contra ningún otro de los 17 que se enfrentan hoy en España a esta pandemia. Porque es demasiado evidente que le quieren pasar la factura del Covid-19 sólo a la presidenta de Madrid. A los demás, no. Y eso es inadmisible por indecente.
Lo sucedido ayer es una vergüenza y la demostración del juego sucio a cara descubierta que el PSOE está dispuesto a practicar con todas las armas a su alcance por impresentables que éstas sean con tal de hacerse con el trofeo. Están buscando derribar al adversario aprovechando el momento de su mayor debilidad.
La visita de hoy del presidente del Gobierno a la presidenta de la Comunidad de Madrid seguramente tiene por único objeto el de rematar a la víctima.
Es un auténtico escándalo. Pero han calculado mal los tiempos y se les ha visto demasiado pronto para sus propósitos la brutalmente sucia jugada que se traían entre manos. Hablo de lo que le tenían preparado en comandita el PSOE y el Gobierno a la presidenta de la Comunidad de Madrid y a sus consejeros.
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