Illa salió en la televisión serio y salpicado, como un médico tras una mala amputación, pero la decisión de intervenir Madrid no iba a salir de él. Eso sí, nos va preparando con su gesto de celador triste o de padre sufrido. Más le duele a él, parecía decir mientras enseñaba la mano de padre como un guante inflado. No hubo negociación ninguna, sino sólo otro póker de caras entre banderas, mesas y ecos de palacio de congresos. El Gobierno no tiene intención de moverse de su postura, que es el aparatoso cierre de Madrid como si fuera un gran piano de piedra. Tampoco tiene intención de hacerlo Ayuso, que sigue diciendo que las cifras mejoran y que con un cierre la ruina no va a dejar ni huesos para que el virus los roa. Nadie cede, pero el que tiene el resorte de la guillotina es Sánchez, y es al que esperan todos, incluidos los muertos y los tiesos para terminar de morirse burocrática y patrióticamente.
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