La sentencia de la Sala Penal de la Audiencia Nacional absolviendo a Rodrigo Rato y otros 33 acusados por graves delitos en la salida a Bolsa de Bankia ha provocado un gran revuelo. Sobre todo, entre quienes no comprenden que para condenar a alguien, al margen del clima social, hacen falta hechos probados.
Para ejemplo de esa visión miope de la Justicia, la declaración del portavoz de UP en el Congreso, Pablo Echenique, que, comparando la decisión de la Sala Cuarta de la Audiencia con la de la Sala Segunda del Supremo sobre la inhabilitación de Torra, exclamó: “La Justicia no es igual para todos”.
Insinuar que a los magistrados que firmaron la sentencia (Ángela Murillo, Teresa Palacios y Juan Francisco Martel) tienen una debilidad por los poderosos es no conocerles y, sobre todo, ignorar cómo funcionan los tribunales. Tanto la decisión sobre Torra como la absolución de los 34 acusados en el caso Bankia lo que demuestra es que la Justicia, mal que les pese a algunos, sigue siendo independiente. O, al menos, que la mayoría de los jueces lo son.
Lo que ha estimado el tribunal es que los pasos que se dieron en Bankia para su salida a Bolsa contaron con el visto bueno de los reguladores: el Banco de España (cuyo gobernador era entonces Miguel Ángel Fernández Ordóñez) y la CNMV (presidida por Julio Segura). Ninguno de los dos era afín al PP y seguro que obraron pensando en que Bankia tenía garantías suficientes como para que los inversores pudieran comprar sus títulos con ciertas garantías.
No quiero ni pensar qué hubiera sucedido si en la CNMV hubiera estado Elvira Rodríguez y en el Banco de España Luis Linde. ¡Lo que se habría dicho de los reguladores y de su falta de independencia!
Pero no. La salida a Bolsa de Bankia fue una operación con todas las bendiciones políticas del gobierno socialista, presidido por Rodríguez Zapatero, que se involucró personalmente, hablando con las personas más influyentes del país, para que hubiera un apoyo amplio a una operación que, en su opinión, significaba que España salía de una crisis que comenzó un par de años antes. Como diría la entonces ministra de Economía, Elena Salgado, el éxito en la colocación de Bankia era el brote verde más verde de todos los brotes verdes que ella veía en nuestra economía. Ustedes ya saben que no fue así.
La Fiscalía no pudo demostrar que Rato urdiera una trama para engañar a los accionistas falseando la contabilidad
Bankia tenía un grave problema: un exceso de ladrillo en su balance. Probablemente, lo prudente hubiera sido esperar, pero había que hacer la operación porque era una forma de ganar capital sin que el Estado tuviera que intervenir. Al final, hubo intervención y se inyectaron más de 23.000 millones para reflotar a un banco que se hundía sin remisión.
¿Mala gestión? Es posible. ¿Improvisación? También. ¿Error de cálculo? Eso es seguro. Pero urdir una trama para estafar a los ahorradores falseando la contabilidad de la entidad, eso es otro cantar.
Los correos electrónicos del inspector Antonio Casaus anunciando que el tinglado no funcionaría y crearía “un quebranto al contribuyente” fue el clavo al que se agarraron las acusaciones y la Fiscalía Anticorrupción. Pero la opinión del funcionario era cambiante y no supo mantener su criterio cuando llegó el momento decisivo.
La sentencia supone un revés jurídico a la Fiscalía Anticorrupción, por cuanto señala que la “descripción de hechos concretos y suficientemente acreditados brilla por su ausencia”. Eran momentos en los que la calle pedía leña contra los banqueros y la Fiscalía creía remar a favor de la corriente. Ahora, su criterio ha quedado pulverizado por una sentencia tan contundente que habrá provocado el sonrojo del fiscal que entonces llevó el caso y que ahora es el jefe de Anticorrupción, Alejandro Luzón.
El ex vicepresidente del Gobierno y ex gerente del FMI queda absuelto de una condena de 8 años y medio, como solicitaba la Fiscalía, al menos, de momento, ya que la sentencia es recurrible ante el Tribunal Supremo. Pero Rato está cumpliendo cuatro años de condena por las llamadas tarjetas black y está a la espera de juicio por la presunta adjudicación fraudulenta de contratos de publicidad al frente de Bankia.
La absolución de Rato no es ni mucho menos su rehabilitación, ya que su prestigio es irrecuperable. Sin embargo, la sentencia pone en evidencia que su figura fue utilizada políticamente como representación de todos los males del capitalismo. Rato no era la madre de Tarzán, pero tampoco se comía a los niños crudos.
La sentencia de la Sala Penal de la Audiencia Nacional absolviendo a Rodrigo Rato y otros 33 acusados por graves delitos en la salida a Bolsa de Bankia ha provocado un gran revuelo. Sobre todo, entre quienes no comprenden que para condenar a alguien, al margen del clima social, hacen falta hechos probados.
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