Una cosa es el cambio de gobierno que se produjo tras una moción de censura que se apoyó en una sentencia de la Audiencia Nacional ahora parcialmente criticada por el Tribunal Supremo y otra es el contenido de esa misma sentencia que se ocupa del primer tramo del caso Gürtel, que el Supremo respalda en su casi totalidad.
Vamos por lo primero. El Alto tribunal considera que las afirmaciones contenidas en esa sentencia en las que se daba por acreditada la existencia de una caja B no debían haber tenido lugar por una razón evidente: porque el Partido Popular no estaba siendo enjuiciado en aquella causa y porque había sido llamado a ese proceso en calidad de partícipe a título lucrativo, lo cual significa que se da por hecho que no sólo no cometió el delito sino que tampoco conocía que este se hubiera cometido o se estuviera cometiendo.
Por lo tanto, las frases que, contra la opinión del ponente, Ángel Hurtado, metió de matute en esa sentencia el magistrado José Ricardo de Prada han quedado definitivamente desacreditadas por el Supremo.
Las frases que, contra la opinión del ponente, Ángel Hurtado, metió de matute en esa sentencia el magistrado José Ricardo de Prada han quedado definitivamente desacreditadas por el Supremo
Pero es que fueron precisamente aquellas frases las que hicieron de detonante para que Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista, planteara una moción de censura que, gracias a los votos favorables de Podemos, los independentistas de ERC y PDeCat, Compromís y los proetarras de Bildu y, sobre todo, con los imprescindibles votos del PNV que fueron los que le dieron la victoria, alcanzara la presidencia del Gobierno.
Y en eso tiene razón Mariano Rajoy cuando dice que toda la justificación de la moción de censura que le desalojó de La Moncloa en 2018 estuvo construida sobre la base de una enorme manipulación de esa sentencia.
Eso es verdad y, probablemente, esas morcillas metidas con calzador en el texto de la sentencia fueron colocadas allí con el propósito deliberado de abrir la espita para la moción de censura.
Bien, se trata de un consuelo moral el de Rajoy porque, de no haber existido esas frases que hicieron las veces de un abracadabra para Pedro Sánchez, el hoy presidente habría tenido mucho más difícil montar una argumentación sólida para sostener su desafío, tan imprevisto y tan falto de preparación que el candidato a la presidencia no pudo ni siquiera ofrecer un esbozo de programa de gobierno, que es lo que la Constitución exige en este procedimiento.
Bien está que Mariano Rajoy se sienta gratificado porque su versión de lo sucedido en aquel mes de mayo de 2018 haya quedado indirectamente acreditada gracias a esta sentencia del Tribunal Supremo.
Pero nada más, hasta ahí puede llegar su satisfacción porque todos los argumentos añadidos en su comunicado según los cuales ni el partido, ni sus dirigentes, ni ninguno de sus miembros han sido condenados reclama alguna aclaración.
El PP no ha sido condenado porque no era juzgado. Pero Ana Mato, que sí era entonces dirigente del PP, sí lo ha sido, bien es verdad que a título lucrativo, una figura que ya ha explicado el Supremo presupone que no cometió el delito y que tampoco conocía que se hubiera cometido. Y ahora debe devolver el dinero, una cantidad modesta pero tiene que devolverlo. Y, desde luego, lo ha sido Luis Bárcenas, que estuvo durante décadas en las sala de máquinas del PP. Por lo tanto, hay una trampa evidente en esa parte de la declaración exculpatoria de Mariano Rajoy.
Por otra parte, el Tribunal Supremo acepta y “santifica” la versión de la Audiencia Nacional de que el PP se benefició de los negocios oscuros de la trama Gürtel y de que existió un sistema de corrupción en la contratación pública en los niveles autonómicos y municipales basada en los contactos de los miembros de la trama con dirigentes del PP con capacidad para influir en las contrataciones. Por todo eso los miembros del Tribunal ratifican, con mínimas reducciones, las condenas dictadas por la AN.
Por otra parte, todo lo que se refiere a la posible existencia de una caja B de este partido está siendo investigado en una pieza separada por la propia Audiencia Nacional, un asunto que la opinión pública conoce bajo el nombre de los papeles de Bárcenas.
De modo que, en esas condiciones, no tiene ningún sentido que el ex presidente del gobierno saque pecho por una exculpación que no se ha producido porque la sentencia sobre los famosos papeles aún está por ser dictada.
No tiene ningún sentido que el ex presidente del gobierno saque pecho por una exculpación que no se ha producido porque la sentencia sobre los famosos papeles aún está por ser dictada
Quiero decir que todo lo que el magistrado José Ricardo de Prada dio extemporáneamente por sentado en la sentencia ahora ratificada, con los matices ya mencionados, por el Tribunal Supremo es precisamente lo que tiene pendiente de acreditar la Audiencia Nacional en la pieza de los papeles de Bárcenas.
No tiene por lo tanto ningún sentido, insisto, que Rajoy salga a defender el honor de su partido porque al PP le esperan muy amargos momentos en los que pueden salir a la luz, y ya acreditadas judicialmente, todas las miserias de corrupción en las que ese partido hubiera estado envuelto.
Por lo que se refiere al PSOE, su portavoz en el Senado, Ander Gil, ha reaccionado con irritación indisimulada al comunicado de Rajoy, pero eso es porque lo que dice el ex presidente deja en muy mal lugar la manipulación táctica de una sentencia judicial en la que se basó la moción de censura que aupó a Pedro Sánchez a la presidencia del Gobierno y al propio presidente. Pero eso ocurrió así y nadie lo puede borrar. Que cada uno cargue con lo que le toca.
Una cosa es el cambio de gobierno que se produjo tras una moción de censura que se apoyó en una sentencia de la Audiencia Nacional ahora parcialmente criticada por el Tribunal Supremo y otra es el contenido de esa misma sentencia que se ocupa del primer tramo del caso Gürtel, que el Supremo respalda en su casi totalidad.
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