Qué será la anti-España que ha dicho Carmen Calvo... Será el andaluz soso, la tortilla a la francesa, la marimba de huesos de Halloween, la música yeyé; será Puigdemont poniéndose trenzas de holandesa para cruzar las fronteras, o qué será. Carmen Calvo, que es como un arlequín en el Gobierno, entre la lágrima de encaje y la risa cascabelera, ha dicho sentir “vergüenza” al ver a Pablo Casado por Europa haciendo lo que ella llama “anti-España” y “antipatria” con eso del asalto al Poder Judicial. Calvo tiene la idea de que España es Sánchez, ya un Caudillo que, tras tomar el control del CGPJ y los altos tribunales, irá a la Casa de la Moneda a hacerse selfis en las propias monedas, resucitando los cinco duros, que es casi lo único que le falta. Ni España es Sánchez ni hay ningún patriotismo en lo que hace este hombre para sí mismo (la única ideología que soporta tanta contradicción, tanta mentira y tanta cara de busto de mármol es el egoísmo). Pero es lo que pasa cuando suenan los cascabeles de Calvo.

Calvo dice “anti-España” o “antipatria” como si fuera Arias Navarro, que también era tragicómico como toda la España franquista de López Vázquez. También ha sido tragicómico el socialismo durante la democracia, desde un Alfonso Guerra con algo de ventrílocuo siniestro al payasete con tartazo entre las cejas que era Zapatero, rematando en un Sánchez que ya baila como el Joker. Calvo dice estas cosas como si fuera Fraga, o seguramente sólo como si fuera un jefecillo del Movimiento a cargo de las excursiones. Hay que ir por ahí a hacer patria, hay que ir a Europa como al Valle de los Caídos, a ver el alto nido de piedra y hueso de una patria de piedra y hueso. Hay que llevar por ahí el gallardete de la gloria del presidente, que debe ser gloria española pero también europea, como si fuera Gento o Massiel. No importa que este presidente cesarión quiera rematar la separación de poderes, que ya estaba bastante grogui, y convertir a los jueces en teleñecos. Sánchez es España ante el mundo y ante Dios, como lo era Franco en Hendaya o en el Corpus, o algo así. Y son progresistas, se supone.

Claro que hay que acudir a Europa cuando vemos que Sánchez está metiéndose todas las instituciones del Estado en su cama de banderas como si fueran mises

Ya estábamos viendo la vena patriótico-fetichista de Sánchez, que usa las banderas para erotizarse, como terciopelo sobre su cuerpo. Un día llenará Colón de banderas que ya no serán rejones ni cajetillas de tabaco de señoro, sino el hermoso pañuelo al aire del pueblo. Así funcionan los populismos, separando al “pueblo” del “antipueblo” y proclamándose padrecitos providentes del primero y enemigos mortales del segundo. En realidad ese “pueblo” es una alegoría, una poesía como de Miguel Hernández que une todo lo bueno y lo virtuoso con mucho campo metafórico de manos y aperos. Por el contrario, el antipueblo no es nada alegórico, sino algo siempre muy concreto: los enemigos particulares del populista. Sánchez ya es un populista, ya es el pueblo con su carretón, ya es la patria con sus águilas, y llevarle la contraria no sólo encabrita al virus o a la economía, sino a los antepasados y a los pobres. El enemigo del pueblo no es sólo la lúcida obra de Ibsen, sino una acusación que todos los totalitarismos han usado. Y es así aunque lo diga Calvo, que parece que lo dice todo, hasta lo más grave, haciendo sonar una carraca de niño. 

Casado cree uno que ya tiene bastante con hacer a veces anti-PP como para ponerse a hacer anti-España, pero no es eso. También los jueces han pensado enseguida en Europa ante el asalto como centroamericano de Sánchez. Lo europeo y lo patriótico ahora no es Sánchez, sino estar contra Sánchez. Y no por los antepasados, sino por la ley y el Estado de derecho, que es la única patria que merece la pena. Lo demás son cosas joseantonianas y ridículas a las que ahora se apunta Sánchez, entre otras razones por no llevar la contraria a sus socios, que ya eran joseantonianos y ridículos hace mucho. Claro que hay que acudir a Europa cuando vemos que Sánchez está metiéndose todas las instituciones del Estado en su cama de banderas como si fueran mises. Supongo que también será anti-España la nueva propuesta del PP, la de que los propios jueces elijan al CGPJ, y que desenterraría al Montesquieu que enterró Alfonso Guerra como si fuera un muñeco de ventrílocuo allá por 1985. O eso dice Casado. Como entonces, el PSOE hablará del corporativismo de los jueces y de un estamento eminentemente conservador que no refleja la pluralidad de la sociedad, y volveremos a empezar.

El sanchismo sale ahora con la patria, con la España o anti-España jotera que hay que pronunciar con jota. La verdad es que la patria es un concepto cuartelero y pilarico que se usa cuando no se quiere usar el Estado, ya que el Estado son leyes y no caudillos ni caudillajes ni milagrerías ni coros y danzas. Justo cuando el virus nos come por los pies, o precisamente por eso, Sánchez nos come también por las cúspides bulbosas del Estado. Usar la palabra patria ya es sospechoso. Usar la antiespañolidad, como los que hablan del anticatalanismo, aún más. Antiespañol o anticatalán no significa nada porque la ciudadanía no adjetiva, salvo en los totalitarismos. Viendo lo que está haciendo Sánchez, y cuándo lo está haciendo, esto suma casi una confesión completa. Sin embargo, como en todo lo demás, el sanchismo le da la vuelta. Es Carmen Calvo la que parece una señorita con boina de requeté que lleva a los jueces, o al Rey, o al PP, o a todos, ante la presencia del cura o del jefe con bigotillo de Sazatornil, para que confiesen frente al infierno o frente al paredón, a elegir.

Qué será la anti-España que ha dicho Carmen Calvo... Será el andaluz soso, la tortilla a la francesa, la marimba de huesos de Halloween, la música yeyé; será Puigdemont poniéndose trenzas de holandesa para cruzar las fronteras, o qué será. Carmen Calvo, que es como un arlequín en el Gobierno, entre la lágrima de encaje y la risa cascabelera, ha dicho sentir “vergüenza” al ver a Pablo Casado por Europa haciendo lo que ella llama “anti-España” y “antipatria” con eso del asalto al Poder Judicial. Calvo tiene la idea de que España es Sánchez, ya un Caudillo que, tras tomar el control del CGPJ y los altos tribunales, irá a la Casa de la Moneda a hacerse selfis en las propias monedas, resucitando los cinco duros, que es casi lo único que le falta. Ni España es Sánchez ni hay ningún patriotismo en lo que hace este hombre para sí mismo (la única ideología que soporta tanta contradicción, tanta mentira y tanta cara de busto de mármol es el egoísmo). Pero es lo que pasa cuando suenan los cascabeles de Calvo.

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