Ha dado comienzo la ceremonia de puesta de largo y presentación por todo lo alto en sociedad de Vox, el partido fundado por Santiago Abascal que ha ido creciendo en apoyos de los electores en sucesivas elecciones.

Éste y no otro es el propósito de los dirigentes del partido verde: demostrar en términos políticos y parlamentarios de una manera definitiva que no es una formación de vida corta ni es el soufflé que, con el tiempo, acabaría bajando indefectiblemente de volumen hasta convertirse en un puré que podría ingerir hasta un bebé, que es lo que muchos pensaron.

Vox ya ha demostrado que todas esas previsiones estaban basadas en un error y a lo largo de las sesiones de hoy y mañana se demostrará: este partido se queda en el panorama político español para siempre, o para mucho tiempo.

Casado no debe facilitarle la tarea a Abascal de crecer a su costa

Por eso, porque la pretensión de los de Abascal es la de demostrar a la opinión pública que es un partido de derechas pero no una cuerda de saboteadores de la democracia, el discurso de su presidente será previsiblemente duro, o muy duro, contra el Gobierno pero no es de esperar que contenga salidas de pata de banco de esas que está esperando Pablo Iglesias para demostrar que son unos fascistas de tomo y lomo.

Por cierto, y aunque sea una anotación al margen: en principio no se contaba con que Iglesias participara pero él le ha pedido a Pedro Sánchez un hueco en el debate, primero porque, dado que en el terreno de la gestión su aportación queda totalmente diluida entre la de sus colegas del PSOE, necesita hacerse notar y medirse en el terreno que le es más favorable, el debate parlamentario, y  segundo porque quiere aprovechar la coyuntura para rematar a Pablo Casado en su tesis, tantas veces repetida, de que el PP es la versión oculta por temerosa de esa extrema derecha que, en su opinión, representa Vox a cara descubierta.

En definitiva, Vox plantea esta moción de censura fracasada de antemano para crecer en apoyos electorales, apoyos que no pueden salir más que de los votantes conservadores decepcionados hace ya tiempo por la falta de vigor ideológico del ex presidente Mariano Rajoy, que es verdad que nunca plantó batalla ideológica -lo que ahora se llama la guerra cultural- a la izquierda, y por otra parte, de los actuales votantes del PP, que observan atentos y desconfiados la conducta de Pablo Casado y el estilo que pueda imprimir a lo largo de la legislatura en su papel de líder de la oposición.

Es por eso por lo que la moción de censura de hoy ha concitado el interés político de los comentaristas, de la izquierda y, muy lejos de estos dos ámbitos, también de la población que vota tradicionalmente al único partido conservador que existía en España desde que Manuel Fraga primero y José María Aznar después, consiguieron aglutinar en torno a esas siglas a todo el amplio espectro de centro y de derecha que existía en España.

Aquí el único que puede pagar la cuenta de la presentación de Vox como elemento a tener en cuenta en el futuro político de España es el PP de Pablo Casado. Y no es que Vox se proponga, como se propuso en su día Pablo Iglesias cuando soñó con sobrepasar al PSOE, acabar con el Partido Popular. Él sabe que es misión imposible, por lo menos en las actuales circunstancias. Lo que pretende es convertirse en un partido con los suficientes escaños como para que no vuelva suceder que se le considere prácticamente como una excrecencia de los populares.

Quiere jugar en la liga de los mayores y hablar de tú a tú con los de Pablo Casado y ése es exactamente el problema del líder del PP: que prácticamente todo lo que suponga crecimiento de Vox equivale a encogimiento de su partido.

Por eso su posición de hoy es tan endiablada y por eso no ha querido decir de antemano cuál va a ser el sentido de su voto en esta moción de censura que tiene un propósito muy alejado del que la Constitución establece para este procedimiento. Porque si lo hubiera anunciado, todas las conjeturas, todos los análisis, todas las críticas y todos los ataques se habrían dirigido a su persona y a su partido y a ningún otro, una prueba de que el auténtico protagonista de esta moción es el PP y no el presidente del Gobierno, que estará relamiéndose de gusto ante la función a la que va a asistir invitado por el líder de Vox Santiago Abascal.

Por supuesto que el juicio crítico del presidente de la formación verde va a ser muy duro contra el Gobierno, lo cual dará gran satisfacción a sus electores. Pero a Pedro Sánchez esos ataques no le van a hacer ni un arañazo. Es más, Sánchez va a disfrutar o, por lo menos, se va a entretener. Pablo Iglesias va a intentar lucirse. Abascal va a demostrar quién es y para lo que está aquí. Y Pablo Casado va a tratar de salir relativamente indemne o, al menos, herido pero con dignidad.

Y ya que no hay comentarista político ni periódico que no le haya dicho a Casado lo que tiene que hacer a la hora de la votación, yo también cumplo lo que parece ser obligado en estos días: creo que lo que más le conviene o lo que menos le va a dañar es votar No.

Y eso porque, descartado el Sí, la abstención del PP en este trance no sería interpretada como lo fue la del PSOE en junio de 2017 cuando Pablo Iglesias planteó una moción de censura contra el Gobierno de Mariano Rajoy, que fue la antesala de la que sí triunfó un año después planteada por Pedro Sánchez.

En aquel momento nadie consideró que el PSOE se abstenía por un problema de debilidad frente a Podemos a pesar de que fue el líder del partido morado el que impidió el gobierno del PSOE rechazando por dos veces la alternativa de gobierno que pretendió encabezar Sánchez. Todo el mundo dio por bueno que el PSOE no podía apoyar a Iglesias como presidente del Gobierno pero tampoco podía ponerse al lado de Rajoy frente a Podemos. Abstención aceptada, pues, sin gran coste político para Sánchez.

No sería así como se interpretaría la abstención del PP en esta ocasión sino como el miedo, el pavor más bien, de Casado de fijar una posición rotunda frente a Vox, lo cual le supondría la decepción de sus votantes más moderados y el desprecio y las descalificaciones por parte de la izquierda. El No solo podría ser interpretado como la negativa a apoyar a quien se propone debilitar a su partido porque lo que nadie duda ni podría dudar en ningún caso es de que Casado sí comparte los objetivos de la moción de censura a Pedro Sánchez. La cuestión está en que no debe facilitarle la tarea a Abascal de crecer a su costa. Casado sí pagaría un alto precio político por abstenerse. Mañana saldremos de dudas.  

Ha dado comienzo la ceremonia de puesta de largo y presentación por todo lo alto en sociedad de Vox, el partido fundado por Santiago Abascal que ha ido creciendo en apoyos de los electores en sucesivas elecciones.

Contenido Exclusivo para suscriptores

Para poder acceder a este y otros contenidos debes ser suscriptor.

¿Ya estás suscrito? Identifícate aquí