Abascal, con esa cosa suya de capitán mongol de lo español, se había preparado o soñado un escenario a medida, la vasta estepa sanchista de ineptitudes y mentiras allí esperando sus cuchilladas aullantes y curvas, mientras el PP quedaba de campesino salpicado y cobarde. Sánchez, que lo sabía, simplemente dejó que acuchillara el aire para después despacharlo tirando de piloto automático. Aquello no era una moción de censura, sino algo más parecido a aquella película, Solo en casa, la de aquellos cacos feroces, atroces y torpes contra un niño listo y resbaladizo que les ponía trampas entre mocos con sus propias embestidas.
Vox está entre los apandadores de lomo ancho de Tío Gilito y el escorpión de la fábula del escorpión y la rana. Con un pesadísimo soliloquio o boxeo de sombra, Vox quería ofrecerse como partido que puede liderar la oposición y un Gobierno, y demostrar cómo era en realidad, lejos de la caricatura que hacen de ellos los medios comprados, vendidos, subvencionados, sectarios y rojales, que por lo visto son todos. La cosa es que Sánchez también deseaba que lo hiciera, sabiendo que el escorpión no puede evitar ser escorpión. En más de tres horas de discurso o atragantadas, primero con Ignacio Garriga y luego con el mismo Santiago Abascal, Vox no pudo evitar ser Vox. Poco a poco, en un irritante crescendo de frikadas y revoltijos, terminaron haciéndose la caricatura ellos mismos, con una perfección imaginera y tenebrista. La caricatura no es caricatura, pues, sino un retrato que se veía tan real como aquel membrillo pintado por Antonio López.
Vox está entre los apandadores de lomo ancho de Tío Gilito y el escorpión de la fábula del escorpión y la rana
La crítica a Sánchez es muy sencilla, sólo hay que citarlo a él mismo en los muchos posados y brindis que tiene por la misma cosa y por la contraria. A él o a sus socios. Después, claro, todo se puede adornar, alargar, embellecer como se embellece incluso una gorgona en un lienzo. Desde luego, se puede tener razón siendo de Vox. Contra Sánchez es difícil no tener razón, en realidad, y casi lo mismo contra Rajoy. Primero Garriga y después Abascal le hicieron el trajecito a Sánchez, pero a Sánchez le sientan bien todos los trajecitos y la gente no estaba esperando eso. Estaba esperando qué propuestas, qué contenido, qué trampa al PP o qué azucarillo al votante traían en una ocasión que ellos mismos habían planeado como un gran advenimiento, aunque al final fuera simplemente una matraca inútil.
Frankenstein a carboncillo iba quedando bien, pero igual de bien iba quedando Vox en aguafuerte. O sea que iba saliendo el Vox del fake y la frikada. No, no es el de Sánchez un Gobierno ilegítimo, aunque sea aciago. Ilegalizar los partidos nacionalistas puede resultarles patriótico, pero no es ni constitucional ni democrático. El 8-M no se llevaron guantes morados como protección, a menos que quisieran protegerse sólo una de sus manos, la más desmayada, o sólo protegerse a ratos, y encima con algo que ya se llevó antes como mero símbolo. Tampoco la “pérdida de identidad” es un problema en la democracia, lo es que no se cumplan las leyes. La patria no precede al Estado, sino que lo que antes eran herencias cojoncianas de reyes o botines de guerra o constructos interesados de las élites gobernantes, sólo se hace civilizado en el Estado. Y no, las correlaciones entre inmigración y delincuencia no cuentan con más sustento que el prejuicio y la ignorancia estadística.
El Vox xenófobo, que discrimina por razón de origen, identidad o sentimiento, que es capaz de usar “argentino” como característica que inhabilita para la ciudadanía, tenía que salir y salió. El Vox que cuesta distinguir en realidad del PNV o de ERC, salvo en la tierra y la raza amadas u odiadas; el Vox antiautonomista no por pragmatismo, sino por ontología; el Vox filofranquista, el del “peor gobierno en 80 años”, con lo que ha pasado aquí en 80 años, el de “con Franco había elecciones” de Ortega Smith; el Vox del complejo ante la vagina dentada... O sea Vox sin más, el Vox que ya conocíamos, iba desplegándose como esas águilas heráldicas de vuelo sombrío y embuchado. Al aguilucho ya lo conocíamos aquí, lo que no nos esperábamos era el águila calva o con tupé de esa especie de trumpismo toledano que se sacó Abascal.
Abascal, con su voz de Califa de la derecha, como un Anguita con morrión, aún parecía más ridículo cuando empezó con unas marcianadas que merecerían acompañarse de música de theremín
Abascal, con su voz de Califa de la derecha, como un Anguita con morrión, aún parecía más ridículo cuando empezó con unas marcianadas que merecerían acompañarse de música de theremín. Conspiraciones mundiales, Zapatero jefe de cárteles, Soros como Fu Manchú, ganas de declararle la guerra a China... Le faltó sacar a los masones. Abascal parecía haberse colocado una linterna ante la cara y daba como sustitos de Scooby-Doo. Habrá el españolito que compre eso de que los inmigrantes nos roban el trabajo a la vez que viven de subvenciones sin dar golpe, pero este discurso trumpista, el del esquema Bannon / Soros, aquí ni suena ni cala. Aunque el mayor error de Abascal creo que fue arremeter contra Europa con un antieuropeísmo cateto y desquiciado. Llegó a comparar a la UE con la URSS o la Europa soñada por Hitler. Lo de Abascal era ya un delirio y se le veía beber agua con ojos como de ruta del bakalao. Uno creía que Vox querría atraer al votante del PP, pero sólo atraía a la pandilla basura de Miguel Bosé y a los cazafantasmas con péndulo y platillo volante de pizzería de Cuarto Milenio.
Allí quedó Vox, pues, como lo que es, un partido rancio, xenófobo, delirante y fake. Allí quedó Abascal, pues, como un pirado de los búnkeres, la cara tiznada y las latas de alubias. Yo esperaba un teatrillo o tongo, con Abascal y Sánchez, que son uno la justificación del otro, repartiéndose la ambigüedad de un empate. Pero no. Abascal, ya con la marcianada por bandera, como una cruz de Borgoña, acabó poniéndoselo fácil a Sánchez, a Cs, al PP, a todos. Tras esas idas de olla en plan “la verdad está ahí fuera”, Sánchez no necesitaba rebatirle nada, como uno no necesita rebatir a la bruja Lola. A Sánchez le bastaba con sacar estribillos de villancico, o sea la concordia, lo público, la unidad, el futuro y otras palabras de postal con cervatillo, para hacer simple contraste. Siguen siendo chorradas, pero lo parecen menos ante esta derechaza de manicomio. Además, un partido que funciona con bulos invalida ya la realidad como argumento, y eso es lo que mejor le viene a Sánchez. Si Vox quería cambiar o disimular, ha fracasado. En cuanto al PP, Casado no tiene más que salir sin papel de aluminio en la cabeza para desmarcarse de Abascal. La verdad es que sólo hay una razón para que el PP no vote no: que Sánchez se lo ha pedido.
Abascal, con esa cosa suya de capitán mongol de lo español, se había preparado o soñado un escenario a medida, la vasta estepa sanchista de ineptitudes y mentiras allí esperando sus cuchilladas aullantes y curvas, mientras el PP quedaba de campesino salpicado y cobarde. Sánchez, que lo sabía, simplemente dejó que acuchillara el aire para después despacharlo tirando de piloto automático. Aquello no era una moción de censura, sino algo más parecido a aquella película, Solo en casa, la de aquellos cacos feroces, atroces y torpes contra un niño listo y resbaladizo que les ponía trampas entre mocos con sus propias embestidas.
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