Al final, la moción contra Casado fue la moción de Casado. La cuchillería de Vox se quedó en la cacerola o en la palangana de barbería que siempre fue; al trabuco de Curro Jiménez le brotó una lágrima hermosa como una pompa de jabón, una lágrima como de Candy Candy y una pompa como de saxofón de payaso; y a Sánchez se le calentó su champán de limusina de hortera. Abascal quedó allí con una tristeza afelpada de cuernos y de sombrero ladeado, como un tanguista o un detective engañado. Cómo has podido hacerme esto a mí, muñeca, y en ese plan. Pero era lo único que Casado podía hacer para salir de la trampa.
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