La noche electoral en Estados Unidos nos ha dejado con cara de sorpresa. Pocos eran los que ayer por la tarde - hora española - cuando las sedes electorales en el país norteamericano estaban a pleno rendimiento, predecían la frenética madrugada que íbamos a vivir a un lado y otro del océano.
Es cierto que el fantasma electoral demócrata de las elecciones de 2016 sobrevolaba las encuestas y no eran muchos los que se atrevían a afirmar tajantemente una victoria holgada del partido demócrata frente a un Trump que había caído en las últimas semanas en el histrionismo más absoluto. Los más cautelosos hablaban de una victoria ajustada del partido demócrata, pero con el miedo en el cuerpo de que un anuncio de última hora del presidente Trump pudiese voltear las encuestas a su favor.
Lo que hemos visto en las últimas horas – a falta de recuentos de voto por correo y voto adelantado en los estados del cinturón industrial, - Michigan, Wisconsin y Pensilvania- se ha parecido a una carrera en el hipódromo donde el caballo por el que casi nadie apostaba salía raudo hacia la meta con la mirada incrédula del caballo favorito. Hacia las 2h30 de la madrugada el cerrojo de Florida, donde los demócratas tenían depositada su confianza en haber ganado un electorado hispano a su favor, saltaba y, con casi un 90% del escrutinio realizado, daba la victoria a Donald Trump casi segura.
Los más cautelosos hablaban de una victoria ajustada del partido demócrata, pero con el miedo en el cuerpo de que un anuncio de última hora del presidente Trump pudiese voltear las encuestas a su favor
De nada servirán los votos electorales obtenidos por los demócratas en Arizona (11), en la cual no obtenían rédito desde Clinton en 1996, ni las esperanzas de que el voto por correo y anticipado en el Rust belt puedan aún inclinar la balanza a favor de Joe Biden. Donald Trump demostraba desde su acuartelamiento en la Casa Blanca que el músculo del que se dudaba aún estaba fuerte y podía dar batalla hasta el final.
Poco a poco, las casas de apuestas comenzaban a encajar al presidente como ganador y sus partidarios se echaban a la calle esgrimiendo lemas de Keep it Great mientras en los cuarteles del partido demócrata las caras largas y el silencio eran cada vez más elocuentes.
Aquellos que auguraban el fin del Trumpismo es muy probable que vean como el mismo sigue con latido fuerte en unos Estados Unidos que, como se ha comprobado en estas elecciones en las campañas de ambos partidos, están más polarizados que nunca. El partido demócrata no ha sabido construir un discurso que llegue a convencer a la mayoría de los votantes, escudándose en lemas sentimentales de añoranza de la unidad perdida y de esperanzas en una América sin Trump como presidente. Por su parte, el discurso trumpista no ha variado con respecto a 2016 y, prácticamente con las mismas armas, ha conseguido mantener un electorado fiel (tal vez de nuevo el voto oculto vuelva emerger como causante de esta muestra de músculo electoral republicana) que ha acudido en masa a votar presencialmente en unas elecciones que recordaremos por la crisis del COVID-19.
El fiscal general de Pensilvania tuiteaba a las 6h20 de la madrugada española “Get some sleep, everybody (…) Stay Calm” ante lo que se avecina en las próximas horas o días con respecto al recuento en el estado clave de estas elecciones. Los 20 votos electorales de Pensilvania tendrán que esperar para tener dueño, pero, en el momento en el que nos encontramos, Joe Biden tiene muy difícil hacer las cuentas para llegar a los 270 votos electorales requeridos.
Podemos decir que los demócratas han llegado a su techo electoral estas elecciones y que, a pesar del optimismo de Biden en declaraciones a las 6h42, el presidente Trump tiene las de ganar, como así ha declarado, tachando de fraude los votos aún por contar. La noche ha sido larga y la semana se aventura aún más larga todavía, aunque esperemos que los movimientos radicales de ambos lados no acaben por tomar esta lucha que debe de ser legal como motivo para la confrontación en las calles de Norteamérica.
Podemos decir que los demócratas han llegado a su techo electoral y que el presidente Trump tiene las de ganar"
La “noche americana” es una técnica cinematográfica de los albores del cine en la que, debido a la dificultad para filmar imágenes nocturnas con las cámaras de antaño, se fingía la oscuridad y la luz de la luna en escenas rodadas a plena luz del sol gracias a unas lentes ahumadas colocadas delante del objetivo. Las lentes podían ser azuladas o rojizas dependiendo del tono oscurecido que se deseaba lograr. Parece ser que la noche americana vivida hoy ha sido filmada con una lente roja, pues el mapa de los Estados Unidos se ha teñido de ese color a lo largo de la noche. No será tal vez la noche más oscura, pero sigue siendo la larga noche de Trump para Estados Unidos y para el mundo.
Carlos Herrero Martínez es responsable de investigación e investigador del Instituto Franklin-UAH.
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