Presumir de los números de desempleo de Zapatero es algo a lo que seguramente sólo María Jesús Montero podría atreverse. Uno la recuerda cuando tenía que hacer bailar los números del dinero como un circo de pulgas, no para este Gobierno con viruelas de Sánchez, sino para la Junta de Andalucía de Susana. La Junta, con su administración paralela como marroquí y sus abultados chiringuitos de partido, intentaba entonces huir de los ERE y de la corrupción sepultando tomazos entre escombros o muertos políticos y metiendo dedos en los agujeros y en los ojos. Una vez, el PP le preguntó por 2471 millones sin justificar y Montero contestó, con cara de cambiar pañales, que “en otras comunidades esa información no existe” y allí “había transparencia”. Al insistir el PP sobre dónde estaban esos millones, otro consejero replicó que el dinero de los andaluces se lo había llevado Cristóbal Montoro.
María Jesús Montero hablaba siempre de un dinero malcontado y arenoso que, encima, la mayoría de las veces no se sabía dónde había terminado o si alguna vez había existido. Eso sí, si faltaba, la culpa era de Rajoy o Montoro. Llegó a decir que un nivel de ejecución de los presupuestos del 30 o el 40% en una provincia le parecía “una cifra bastante razonable”. El truco, por ejemplo, es que la misma obra lleve lustros en el presupuesto, vendiéndose cada año como se vende cada año el mismo turrón duro y el mismo champán de corista. Para qué preguntarse dónde estaba ese dinero. Ella lo decía todo muy enfadada, como una tía abuela que acaba de perder su monedero con estampado de sofá, lleno de duros y botones, y se creía que eso ya la hacía convincente, o sea exactamente como ahora.
Hay que seguir dando de comer a una clientela piadora, y ahora son los socios de Sánchez, que no van a fundirse el dinero en virología, seguro, pero de alguna manera hay que justificarlo
María Jesús Montero ya había aprendido antes, del mismísimo Chaves, con quien también fue consejera, que las palabras tapan los números. El bueno de Manolo se pasó toda su larga, regia y abotagada presidencia haciendo literatura de cordel y de cristobita para los pobres, que es mucho más sencillo que sacarlos de pobres. Los números no importan cuando lo que te funciona es hacer cuentos de Dickens con avaros y cojitos. Así que Montero defendía aquellos presupuestos de dinero fantasmagórico soltando una retahíla lotera que luego envolvía en frases como “poner a las personas en el centro”. Los presupuestos no son dinero, sino hablar de un niño en una guardería o de un padre con inyección. “Gente vulnerable”, “llegar al corazón de las familias”... Cosas así le tengo apuntadas de aquella época en que el dinero no dejaba de irse por las alcantarillas entre tan hermosas coplas.
Se entiende que Sánchez cuente con Montero para hacer del dinero sopitas sentimentales y telenovelas de malos y cieguecitas. Ni siquiera esta crisis incomparable deja de ser retórica para ella. Montero dice “presupuesto de país” (¿podría ser otra cosa?), “certeza, confianza y esperanza”, “palanca transformadora”, y todo así, y uno sigue viendo a aquella tía abuela de Chaves, entre madrastra y viejita de Piolín. A Montero le funcionaba muy bien Rajoy y sobre todo Montoro, que era como su archienemigo en el lado oscuro, con una sola letra cambiada igual que un signo de magia negra. Ellos eran los sacamantecas del dinero andaluz, aunque fuera ella la que hacía presupuestos que no evitaban que los andaluces siguieran pobres. Sacar a Zapatero sigue siendo el mismo recurso pero en positivo, un recurso que ya digo que suena a Chaves porque se lo enseñó Chaves.
Lo del desempleo de Zapatero se explica con segundas derivadas y puntos de inflexión, viendo cómo la gráfica cambia con él de convexa a cóncava, pero esto es jaleoso. Es más fácil entenderlo pensando que el empleo es un avión que subía con el PP y en ese momento toma el mando Zapatero, que simplemente apaga los motores. El avión sigue subiendo por inercia, pero desacelerando, hasta que llega a su punto más alto y ya comienza a caer para no dejar de hacerlo. Pues bien, lo que ha dicho Montero, tan tunanta con los números como con las palabras, equivale a presumir de que Zapatero llevara el avión a lo más alto, cuando sólo es el responsable de que empezara su caída libre.
Cada vez que llega un debate de éstos yo me acuerdo de Félix Bayón, que era bueno y grande y tenía su corazón con portezuelas, como cuando en los dibujitos animados el corazón asustado o enamorado sale con muelle. Él escribió aquello de Vivir del presupuesto, que es de lo que va esto, igual entonces con la herencia vergonzosa de aquel socialismo de moscas que ahora con la herencia pegajosa del virus. El caso es que hay que seguir dando de comer a una clientela piadora, y ahora son los socios de Sánchez, que no van a fundirse el dinero en virología, seguro, pero de alguna manera hay que justificarlo. Qué mejor que un discurso de enfermera de noche, hosca y con lavativa pero sanadora. María Jesús Montero sigue sacando de su monedero de vieja botones como duros o duros como botones, en un jaleo de regañinas, desmoñes y partidas caducadas como cupones de los ciegos. Cuando ya va por la telenovela, el dinero se ha perdido como sus horquillas del pelo, para siempre.
Presumir de los números de desempleo de Zapatero es algo a lo que seguramente sólo María Jesús Montero podría atreverse. Uno la recuerda cuando tenía que hacer bailar los números del dinero como un circo de pulgas, no para este Gobierno con viruelas de Sánchez, sino para la Junta de Andalucía de Susana. La Junta, con su administración paralela como marroquí y sus abultados chiringuitos de partido, intentaba entonces huir de los ERE y de la corrupción sepultando tomazos entre escombros o muertos políticos y metiendo dedos en los agujeros y en los ojos. Una vez, el PP le preguntó por 2471 millones sin justificar y Montero contestó, con cara de cambiar pañales, que “en otras comunidades esa información no existe” y allí “había transparencia”. Al insistir el PP sobre dónde estaban esos millones, otro consejero replicó que el dinero de los andaluces se lo había llevado Cristóbal Montoro.
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