No ha pasado ni un mes desde que la Sala Penal de la Audiencia Nacional absolviera a Josep Lluis Trapero de los delitos de sedición y desobediencia y ya ha sido restituido como jefe de los Mossos.

Se veía venir. Si Trapero no cometió ningún delito ¿por qué mantenerle apartado de su preciado cargo? Podríamos ir un poco más lejos y preguntarnos: si Trapero no delinquió durante su actuación en los días clave del procés ¿acaso tiene sentido la condena del Tribunal Supremo a sus dirigentes?

No se preocupen. Antes de las elecciones catalanas de febrero es muy posible que les veamos a todos en libertad tras una reforma exprés del Código Penal con carácter retroactivo.

Volvemos pues a la casilla de salida: todo listo para repetir la operación. Y aún hay quien se asombra al escuchar: "Ho tornarem a fer".

Con Trapero vuelve al frente de la policía autonómica un símbolo. El héroe de los atentados del mes de agosto de 2017 y el hombre que hizo todo lo que estuvo en su mano para no impedir el referéndum ilegal del 1-O. Un policía enraizado con el pueblo.

La decisión tanto de la Audiencia Nacional como de la Generalitat es coherente con los nuevos tiempos. Mientras se etiqueta a la derecha y al centro derecha de "antipatriotas", el Gobierno aproxima posturas con Bildu y con ERC. Ni los proetarras se han movido un ápice de sus postulados, ni los independentistas catalanes han renunciado al referéndum de autodeterminación y a la soberanía. Está visto que en el Gobierno de Pedro Sánchez quien marca la pauta de las alianzas políticas es su vicepresidente segundo, Pablo Iglesias, que no tiene inconveniente en hacer concesiones porque el poder de estos grupos le da a él mayor influencia a la hora de gobernar. Es Iglesias el que le garantiza a Sánchez la mayoría de investidura y, por tanto, su peso no equivale a 35 escaños, sino al doble. Lo que perdió UP en las elecciones de hace un año lo ha ganado como garante de que Sánchez puede seguir en Moncloa toda la legislatura.

Con Trapero, la Generalitat recupera un símbolo: el jefe de policía que hizo posible el 1-O

"Es la lógica de los votos", dice un miembro del Gobierno para justificar las alianzas de cara a la aprobación del Presupuesto. Sí, una lógica matemática que se olvida de que la política tiene que ver también con otros valores, como la moral o la ética. No hablemos ya de la incoherencia: la hemeroteca es el principal enemigo del presidente del Gobierno.

Trapero vuelve a dirigir a los Mossos justo cuando el conseller de Interior de la Generalitat, Miquel Sàmper, ha anunciado que el Govern no denunciará los insultos o agresiones a los agentes, siempre que estos no resulten heridos. Lo cual es poco menos que una invitación a la lucha callejera, en la que los CDR ya han demostrado su capacidad para ejercer la violencia. "Apreteu, apreteu". Y ahora sin sanción administrativa. Un chollo. Claro que si Trapero actúa como lo hizo durante la jornada del 1 de octubre no habrá caso. Sencillamente, los Mossos se limitarán a recomendar a los alborotadores que no arrojen piedras y, si lo hacen, que no sea contra ellos.

Vivimos momentos confusos. La unidad de los partidos democráticos que en 2017 llevó a aplicación del artículo 155 de la Constitución ahora suena casi a contubernio fascista. La unidad de los demócratas frente a ETA y sus aliados es sólo una rémora del pasado, casi una pesadilla.

Este es el escenario político que caracteriza la llamada "nueva normalidad". Dan ganar de seguir la recomendación de Trapero que hizo furor en redes sociales: "Bueno, pues molt bé, pues adiós".

No ha pasado ni un mes desde que la Sala Penal de la Audiencia Nacional absolviera a Josep Lluis Trapero de los delitos de sedición y desobediencia y ya ha sido restituido como jefe de los Mossos.

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