Mala semana para el presidente. Cuando aún el incendio del viaje de Pablo Iglesias a Bolivia no se había apagado, el vicepresidente volvió a demostrar quién marca el paso en España y se descolgó pactando con Bildu su apoyo a los Presupuestos.
Esto, cuando se cumple un año del acuerdo que forjó el primer gobierno de coalición desde la muerte de Franco.
Hagamos memoria. En Moncloa bendijeron el abrazo entre Sánchez e Iglesias (tras aquel rotundo: "Ni yo ni el 95% de los españoles dormiría tranquilo con Podemos en el Gobierno") como una forma de agiornar a un partido que nació con vocación antisistémica.
Pero la moqueta no ha amansado al tigre, sino que más bien le ha envalentonado, hasta el punto de colocar al PSOE ante el peligro de perder a una parte importante de su electorado moderado.
El tuit de Fernández Vara y la declaración de García Page, cuestionando abiertamente el pacto con Bildu, es tan sólo una muestra de un mar de fondo que pone a Sánchez ante la tesitura de desautorizar a su vicepresidente segundo o bien arriesgarse a ser visto por los votantes socialistas clásicos como un oportunista amoral.
Que el pacto con Bildu ha hecho daño al eje Ferraz/Moncloa (el acuerdo para aprobar el Presupuesto español ha sido remachado con el firmado en Navarra por el que los proetarras apoyarán las cuentas de María Chivite) lo demuestra la contraofensiva mediática de este fin de semana. Coordinada desde la presidencia, ha tenido distintos protagonistas:
1º El ministro de Transportes y secretario de Organización del PSOE, José Luis Ábalos, en El País: "Bildu ha tenido más sentido de responsabilidad que el PP con los presupuestos".
2º El ministro del Interior, Grande-Marlaska, en La Vanguardia: "El Estado venció a ETA y ahora el Estado aplica las leyes penitenciarias".
3º La portavoz del Grupo Socialista, Adriana Lastra, en elDiario.es: "Que Bildu apoye las cuentas es normalidad democrática y que la izquierda abertzale esté en las instituciones, un éxito".
Si ya cuesta defender un pacto con ERC ("socio poco fiable", en palabras de otro barón socialista díscolo: Javier Lambán), construir un relato mínimamente sostenible sobre el que blanquear nada más y nada menos que a Bildu es tarea poco menos que imposible.
La ofensiva mediática demuestra que el pacto con Bildu ha hecho daño al PSOE y, sobre todo, al presidente
El argumentario difundido desde el edificio de Semillas monclovita es sencillo, de fácil comprensión: que partidos como ERC y Bildu apoyen los Presupuestos del Gobierno de España es una victoria de la democracia porque supone integrar en la gobernabilidad a grupos tradicionalmente enfrentados al Estado. Y añaden: que esto lo hagan en plena pandemia, cuando España necesita unos Presupuestos para afrontar una situación tan delicada, cobra especial valor.
El problema es que el silogismo se basa en una premisa falsa. Ni ERC ni Bildu han manifestado que renuncian a sus planteamientos (ruptura de la unidad de España y destrucción del llamado régimen del 78, o sea de la Constitución). Si han decidido dar sus votos a las cuentas del Reino -tras la intervención en ambos casos del vicepresidente segundo- no es porque quieran participar de la gobernabilidad, ni por responsabilidad, ni por esas patrañas que da hasta vergüenza escuchar, sino porque, a cambio, han conseguido un elevado precio. Al menos que sepamos, en el caso de ERC la promesa de modificar el Código Penal para poner en libertad a los jefes del procés, condenados por el Tribunal Supremo por sedición y malveración; en el caso de Bildu, el traslado al País Vasco de los criminales más sanguinarios de ETA.
Es decir, es el Estado, en este caso el Gobierno de Sánchez/Iglesias, el que ha cedido antes los enemigos declarados de la Constitución para que les den sus votos. No al revés. La irresponsabilidad ha sido, en este caso, del Gobierno.
Son demasiadas las veces que el presidente ha dicho que nunca pactaría con Bildu para que ahora nos vendan la mercancía averiada del "triunfo de la democracia". El día en que Otegi condene los asesinatos de ETA entonces podremos hablar de equiparar a Bildu con el resto de los partidos.
Con Sánchez la política ha perdido todo valor ético y moral, se ha convertido en pura aritmética. Si suma, vale. Eso sí, siempre que la derecha quede arrinconada, como si sus votos carecieran de legitimidad.
Pero no se engañen. Aunque parezca mentira, el argumentario tendrá recorrido y tal vez éxito. Porque someterse al poder siempre tiene premio.
Mala semana para el presidente. Cuando aún el incendio del viaje de Pablo Iglesias a Bolivia no se había apagado, el vicepresidente volvió a demostrar quién marca el paso en España y se descolgó pactando con Bildu su apoyo a los Presupuestos.
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