Sánchez estrenaba presidencia, redentorismo y un Mediterráneo como una piscina hinchable donde él tenía que hacer su primer milagro como Ana Obregón hacía su primera mojada ritual, no tanto para que existiera el verano sino para que siguiera existiendo ella. El milagro de Sánchez, milagro de temporada, inaugural y personalista, como un milagro de San Valentín, fue el Aquarius, que iba a la deriva homéricamente por el Mediterráneo azotado por dioses y monstruos. Esperando al Aquarius, en Valencia prepararon como una media maratón con pancartas, pérgolas, periodistas, camilleros, discursos y autobuses con versículo motivador. Hasta estaba el padre Ángel con cayado milagrero y cara de día del Domund de contar duros y negritos. Y Carmen Calvo, como una azafata de maillot de la montaña para el primero que llegara. Cómo ha cambiado la cosa. Ahora, en Canarias, cuando ya no caben más inmigrantes, simplemente los sueltan como si fueran gallinas.
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