En los años veinte del siglo pasado un ya conocido economista inglés, miembro del grupo de Bloomsbury, publicó un libro denominado Cómo pagar la guerra, en referencia a las secuelas de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial para las nuevas generaciones), y mucho menos comentado que su famosa Teoría General. Obviamente, John Maynard Keynes era una mente privilegiada, capaz de convertir su cerebro en una bolita mágica con la cual hacer predicciones novedosas, inalcanzables para los vetustos cuerpos burocráticos que regían las universidades (léase, en versión actual, ANECA).
Pues bien, es preciso analizar qué pasa después de una guerra, aunque no sea cruenta, pero sí dolorosa, como nos ocurre ahora con el Covid 19. Cuando acabaron las guerras napoleónicas, Gran Bretaña, único país del mundo en el que existían por aquel entonces estadísticas fiables, vio que la ratio de Deuda Pública sobre PIB se le había puesto por encima del 200% (es lo que tiene ganar a Napoleón). El entonces omnímodo poder del Imperio Británico, apoyándose en el todavía legal sistema esclavista (el Acta de 1807 sólo prohibía el comercio de esclavos en la propia Gran Bretaña, pero no en el resto del mundo) y en una pléyade de colonias de las que obtenía casi gratuitamente todas las materias primas que necesitaba, consiguió en dos décadas reducir drásticamente esa enorme deuda pública, a base de no gastar mucho y de incrementar notoriamente el PIB sobre la base de su incontestable liderazgo económico mundial, después de haber acabado con Francia, que España hubiera perdido Latinoamérica y que la república holandesa hubiera sido barrida previamente por Napoleón.
Así las cosas, llegamos al siglo XX y las guerras mundiales destruyeron de nuevo las economías europeas, y la deuda pública se incrementó otra vez de forma notoria, con la particularidad de que ya no se podían tener esclavos (al menos, no oficialmente, aunque se podía pagar a los empleados asiáticos con un cuenco de arroz), y las colonias se independizaron, Gran Bretaña estaba bastante tocada, Europa Continental destruida y la nueva potencia emergente era Estados Unidos. Los americanos lo tenían claro, tenían que transformar su economía de guerra en economía de paz, y para ello necesitaban clientes, y dónde encontrarlos mejor que en Europa. El Plan Marshall benefició mucho a los países europeos, pero también, y mucho, a Estados Unidos. De hecho, parte de los créditos de dicho Plan acabaron siendo condonados, al igual que había pasado con los planes Dawes y Young para rescatar a la república alemana de Weimar veinte años antes.
¿Cómo vamos a pagar un billón y medio de euros sirviendo cervezas a los guiris? La respuesta es muy sencilla: nunca
Pero llegaron los años sesenta y todo empezó a descabalarse. La Guerra Fría (otra guerra) pasaba su factura, y de nuevo empezaba a ser necesario financiarla. Estados Unidos en su carrera armamentística había incrementado sus necesidades financieras, al igual que diversos países europeos (no España, a la que nadie le prestaba nada en la época de Franco). Las ratios comenzaron a ser peligrosas, pero llegó la crisis del petróleo, y se produjo en los años setenta una inflación galopante. No estaremos exagerando si decimos que la mitad de la deuda pública entonces emitida se pagó con inflación, es decir, con la devaluación general del valor de los bonos emitidos.
Y llegamos a los tiempos actuales. De nuevo otra guerra, sanitaria, pero guerra, al fin y al cabo, que exige de una enorme cantidad de recursos financieros, y los países se han lanzado a emitir deuda, que, en el caso español, no quiere nadie, y que la está comprando el Banco Central Europeo. Estamos en mitad de esa guerra, y durará como poco hasta mediados del año 2021. Después sólo quedarán los registros de deuda pública emitida, amén de un déficit público salvaje (no creo que baje el año que viene del 10%), y unas expectativas económicas bastante malas para un país que ha hecho de la cerveza y el ladrillo su razón de ser.
La pregunta que nos surge y que da título a este artículo es simplemente: ¿cómo vamos a pagar un billón y medio de euros sirviendo cervezas a los guiris? La respuesta es muy sencilla: nunca. A poco que suban los tipos de interés en los próximos años (están en negativo, por lo que sólo pueden subir), el servicio de la deuda hará imposible que España atienda sus compromisos de pago, y no le quedará otra que solicitar un rescate a la Unión Europea, con lo que ello conllevará (llámese hombres de negro). La otra pregunta lógica sería si estamos en condiciones todavía de revertir esta situación, y la respuesta, en mi opinión, es: no con este Gobierno. No me refiero al PSOE, que demostró con Felipe González tener capacidad para gestionar un país, sino a las personas que se han puesto el pin del PSOE en la solapa en los últimos años.
Cuando en 2022 se revisen las cuentas públicas, la Troika se dará cuenta de la inviabilidad económica del modelo español de renta básica, gasto público desbocado y pensiones insostenibles
Hace pocos días veíamos decir a Adriana Lastra, ante las críticas de los integrantes de aquellos gobiernos socialistas de los años ochenta y noventa, que eran sus “mayores”, y más o menos, que se callaran, porque ahora era la hora de los jóvenes (de ellos), y les tocaba a ellos decidir lo que se hacía o no con el destino de los españoles. Sinceramente, no creo que nadie pueda gestionar un país (cosa que realmente es difícil) ignorando la historia, sin tener la formación suficiente y estando cargados de ideología sectaria.
Y lo peor de todo es que ahora no tenemos un Keynes que nos rescate de la falta de ideas, de la pobre visión de nuestro futuro inmediato y de los tacticismos (Garicano dixit) de nuestro presidente del Gobierno. Estamos como Albert Rivera en su primer cartel electoral y, además, e increíblemente, parece que esperamos que nos llueva el maná del cielo (fondos europeos en versión actual) para subsistir en los cuarenta años de travesía del desierto. Pues no, Sr. Sánchez, ahora no hay esclavos ni colonias ni inflación, no hay Plan Marshall, ni pájaros dodo que nos echen maná del cielo (se extinguieron en el siglo XVII), ya que la magnitud de lo que necesitamos no pueden echarlo simples palomas.
Cuando acabe esta guerra sanitaria, cada país tendrá que apoyarse a sí mismo, y cuando en el año 2022 se revisen las cuentas públicas de los diferentes miembros de la Unión Europea, la Troika se dará cuenta de la inviabilidad económica del modelo español de renta básica, gasto público desbocado y pensiones insostenibles, y tendrán que tomar decisiones, que auguro serán especialmente dolorosas para un país que lleva sufriendo mucho, que va a sufrir mucho más y que no se merece la clase política que le ha tocado en suerte.
Miguel Córdoba. Profesor de Economía Financiera. Universidad CEU-San Pablo.
En los años veinte del siglo pasado un ya conocido economista inglés, miembro del grupo de Bloomsbury, publicó un libro denominado Cómo pagar la guerra, en referencia a las secuelas de la Gran Guerra (Primera Guerra Mundial para las nuevas generaciones), y mucho menos comentado que su famosa Teoría General. Obviamente, John Maynard Keynes era una mente privilegiada, capaz de convertir su cerebro en una bolita mágica con la cual hacer predicciones novedosas, inalcanzables para los vetustos cuerpos burocráticos que regían las universidades (léase, en versión actual, ANECA).
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