Todavía hay quien se pregunta qué diferencia hay con otras veces que se acercaron presos o se habló con los encapuchados de ETA con la serpiente enroscada en la pata de la silla. La diferencia es que ahora aquellos matones ya sienten que pueden “democratizarnos”, como ha dicho Otegi en su idioma invariablemente macarra, como si se hubiera quedado en los ochenta con la tachuela de bala y el dabuten de una litrona cementerial. Antes podía haber concesiones tácticas o policiales, pero el objetivo seguía siendo derrotarlos. Y no sólo derrotarlos militarmente, quitándoles las pistolas y mojándoles las mechas, sino democráticamente, mostrando la perversidad y la alienación de sus ideas sobre pueblo, libertad y moralidad. Ahora se les da la razón. Ésa es la diferencia.
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