La resiliencia es una marca y un superpoder de Sánchez, así que los fondos europeos para eso mismo los va a manejar directamente él, como Ruiz Mateos manejaba esa marca de flanes o chocolates grotescamente heroicos. La cogobernanza es una cosa que sirve para repartir el marrón, la ruina, el bicho, los muertos que Sánchez cree que todavía pueden ir a cobrarle una deuda a Ayuso con su frac de cobrador del frac. Pero la cogobernanza no sirve para el dinero, que es un don, una gracia que hay que administrar con carisma. El dinero mejor lo reparte Sánchez personal y dominicalmente, como duros de marquesito. Si acaso, algún amigo socialista, como Pepiño Blanco, le puede ayudar, como un monaguillo de duros. Pero poco más.

Sánchez no ha necesitado un comité de expertos para el virus, mucho menos lo va a necesitar para repartir el dinero. Le bastará su consejo de ministros escueto, fiel, feliz y taurino, como una bota de tinto

Se pueden hacer muchas bromas, pero fue Sánchez el que consiguió ese dinero. Fue Sánchez el que se marchó a Europa a pedirlo o exigirlo poniendo caras de solapa de libro, esas caras con dedo en el mentón con las que el escritor quiere dar a entender que no deja de pensar todo el tiempo, aunque no escriba. Piensa tanto que la cabeza le pesa como un mosquetón que requiere horquilla. Es algo tan peligroso y penoso que uno a veces le compra el libro para que no le reviente esa cabeza con mecha que va aguantando el pobre como una bomba de tebeo. En Europa hicieron eso mismo con Sánchez, o sea darle el dinero a pesar de su engreimiento improductivo, por esa solidaridad ilustrada que a lo mejor tiene el gobernante hiperbóreo con el gobernante mediterráneo, como la tiene a veces el lector magnánimo con el poeta de melenita de violín y café de tinta fría. La premier finlandesa hasta le llamó la atención a Sánchez: “¿Qué has hecho tú? Nosotros nos hemos movido. Ahora es tu turno”. El presidente no se movió pero le dieron el dinero igual, que es todavía mejor porque es una manera más española y más chulapa de conseguirlo.

A la vuelta de Europa lo recibieron como a un torero, en aquel consejo de ministros con aplausos por bulerías y claveles en la boca, o algo así recuerdo quizá idealizando la faena. Y es que todo va conduciendo a lo mismo: aquél era verdaderamente un dinero de torero y por eso lo va a repartir Sánchez como un torero, entre subalternos, agradadores y cigarreras. Si acaso, podría haber una pequeña corte de Salomón o de tablao, más que nada por alabar al alabado y para que nadie piense que la justicia del justo es sólo arbitrariedad del cacique. En esa corte no iba a estar en principio Pablo Iglesias, pero Sánchez recordó que no se trataba sólo de repartir ese dinero que él había traído de Europa como de una feria, sino de respetar ese compromiso que tenía anteriormente de repartir todo el Estado con sus socios. De las judicaturas filosóficas al metal de calderero, Sánchez tenía que repartirlo todo entre las tribus de su reinado. Parece algo sabio, santo y bíblico porque lo es. Así que Iglesias estará ahí, como un escriba al menos, contando o viendo pasar el oro en cofres alados.

La cogobernanza sirve para que uno se pueda ir de vacaciones de futbolista durante una pandemia histórica, pero el dinero debe estar centralizado o no parece dinero. De ahí el taco de dinero o el dinero al taco, el dinero con una sola gomilla y una sola autoridad. Sánchez quiere tener y notar el taco, su tacto y su peso que dan seguridad como un revólver, así que no ha pensado en complicadas estructuras técnicas para este gran plan, plan de resiliencia al taco. Sánchez no ha necesitado un comité de expertos para el virus, mucho menos lo va a necesitar para repartir el dinero. Le bastará su consejo de ministros escueto, fiel, feliz y taurino, como una bota de tinto. Si ha podido manejar una epidemia con propaganda y política puras, con más razón el dinero, que es mucho más político y propagandístico. La política del taco es la más sencilla. Infinitamente más sencilla que la política de velatorio que ha usado con el virus.

Sánchez no va a necesitar muchos expertos y, de hecho, apenas va a necesitar papel. El decreto parece un díptico de una feria de la tapa y Sánchez, al que le basta un cetro con dedo, ha reducido trámites y burocracia. Por eso ya se está levantando, igual que en la taberna con el rumor de tratos de tierras o vacas, el corredor, alcahuete, facilitador, comisionista o muerdecapas, figura españolísima como el fraile tragón. La justicia, la ciencia o la administración requieren expertos, pero la arbitrariedad sólo requiere persuasión y compadreo. Pepe Blanco, que vive ya en las posadas de la política como tanta gente, tiene preparada su consultora para ayudar a las empresas a acceder a ese dinero de talega y ronda. Delante no tiene funcionarios ni inspectores, sólo Sánchez abanicándose con el taco e Iglesias apartando el diezmo.

La resiliencia es una marca y un superpoder de Sánchez, así que los fondos europeos para eso mismo los va a manejar directamente él, como Ruiz Mateos manejaba esa marca de flanes o chocolates grotescamente heroicos. La cogobernanza es una cosa que sirve para repartir el marrón, la ruina, el bicho, los muertos que Sánchez cree que todavía pueden ir a cobrarle una deuda a Ayuso con su frac de cobrador del frac. Pero la cogobernanza no sirve para el dinero, que es un don, una gracia que hay que administrar con carisma. El dinero mejor lo reparte Sánchez personal y dominicalmente, como duros de marquesito. Si acaso, algún amigo socialista, como Pepiño Blanco, le puede ayudar, como un monaguillo de duros. Pero poco más.

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