En Estados Unidos hacer campaña por uno u otro candidato político no te pasa factura profesional. En España todavía sí. Los cantantes y compositores han sido siempre los primeros en romper el secreto de su idolología política, manifestándola con normalidad, incluso poniendo su colofón musical en mítines de todos los partidos. Mantenían la certeza de ser libres porque su público asistía a los conciertos, y no rendían pleitesía al dinero público que les dejaba de contratar en los Ayuntamientos de signo contrario. Así ejercen su libertad Bertín Osborne, Miguel Bosé, Loquillo, Francisco, Marta Sánchez o Julio Iglesias. Algunos por ser valientes y decir lo que piensan, incluso reactivan su carrera musical como José Manuel Soto, sus conciertos además de buena música, tienen lo que destilaban los de Lluís Llach en la transición, aires de libertad.
La izquierda ha perdido el poder omnipresente en digitales y redes sociales tras una nefasta gestión de la pandemia, alianzas imposibles y mentiras manifiestas
También los deportistas han dado un paso al frente defendiendo el país por el que compiten en todo el mundo, el que hace sonar su himno cuando son vencedores, convirtiéndose en símbolo de toda una nación. Quizá por eso cuando la ponen en riesgo son los primeros en salir a defenderla. Las críticas al Gobierno Sánchez-Iglesias durante la mala gestión de la pandemia han llegado por parte de Pepe Reina, Fernando Verdasco y Feliciano López en el tenis y hasta del mismísimo Fernando Alonso, siguiendo la estela del mayor ejemplo que tiene España en deporte, que sin duda es Rafa Nadal.
Son muchos, incluido Felipe González y Alfonso Guerra, los que piensan que el Estado de derecho conseguido tras la transición esta en grave peligro, y por ello hablan públicamente contra este gobierno personajes que nunca antes lo hicieron, como Ramón Arcusa, uno de los mayores compositores de todos los tiempos, o María Jiménez, Mario Vaquerizo o el bueno de Pitingo, el último en recibir los ataques furibundos de las hordas del progresismo. Pitingo es hijo de padre Guardia Civil y madre gitana. Los que dan carnets de progresista le dedicaron en Cadena SER, donde si no, una canción a Pitingo tras sus tweets críticos al Gobierno, la canción repetía una y otra vez la misma letra “cómele el culo a un nazi”. David Broncano, Ignatius Farray y Quequé, cantaron al unísono la canción, intentando hacer un humor que ya ni ellos entienden. Ninguno de esos tres recuerda que en junio de 1938 los nazis instauraron la “semana de limpieza gitana”, ejecutaron a 250 niños gitanos para comprobar la efectividad de un nuevo gas letal y que en total los nazis ejecutaron a 500.000 gitanos, todavía a día de hoy son los grandes olvidados de Holocausto. Dice Pitingo que el nuevo fascismo no viene de la derecha, y no le falta razón.
Esta pandemia ha servido para eliminar todo complejo a la derecha y centro españolas, se atreven a ocupar las redes sociales con mayor efectividad que la izquierda radical. Al fin los que piensan distinto dan la cara, sin avergonzarse. Sin embargo, esto entre los actores y actrices de este país sigue haciéndose dentro del armario y a puerta cerrada. En el teatro, el cine y las series de televisión, los interpretes mantienen el pensamiento único. Son muchos los que votan centro o derecha, sin embargo, manda la omertá en actos públicos. Jamás uno de esos actores ha criticado abiertamente a un gobierno socialista en la Gala de entrega de los Goya, ni se ha contratado para presentarla a nadie que no sea “de los suyos”. Son pocos los actores que se manifiestan libremente contra este gobierno, algunos como Josema Yuste lo ha hecho en algunas entrevistas calificándolos sin censura. “Son psicópatas” dice. Otros como Quique San Francisco va más allá y apoya públicamente a Vox. Pero son excepciones. Hasta Antonio Banderas destila críticas en público “El error de este gobierno probablemente es no haberlo previsto con anterioridad. Es muy injusto que esta gente esté trabajando en las condiciones que está trabajando” dijo refiriéndose a los sanitarios.
La izquierda ha perdido el poder omnipresente en digitales y redes sociales tras una nefasta gestión de la pandemia, alianzas imposibles y mentiras manifiestas. Solo les queda la televisión, siempre cerca del poder para no perder ayudas públicas imprescindibles para su supervivencia. Pero la televisión no crea opinión ni goza de credibilidad como la radio o las redes sociales.
Falta muy poco para que salga del armario el pensamiento único que impera en algunos escenarios de nuestra cultura.
En Estados Unidos hacer campaña por uno u otro candidato político no te pasa factura profesional. En España todavía sí. Los cantantes y compositores han sido siempre los primeros en romper el secreto de su idolología política, manifestándola con normalidad, incluso poniendo su colofón musical en mítines de todos los partidos. Mantenían la certeza de ser libres porque su público asistía a los conciertos, y no rendían pleitesía al dinero público que les dejaba de contratar en los Ayuntamientos de signo contrario. Así ejercen su libertad Bertín Osborne, Miguel Bosé, Loquillo, Francisco, Marta Sánchez o Julio Iglesias. Algunos por ser valientes y decir lo que piensan, incluso reactivan su carrera musical como José Manuel Soto, sus conciertos además de buena música, tienen lo que destilaban los de Lluís Llach en la transición, aires de libertad.
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