Mucha tarea tiene por delante Pablo Casado y no le falta precisamente material sobre el que trabajar si pretende, como pretende y como es su obligación pretender, constituirse en alternativa real para los votantes españoles y desalojar alguna vez del poder a Pedro Sánchez y su séquito de apoyos.
Las leyes que se van a aprobar en las próximas semanas y los Presupuestos “de país” que van a ser sacados adelante con comodidad para el Gobierno porque el presidente y su número dos han optado por apoyarse en separatistas en distinto grado y en proetarras, describen muy bien el amplio terreno sobre el que el líder del PP ha de trabajar.
Estos pactos, que suponen una transgresión gravísima de los supuestos sobre los que se había asentado hasta ahora la convivencia política en España, han sido asumidos por el Gobierno en su conjunto con una naturalidad pasmosa o todo lo más con un incómodo silencio, lo cual evidencia el poco respeto que se tiene en el Ejecutivo por las reglas éticas y morales en las que se supone que se tienen que desenvolver las personas que dirigen el futuro inmediato del país.
Esta es una realidad que se puede juzgar y condenar tantas veces como sea necesario pero que no va a cambiar la relación de fuerzas existente ahora mismo en España. Y sobre esa realidad es sobre la que tiene que trabajar Pablo Casado y su equipo de aquí a las próximas elecciones generales de 2023.
Para empezar, tiene que consolidarse como alternativa a los ojos del electorado de centro derecha y centro izquierda, que es el que otorga las mayorías suficientes para gobernar con comodidad.
Y eso pasa por ampliar su actual base de votantes, hoy muy desperdigados entre la abstención por escepticismo y el apoyo a Ciudadanos o a Vox, lo cual le resta a PP el suficiente número de apoyos como para garantizarle el fracaso en la próxima convocatoria electoral si para entonces no ha sido capaz de resolver esa dispersión de manera efectiva.
Para empezar, tiene que consolidarse como alternativa a los ojos del electorado de centro derecha y centro izquierda, que es el que otorga las mayorías suficientes para gobernar con comodidad
Con la fotografía de hoy podemos asegurar que, si esa fotografía no se ve alterada, el futuro de Pedro Sánchez en La Moncloa está asegurado para varias legislaturas. Otra cosa es cuál sería el destino de España como ámbito común de convivencia entre los españoles sometida a los propósitos de quienes tienen como objetivo principal destruir ese proyecto que sancionó en su día la Constitución de 1978.
Ahí tiene Pablo Casado un terreno amplio en el que hacer política para advertir a la ciudadanía de lo que significa que los independentistas de ERC y Bildu y los ultraizquierdistas de Podemos influyan decisivamente, como está sucediendo ya ahora en las decisiones de Gobierno. En este campo hay mucho que arar y mucho votante de la izquierda moderada al que atraer.
Pero si los partidos de centro derecha siguen haciendo cada uno la guerra por su cuenta, como va a ocurrir con las elecciones catalanas, de nada servirán las advertencias del PP contra la política de quienes han dicho repetidamente que pretenden romper España porque nunca alcanzará la fuerza para revertir las políticas destructivas de su unidad y el perseguido debilitamiento y descrédito previos de nuestras instituciones democráticas.
Vamos a ver en qué queda Ciudadanos tras las elecciones catalanas, momento en que Inés Arrimadas tendrá que enfrentarse a definir el papel de su partido en la escena política española una vez que ha fracasado en su intento de acercarse al PSOE y la han dejado en el quicio de la puerta sin invitación para entrar.
Es verdad que con su mano tendida ha dejado claro cuál es la opción política preferida por Pedro Sánchez y ejecutada por Pablo Iglesias, pero eso es algo que ya se sabía desde hace meses, por lo que su gesto no será de los que pasen a la Historia y quedará diluido hasta desaparecer con el paso de los días.
Es muy probable que tras los comicios catalanes, decisivos para Cs, el partido se quede en tierra de nadie y sin un papel concreto que jugar salvo el de conservar hasta las siguientes elecciones autonómicas y municipales los cogobiernos en las autonomías y en los ayuntamientos en los que ahora comparte el poder con el PP.
Es muy probable que tras los comicios catalanes, decisivos para Cs, el partido se quede en tierra de nadie y sin un papel concreto que jugar
Pero eso no le proporciona una identidad clara como partido alternativa del PP a nivel nacional, de modo que será el momento en que Pablo Casado ponga en marcha su siempre soñada estrategia de sumar las dos fuerzas, pero no ya en la fórmula España Suma, que sólo se pudo armar con éxito en Navarra y que constituyó un fracaso estrepitoso para los populares en el País Vasco.
Descartada esa fórmula, no hay otra que o la absorción de Ciudadanos, una operación sangrienta que dejaría demasiados heridos por el camino, o quizá la refundación del PP, idea que maneja Casado desde hace tiempo, de modo que facilitara la presentación en sociedad de un partido instalado en la centralidad política y no nuevo pero sí renovado.
Por lo que se refiere a Vox, estamos hablando de harina de otro costal. Casado no tenía más remedio que abrir una zanja entre su partido y el de Santiago Abascal, que llevaba mucho tiempo atosigando al PP con despectivas acusaciones y descalificaciones de grueso calibre que estaban dañando seriamente la credibilidad del PP y el prestigio como líder del propio Casado.
Una vez cavada esa zanja, ahora toca esperar a que cicatricen las heridas, cosa que en política suele ser más fácil que en la vida personal, y a que Vox se consolide en Cataluña, cosa que es previsible. En ese caso ya se puede olvidar Pablo Casado de cualquier cosa parecida a una absorción porque los del partido verde tienen la pretensión de convertirse en una alternativa al Partido Popular, cosa que no va a suceder pero que sí puede condicionar mucho los movimientos de acercamiento político.
En el PP Casado no es ahora mismo un líder discutido. No necesita acudir a los congresos regionales con la navaja metida entre el cinturón
La guerra de Vox contra el PP no ha terminado sino todo lo contrario. Y como no es probable a corto ni a medio plazo que los de Abascal superen a los populares en votos ni en escaños, no queda otra alternativa, superado ya por Vox el deseo de venganza por la humillación sufrida a manos de Casado en la absurda moción de censura planteada, que la del pacto.
Probablemente las elecciones catalanas despejen suficientemente la posición de cada uno de estos partidos también a nivel nacional. Pero todavía es muy pronto para pensar en ningún tipo de acercamiento que es, por otra parte, inevitable si se pretende, tanto por Vox como por el PP, desalojar a la izquierda del poder.
Vox no tiene más que dos opciones ante un hipotético gobierno de España y ante los autonómicos y municipales a los que hoy contribuye con su apoyo: o continuar proporcionando respaldo al PP para ocupar el poder en todos estos niveles de gobierno, o retirárselo y facilitar así la entrada de diversas coaliciones de izquierdas al poder, ya sea en ayuntamientos, autonomías o en un posible escenario en el que el PP necesitara de su apoyo para acceder al gobierno de España. Y todos sabemos en qué lado iba a caer la bola ante esa disyuntiva.
Toda esta ingente tarea es la que tiene por delante un Pablo Casado que, sin embargo, no tiene el problema añadido de consolidarse internamente porque su discurso de la moción de censura tranquilizó a los suyos tanto como hirió a los de Abascal. En el PP Casado no es ahora mismo un líder discutido. No necesita acudir a los congresos regionales con la navaja metida entre el cinturón. Pero sí necesita ratificar la condición de líder que ahora mismo nadie le disputa pero que todos desean más contundente y más perfilada.
Tiene tres años para acometer todos estos trabajos y no tiene tampoco mucho tiempo que perder.
Mucha tarea tiene por delante Pablo Casado y no le falta precisamente material sobre el que trabajar si pretende, como pretende y como es su obligación pretender, constituirse en alternativa real para los votantes españoles y desalojar alguna vez del poder a Pedro Sánchez y su séquito de apoyos.
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