Ya nos están emborrachando las luces, hechas para emborrachar. Los alcaldes han ensartado hadas y han congelado fuentes para ponerlas sobre los escaparates de las tiendas, que parecen casinos de elfos, bancos de monedas de chocolate, barras americanas con ayudantas de Santa Claus. Es la Navidad capitalista, sin la que sólo tendríamos carpintería, zurrones y morriña. La Navidad consumista, egoísta y apóstata, la de la tarjeta de crédito y el Black Friday y el Papá Noel obeso de la Coca-Cola (la imagen que tenemos de Santa Claus es una imagen publicitaria de la Coca-Cola, como si aquí usáramos al Gambrinus de Cruzcampo). Es la Navidad que yo quiero revindicar, porque la Navidad sentimental y lotera, que es la que está preparando el Gobierno, nos puede matar.
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