No es extraño encontrar en nuestro entorno pitonisas ávidas por mostrarnos el camino a seguir. Profetizan acerca de las que serán las profesiones del futuro, de aquellas que tendrán mejores salidas profesionales y donde la tasa de desempleo será menor o inexistente.
Son oráculos que sobre todo, orientan y animan a aquellas personas que inician su camino de formación o que están en una fase de reciclaje, hacia profesiones que aseguran un acceso inmediato al mercado laboral, prometiendo a su vez, remuneraciones competitivas muy desde el inicio.
Suponiendo que acierten, el único inconveniente a corto plazo es que en muchas ocasiones, nos encontraremos con trabajos muy alejados de nuestros intereses personales o desalineados con respecto a aquellas cosas que se nos dan bien por naturaleza.
Pero hay que tener en cuenta que a medio plazo, descubrimos que estos empleos de moda son los empleos "baratos" que nos esperan a la vuelta de la esquina, siendo esto algo que rara vez se indica.
Una vez que funciona la ley de oferta y demanda, ya sea porque mucha gente opta por esta misma senda o porque dejan de ser ocupaciones de valor añadido sobrepasadas por la tecnología, acaban perdiendo su relevancia. De esta forma, al final del camino nos encontramos otra vez en la casilla de salida y toca conformarse con un trabajo de menor calidad o volver a empezar.
Google ha anunciado recientemente que pretende revolucionar el mercado laboral a través de sus certificados de carrera de seis meses. Si bien y por desgracia, para mucha gente es la única opción, debemos ser conscientes de la realidad de formarse persiguiendo exclusivamente un trabajo concreto, es decir, un oficio. Lo que era útil hace 100 años, pues suponía conseguir un trabajo de por vida, ahora entraña obtener un trabajo efímero, lo mismo que supone buscar sólo dinero.
Dicen que ha llegado el momento de los skills en contraposición al mundo de los títulos y estoy de acuerdo. Por eso mismo, no comparto la visión disruptiva que suponen los cursos “Google” y creo que la misma, lleva implícita una contradicción.
Teniendo la oportunidad de elegir, debemos pensar en formarnos más holísticamente, buscando desarrollar nuestra capacidad crítica y tratando de adquirir los recursos necesarios para seguir aprendiendo toda nuestra vida. Para ello, una formación universitaria es vital, ya que converge en el verdadero generador de capacidades, además de títulos, en contraposición a los famosos cursos técnicos de seis meses.
Con respecto a la elección de los estudios, escuché una vez una historia relativa a la necesidad de potenciar nuestras fortalezas como fuente primordial de éxito frente a la opción de focalizarnos en nuestras debilidades. Explicaba un profesor, asesorando a los padres de un alumno, que en lugar de contratar clases de refuerzo para matemáticas donde su hijo no pasaba del aprobado, podría ser mejor idea contratar un profesor particular de poesía, pues obtenía calificaciones muy altas en esa materia. En su explicación decía que el estudiante sería sólo y con mucho esfuerzo, un mediocre matemático frente a la posibilidad de ser un gran escritor.
De esta forma, lejos de decidirse por estudios que prometan mejores salidas profesionales, deberíamos estar orientados a un campo que nos atraiga y para el que estemos naturalmente bien dotados. Suele coincidir que nos gusta aquello que hacemos bien y en lo que somos exitosos y en esta búsqueda, las posibilidades de salir bien parados y de forma sostenible en el tiempo se multiplican.
Parece que existe una gran relación entre donde se nace y la capacidad de prosperar, pero mayor es la correlación entre una formación sólida y el crecimiento sostenible de la persona y el profesional. Una formación universitaria sigue contribuyendo como ninguna otra cosa a proporcionar oportunidades duraderas y reducir las desigualdades del punto de partida.
Los atajos no siempre llevan al destino imaginado y si se piensa en dinero o en el camino fácil, normalmente no se llega a ningún lugar o al menos no a uno que merezca la pena. Los que de verdad triunfan no piensan en ganar dinero rápido para comprar casas de ensueño y el último deportivo, son pacientes mientras planean adquirir un lujo de mayor valor, adivinen: su libertad.
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