No estamos en 1981. No hay un general Milans del Bosch mandando en Valencia; ni un teniente coronel Tejero enredando en la Guardia Civil; ni un general Armada merodeando en las proximidades del Palacio de la Zarzuela.
Los tres manifiestos que hemos conocido en los últimos días no representan el sentir general de las Fuerzas Armadas. El primero de ellos, suscrito por 39 miembros de la XIX promoción de la Academia General del Aire, fue difundido el pasado 10 de noviembre. El segundo, firmado por 73 miembros de la XXIII promoción de la Academia General Militar de Tierra, se culminó quince días después, el 25 de noviembre. El tercero se ha hecho público el pasado sábado, y cuenta con 250 adhesiones.
Los líderes de esos tres grupos tienen un perfil claramente franquista. El último comunicado dirigido al Rey Felipe VI está encabezado por el general de división Juan Chicharro, presidente de la Fundación Francisco Franco. El de la Academia General del Aire, por el general de división Francisco Beca Casanova, que se ha hecho famoso por afirmar en su grupo de whastapp que era partidario de un golpe militar para "fusilar a 26 millones de hijos de puta". El de la Academia General Militar tiene como principal avalista al general de división Francisco Fernández Sánchez, que fue destituido como comandante general de Melilla en 2006 por sus manifestaciones contrarias al gobierno, presidido entonces por Rodríguez Zapatero.
Son una minoría: 362. Apenas un 1,8% del total de 20.000 militares retirados. Al margen de su ideología ultraconservadora, tienen otro denominador común: casi todos han cumplido ya los 80 años.
Los firmantes de los tres manifiestos no representan ni al 2% de los militares retirados
La ministra de Defensa, al habla con El Independiente, resta trascendencia a estos movimientos que, en ningún caso, tienen conexión con militares de alta graduación en activo: "Están encantados con el protagonismo que se les está dando, sin ser nadie ni representar a nadie". "La mayoría de ellos", añade, "dejaron el Ejército hace 40 años".
Margarita Robles está preocupada por el daño que esa campaña puede hacer a la buena imagen de que gozan las Fuerzas Armadas. En la encuesta del CIS publicada el pasado 27 de julio, y con el telón de fondo de la pandemia, casi el 60% de los ciudadanos afirmaba que su opinión sobre las Fuerzas Armadas había mejorado.
La preocupación de Robles, y de una parte del Gobierno, por la difusión de esos manifiestos es extensible al daño a la imagen de Felipe VI, ya suficientemente maltratada por los escándalos protagonizados por el rey emérito.
Algunos medios de comunicación -entre los que sorprende la beligerancia de la televisión pública- han hecho una cobertura extraordinaria de unos comunicados que no suponen ningún peligro para desestabilización de la democracia. Tampoco ha ayudado mucho a colocar a estos militares retirados en su lugar que diputados como Odón Elorza hayan utilizado en la Cámara las bravuconadas de Beca Casanova para arremeter contra la bancada de Vox.
Margarita Robles: "Están encantados con el protagonismo que se les está dando sin representar a nadie. La mayoría dejó el Ejército hace 40 años"
El ruido de sables dejó de oírse en los cuarteles hace cuatro décadas. Cualquiera que conozca bien las Fuerzas Armadas sabe que en su inmensa mayoría los jefes y oficiales que las componen son leales al Rey y a la Constitución.
Esa es la realidad, aunque a la izquierda radical y a los independentistas les encantaría ver cabalgando a algún espadón con destino a las Cortes. Que pierdan toda esperanza.
La prueba más evidente de la lealtad de los militares a las instituciones es que ningún alto mando ha manifestado públicamente su opinión sobre cuestiones tan graves como los ataques que se producen casi a diario contra la Corona, las amenazas a la unidad de España o la rehabilitación del brazo político de ETA, organización que asesinó a 86 militares.
Uno de los grandes éxitos de nuestra democracia es que ha logrado convertir a las Fuerzas Armadas en garantes de la libertad y la democracia, plasmadas en la Constitución de la que ayer se cumplieron cuarenta y dos años.
No estamos en 1981. No hay un general Milans del Bosch mandando en Valencia; ni un teniente coronel Tejero enredando en la Guardia Civil; ni un general Armada merodeando en las proximidades del Palacio de la Zarzuela.
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