El mundo democrático condena unánimemente el régimen del autócrata Nicolás Maduro. Ni los 27 países que conforman la Unión Europea, ni la Organización de Estados Americanos, ni la Asociación Mundial de Juristas albergan la menor duda de que el simulacro de elecciones celebradas este domingo pasado en Venezuela incumple clamorosamente todos los estándares mínimos que se requieren en el mundo libre para validar como democráticos unos comicios.
Y no será porque no se haya intentado desde la UE. Josep Borrell decía ayer al término de la cumbre de ministros de Asuntos Exteriores de la Unión Europea que él personalmente había intentado hasta la extenuación que el régimen chavista aplazara la convocatoria de elecciones para que se pudieran abrir negociaciones de modo que se permitiera no solamente la participación real de los líderes de la oposición y no la farsa montada por el régimen con una "oposición al gusto de Maduro" y se establecieran unas mínimas garantías de libertad para que la UE pudiera enviar observadores capaces de validar los resultados.
No se para Zapatero a examinar el carácter sanguinario, exterminador de sus opositores y corrupto de los que ocupan hoy el poder en Venezuela"
Incluso Henrique Capriles, uno de los líderes de esa oposición fracturada —y ése es uno de los grandes problemas que dificultan la caída de la dictadura venezolana— estaba dispuesto a participar en unos comicios con unas elementales garantías democráticas. Pero el gobierno de Maduro les dio a todos con la puerta en las narices y convocó sin demora el simulacro que contemplamos este domingo.
¿Quién viajó a Venezuela en calidad de "observador" de estas elecciones o como pueda llamarse a lo que sucedió? Nuestro antiguo presidente de gobierno, el ínclito José Luis Rodríguez Zapatero, que en compañía de acreditados demócratas como el boliviano Evo Morales o el ecuatoriano Rafael Correa, han acudido a otorgarle a Nicolás Maduro una imposible vitola de respeto a los derechos y libertades de los venezolanos.
A la vergüenza por el papelón que desde hace demasiado tiempo ya viene desempeñando en una más que sospechosa actividad de "mediación" en Venezuela el ex presidente español, se sumó ayer la indignación que produjeron sus declaraciones en las que pedía a los 27 de la UE y, en general, al mundo democrático de todo el planeta, una "reflexión serena y sosegada del porqué se ha llegado hasta aquí, hasta una situación en la que se pretendía, con el reconocimiento del presidente de la Asamblea anterior, dar un vuelco a la situación".
No se para el señor Rodríguez Zapatero a examinar el carácter sanguinario, exterminador de sus opositores, explotador de su pueblo y corrupto hasta la médula de cada uno de los que ocupan hoy el poder en Venezuela. Esos son detalles que el socialista prefiere pasar por alto para detenerse en el punto débil, que efectivamente lo es, de la negativa de los países democráticos a reconocer la farsa del domingo.
El argumento, desvergonzado por demás, de Rodríguez Zapatero es que, puesto que la Asamblea Nacional elegida democrática y libremente —ésta era el único vestigio democrático que quedaba en el país— en 2015 se disuelve inexorablemente el 5 de enero, las democracias se van a enfrentar al absurdo de ignorar al único parlamento que va a existir a partir de ese día, que es justamente el organizado por el régimen en los comicios de este fin de semana.
"No se puede llegar al absurdo de decir desde determinadas instancias que en Venezuela no hay parlamento ni presidente ni instituciones". "Si el presidente Guaidó era presidente [elegido] por una Asamblea que ya no existe, también termina por tanto ese hipotético reconocimiento".
Efectivamente, los 60 países de todo el mundo involucrados en el respaldo a los resultados de las elecciones legislativas venezolanas de 2015 tendrán que tomar cuanto antes una decisión sobre qué hacer con su reconocimiento a la Asamblea Nacional que va a dejar de existir y a su presidente encargado Juan Guaidó.
O Zapatero está ciego o no quiere mirar porque Maduro le paga por que lo defienda ante el mundo. No hay otra explicación posible"
Pero la treta de Zapatero es escandalosa por el cinismo que rezuma y que se traduce es lo siguiente: "Esto es lo que hay, esto es lo que va a haber de aquí en adelante y no os queda más remedio que aceptarlo porque ya no va a haber otra cosa". Es el chantaje de la política de hechos consumados practicada por un dictador sanguinario que ha empujado a su población a la miseria o al exilio. Millones de venezolanos no tienen para comer. Millones de ellos han huido de su país perseguidos por el hambre o por el miedo a morir a manos de las mafias asesinas alentadas por el régimen.
Que un dirigente socialista de nuestro país tenga la osadía de plantarse ante unos micrófonos para sugerir ese trágala indecente sin detenerse ni por un instante en calibrar la inmensa gravedad de los hechos perpetrados desde hace años por el dictador venezolano y la catadura política y moral de quienes le secundan supera todo lo imaginable y creo que nos llena de vergüenza a los españoles. Estamos hablando de una dictadura donde se asesina a la población, donde la justicia independiente no existe, donde se tortura a los disidentes. Estamos hablando un gobierno acusado por las Naciones Unidas de ilegítimo y reo de crímenes de lesa humanidad. Ni una sola mención por su parte a alguno de estos horrores.
En este escenario, y como una explicación limpia de semejante comportamiento del ex presidente español no es posible porque no tendría anclaje más que en la supina estupidez del personaje o su estratosférica ignorancia, ninguna de cuyas opciones parece verosímil, hay que concluir que José Luis Rodríguez Zapatero obtiene algo a cambio de su traición —porque lo es— a los mínimos principios éticos en que ha de inspirarse cualquier demócrata.
Es decir, o este hombre está ciego o lo que le pasa es que no quiere mirar porque Maduro le paga por que lo defienda ante el mundo. No hay otra explicación posible y lamento decirlo en estos términos porque son muy duros. Zapatero ha aceptado hacer el papel de "observador" de unos comicios que son un insulto a la decencia política y a legitimar sus resultados con el argumento, formulado además urbi et orbi, de que éstas son lentejas, si las quieres las comes y si no, es tu problema.
Y ha sido presidente del Gobierno de España...
El mundo democrático condena unánimemente el régimen del autócrata Nicolás Maduro. Ni los 27 países que conforman la Unión Europea, ni la Organización de Estados Americanos, ni la Asociación Mundial de Juristas albergan la menor duda de que el simulacro de elecciones celebradas este domingo pasado en Venezuela incumple clamorosamente todos los estándares mínimos que se requieren en el mundo libre para validar como democráticos unos comicios.
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