Todos los que defendemos el medioambiente esperábamos este año 2020 con expectación y cargados de ilusiones. Es una fecha repleta de múltiples significados que abre una década clave para la lucha contra el cambio climático, quizás como máxima expresión de que la humanidad es capaz de reconocer un problema y consensuar soluciones.
No sabíamos lo que nos esperaba. Allá por marzo, la crisis sanitaria, económica y social provocada por la Covid-19 arruinaba parte del calendario para frenar el calentamiento global. Los modestos progresos alcanzados en la COP 25 de Madrid en 2019 hicieron que la siguiente Conferencia de las Partes de 2020, que se iba a celebrar en la ciudad escocesa de Glasgow (COP26) a finales de este año, fuera de vital importancia para rematar lo que quedó pendiente y cerrar el ciclo de negociaciones abierto en la capital francesa con El Acuerdo de París en 2015. La regulación de los mercados de carbono sigue siendo una asignatura pendiente, así pues, este año teníamos que haber cerrado un círculo que ahora queda inconcluso.
El Acuerdo de París está respaldado por 189 Partes de 197, aunque habrá que esperar a la confirmación final de Estados Unidos. Entre sus avances destaca que el Fondo Verde para el Clima dedique parte de sus inversiones a mitigar los daños en aquellos países más vulnerables y el hecho de que la UE se haya comprometido a aumentar del 40% al 55% la reducción de emisiones para 2030, si bien el Parlamento Europeo aspira al 60%, como respuesta al llamamiento para elevar la ambición climática.
El 31 de diciembre de 2020 decimos adiós al Protocolo de Kyoto, el primer ladrillo que puso la humanidad en el muro contra el cambio climático en 1997. Con sus luces y sus sombras, indicaba el camino que hemos seguido hasta ahora, porque de manera oficial (de facto entró en vigor en 2016) el 1 de enero de 2021 entramos en la “era del Acuerdo de París”.
Hay expertos que afirman en que la crisis de la Covid-19 retrasará el calendario climático en aproximadamente una década. Esperemos que no sea así, teniendo en cuenta que ya llevamos años “en tiempo de descuento” y que hemos superado el punto de no retorno en algunos indicadores. No nos podemos permitir el lujo de perder 10 años más. No tenemos 10 años más.
A pesar de todo, Europa está moviendo ficha. El Pacto Verde, lanzado antes de la pandemia, ha definido claramente las líneas estratégicas del Plan de Recuperación Económica aprobado a en julio por la UE y su posterior arquitectura de inversiones (Next Generation): se aspira a un futuro verde, digital y fortalecido ante el cambio climático. De ahí que también se esté cocinando la futura Ley de Cambio Climático de la UE.
Esto ya tiene su reflejo en España: El Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia de la Economía española sigue el mismo espíritu de la UE: el 37% de los fondos irán a inversiones verdes y el 33% al avance digital. Sin olvidar que también tendremos en breve una Ley de Cambio Climático y Transición Energética y una nueva Ley de Residuos.
En España también estamos haciendo esfuerzos por “aplanar la curva” del cambio climático. Y parece que lo estamos consiguiendo. Como parte de la huella ambiental de los residuos, todos los implicados en este sector buscamos fórmulas para reducir emisiones y potenciar los criterios de la economía circular en toda la cadena de los materiales.
Sin duda, el anteproyecto de la futura Ley de Residuos y Suelos Contaminados impulsará los criterios de transición a una economía circular y verde que tanto necesita nuestro país. Gracias a la experiencia acumulada por Ecovidrio en la gestión de los residuos de envases de vidrio, la solidez de la cadena de reciclado y la estrecha colaboración que (de manera permanente) mantenemos con todas las administraciones públicas a todos los niveles, nos encontramos en el momento adecuado para dar el acelerón definitivo y afianzar a España como referente en la gestión de residuos de vidrio.
Recordemos que, si bien la acción climática ni mucho menos puede agotarse en el pequeño gesto de la separación y el reciclaje de los hogares, la ONU reconoce este gesto como un elemento clave en la lucha contra el cambio climático. Reciclar reduce las emisiones de CO2 a la atmosfera y evita la extracción de nuevas materias primas de la naturaleza para la fabricación de nuevos envases. El vidrio se recicla al 100% e infinitas veces.
Cuando el esfuerzo y los logros son compartidos, resulta incongruente el discurso individualista. Hoy en España se reciclan 7 de cada 10 envases de vidrio gracias esa labor conjunta. Compartimos los éxitos y también los retos. Europa nos marca objetivos ambiciosos: reciclar en 2025 el 70% de los envases de vidrio con un nuevo método de cálculo. Y en Ecovidrio nos hemos propuesto superarlo con creces, lograremos una tasa por encima del 80% ese año.
Y este compromiso también pasa por la reducción de emisiones. La colaboración con ciudadanos, administraciones públicas y la cadena de reciclado (compañías envasadoras, recogedoras, vidrieras y plantas de tratamiento) permitirá que, gracias al reciclaje de envases de vidrio, cada año evitemos la emisión de 580.000 toneladas de CO2 a la atmosfera. Para que se hagan una idea, es la cantidad equivalente para dar 150 vueltas en avión al ecuador de la Tierra.
La ventana 2020-2030 ha de ser la década de la sostenibilidad, la economía verde y el progreso hacia sociedades ambientalmente más comprometidas. En Ecovidrio ya estamos en ello.
José Manuel Núñez-Lagos, Director General de Ecovidrio
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