El propio virus ha rescatado a Sánchez en Navidad, se lo ha llevado como el lobo amigo de un villancico. El plan navideño del presidente era, de nuevo, pavonearse en el Congreso y luego borrarse, dejar que también en la tercera ola sean las autonomías las que tomen las decisiones y amarguen la fiesta, las que cierren como bolcheviques los bailes, las catedrales y las estaciones nevadas. En eso estaba cuando el virus ha venido, no como una alimaña sino como un colega, a llevárselo de cuarentena como a una cabaña de pesca. De momento da negativo, pero Sánchez cumplirá los protocolos y estará hasta Nochebuena bajo la protección de una mantita de cuadros y de una pereza dictada por el médico, viendo pasar el tiempo y la pandemia como el carrito de la merienda. O sea, exactamente lo mismo que ya estaba haciendo. El presidente nos salva sin más que mojar la galleta o tocar la zambomba, esté de cuarentena, de vacaciones o de zafarrancho, cosa que en realidad no se distingue. Ése es su misterio, o nuestra ceguera.

Sánchez estará hasta Nochebuena bajo la protección de una mantita de cuadros, viendo pasar el tiempo y la pandemia"

Sánchez desaparece otra vez y Pablo Casado le pedía el miércoles que al menos llorara un poco, que llorara como Merkel, a la que habíamos visto llorar de repente con esa ternura inesperada de las grandotas, como una cocinera mandona que rompe a llorar igual que la mujer de David el Gnomo. A Sánchez debe de parecerle gracioso que Casado ya no le reproche no gobernar, sino sólo no fingir mejor, pero Casado se diría que está más agotado por el virus que el propio presidente. Sánchez parece demasiado descansado para llorar y para fingir. Sánchez sólo va teniendo unas canitas como de golfista de carrito de golf, pero no tiene que lidiar con dilemas porque no tiene que tomar decisiones, no tiene que lidiar con la cruda ciencia porque los comités científicos no existen y no tiene que lidiar con la realidad ni con la responsabilidad porque no le afectan. Así que Sánchez va al Congreso como a la piscina y va hacia otra ola como a pasear en trineo. No le puede salir llorar, sólo le sale lo que le sale a él en la tribuna, algo entre el bostezo, el estiramiento y la broma ociosa, como un beach boy.

Casi es Navidad y aún no sabemos dónde podremos estar, qué podremos hacer ni si sobreviviremos a otro tren de nieve y muertos. Pero se diría que son cosas que hace tiempo que no le corresponden a Sánchez. Sánchez es un extraño gobernante, porque es a la vez providente e impotente, salvador y necesitado. Sánchez puede presumir de una gestión impecable, científica, de recursos y talento ilimitados, sólo restringida por lo imposible, y al mismo tiempo mostrarse devastado por no recibir el apoyo, la ayuda, ese hombro arrimado de la oposición que es como un hombro arrimado en un entierro. Si Sánchez pide precaución al españolito, con esa cosa de casete de camionero de Perlita de Huelva que le salió el otro día, no es porque no pueda hacer nada, sino porque considera que más allá de su cuidado y de su ciencia sólo están los ángeles. Al mismo tiempo, como digo, la oposición es capaz de hacerle sentir boicoteado hasta la frustración.

Quiere estar desvalido para conseguir el amor de la madre y quiere ser fuerte para conseguir el respeto del padre"

Es imposible analizar a Sánchez desde la lógica, no porque sea contradictorio en sus discursos o en sus actos, sino porque sus necesidades son totales, como las del niño: quiere estar desvalido para conseguir el amor de la madre y quiere ser fuerte para conseguir el respeto del padre. Parezco Žižek, pero es que a Sánchez sólo se le puede encarar desde la literatura, que es lo que yo intento, y el psicoanálisis es, sobre todo, literatura. Creo que una vez dije que sólo se le puede explicar desde la biología, pero las necesidades de la biología son demasiado obvias (sólo el ello) y Sánchez es más profundo, más oscuro, más habitado.

Casi es Navidad y a lo mejor lo que pasa es que el misterio de la Navidad nos puede acercar al misterio de Sánchez, que nos salva y nos llora, que es redentor y es cordero, que es una figura solar que debe caer y renacer, que es mortal y es divino, o eso se cree él. Sánchez nos traerá la vacuna, incluso personalmente, como si la repartiera de verdad él mismo en un trineo de perros, como si nos diera el aguinaldo del marqués. Sin embargo, serán las autonomías las que hagan de avaro o de pesadilla de la Navidad. Para repartir dinero y salvación no hay cogobernanza, sólo potestad. La verdad es que Sánchez no nos soluciona nada, no nos sirve de nada su languidez ni tampoco su providencia, que es indistinguible, como la de los dioses, del azar. El propio virus parece que ha venido ahora a ayudarle siniestramente, como un anticristo de estas fechas. En su cabaña o en su cueva o en su palacio, sombras de fogata como sombras de aquelarre engrandecerán la enfermedad y la pereza de su señorío. Sánchez nos salva o duerme o se ríe. No sabemos, porque no se distingue. Pero puede ser su misterio o sólo nuestra ceguera.

El propio virus ha rescatado a Sánchez en Navidad, se lo ha llevado como el lobo amigo de un villancico. El plan navideño del presidente era, de nuevo, pavonearse en el Congreso y luego borrarse, dejar que también en la tercera ola sean las autonomías las que tomen las decisiones y amarguen la fiesta, las que cierren como bolcheviques los bailes, las catedrales y las estaciones nevadas. En eso estaba cuando el virus ha venido, no como una alimaña sino como un colega, a llevárselo de cuarentena como a una cabaña de pesca. De momento da negativo, pero Sánchez cumplirá los protocolos y estará hasta Nochebuena bajo la protección de una mantita de cuadros y de una pereza dictada por el médico, viendo pasar el tiempo y la pandemia como el carrito de la merienda. O sea, exactamente lo mismo que ya estaba haciendo. El presidente nos salva sin más que mojar la galleta o tocar la zambomba, esté de cuarentena, de vacaciones o de zafarrancho, cosa que en realidad no se distingue. Ése es su misterio, o nuestra ceguera.

Contenido Exclusivo para suscriptores

Para poder acceder a este y otros contenidos debes ser suscriptor.

¿Ya estás suscrito? Identifícate aquí