El Gobierno ha situado a Felipe VI ante una difícil tesitura. La vicepresidenta segunda Carmen Calvo, en conversaciones con el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, para afinar el discurso de Nochebuena del Rey, afirmó el pasado viernes en La Sexta: "El Rey Felipe es un jefe del Estado absolutamente realista, sabe lo que piensa la opinión pública... Estamos seguros de que será el mensaje adecuado".

Calvo se refería a la posición del Monarca respecto a los escándalos que han salpicado a don Juan Carlos I en los últimos meses y que le han llevado a suspender -la versión del miedo al contagio por coronavirus no se la cree nadie- su previsto viaje a España para pasar las fiestas de Navidad con su familia.

La propia vicepresidenta se ha encargado de filtrar a los medios que el Gobierno está haciendo todo lo posible para que el mensaje del Rey contenga un mensaje claro, nítido, de desmarque respecto al comportamiento de su padre.

Normalmente, el discurso de Nochebuena lo elabora la Casa Real, que, posteriormente, unas 48 horas antes de que sea emitido, lo pasa a Moncloa para que el presidente del Gobierno haga, si lo cree oportuno, algún apunte sobre el texto original. El mensaje también se suele enviar al líder de la oposición, aunque este no puede modificar, como es lógico, su contenido.

En esta ocasión, las cosas son diferentes. Empezando porque los periodistas sabemos que hay una negociación abierta entre la Casa Real y Moncloa sobre el discurso durante su elaboración y no a posteriori; y, lo más importante, porque sabemos lo que quiere el presidente del Gobierno que diga el Rey sobre su padre.

En este entierro no se le ha dado vela al vicepresidente segundo, afortunadamente. Pero Pablo Iglesias, que montó una sonora bronca en el Consejo de Ministros que se celebró el pasado mes de agosto tras el anuncio del emérito de que se marchaba de España, porque Sánchez no le había mencionado nada sobre el asunto y él se enteró por la prensa de la noticia, ahora se toma la revancha a su manera. En la reunión del Consejo Ciudadano estatal del Podemos, que se celebró el pasado sábado, Iglesias redobló su ataque contra la Monarquía. También puso el foco en el discurso de Nochebuena. Dijo el líder de Podemos que, tras el mensaje real, se abrirá en los hogares españoles el debate sobre la Monarquía. No sabemos si antes o después de debatir sobre la gestión del Gobierno ante el coronavirus. Añadió el vicepresidente que su formación seguirá empujando para implantar la república, una opción, se atrevió a asegurar, que "ya es mayoritaria". Pero lo peor de su soflama fue su opinión respecto a la Monarquía y los monárquicos en la España de hoy. La cita no tiene desperdicio: "Ser republicano es defender un país laico, que valore más la ciencia y la cultura frente al irracionalismo y el terraplanismo de la extrema derecha monárquica". Sólo le faltó reivindicar la vuelta de la guillotina.

Si Felipe VI marca distancias con su padre en su discurso, como pretende Moncloa, estará demostrando que es un Rey débil que necesita del apoyo del Gobierno

En fin, que tenemos al Rey ante el dilema de darle un repaso a su padre, en el estilo que la Casa Real hace estas cosas, suavemente; o bien, eludir el asunto y arriesgarse a que Moncloa se enfade ante la evidencia de un Rey desobediente.

Decía ayer el El País Tomás de la Quadra-Salcedo (catedrático emérito de Derecho Administrativo y ministro de Justicia con Felipe González entre 1991 y 1993) lo siguiente: "Admitir que las eventuales faltas de un padre se transmiten a su hijo va en contra de los principios liberales e ilustrados para los que la responsabilidad es personal e intransferible... No es comprensible humana y éticamente exigir de un hijo que denuncie a su padre. Tampoco exigirlo cuando ya los mecanismos del Estado de derecho están en marcha para depurar eventuales responsabilidades".

Tiene razón De la Quadra-Salcedo. Las faltas o delitos no se heredan y las responsabilidades que de ellos se deriven tampoco. El Estado de derecho está funcionando en España, pese a lo que pretenden algunos, y, de hecho, don Juan Carlos I está siendo sometido a investigación por parte de la Fiscalía del Tribunal Supremo. Por tanto, Felipe VI no tiene por qué hacer más que lo que ya ha hecho: le ha retirado su asignación presupuestaria y ha renunciado a la hipotética herencia que pudiera corresponderle de unos fondos cuyo origen no están claros ¿Qué más quiere el Gobierno?

Si el Rey admite esa presión desde Moncloa y alude en su discurso al comportamiento de su padre no estará sino evidenciando su debilidad. Ni su legitimidad como Rey, ni su comportamiento están en cuestión. La Monarquía parlamentaria es la forma de Estado que se han dado los españoles en la Constitución de 1978. Sólo hay una minoría (Podemos y los independentistas) que pretende que eso deje de ser así. Pues bien, que emprendan una reforma de la Carta Magna, pero que no debiliten a la Corona dando por supuesto que ya hay "una mayoría" republicana en España. Lo que está haciendo Iglesias con su ofensiva contra la Monarquía es populismo en estado puro. Y Pedro Sánchez no debería permitirle seguir jugando con este asunto, porque no es un tema menor, no se trata del debate sobre el salario mínimo, ni sobre los desahucios, sino sobre el artículo primero de la Constitución española.

La tesitura de Felipe VI es clara: o refrendar su autoridad y hablar de los temas que de verdad interesan a los españoles o pasar por el aro de Moncloa y aceptar de facto su debilidad y su dependencia del Gobierno.

El Gobierno ha situado a Felipe VI ante una difícil tesitura. La vicepresidenta segunda Carmen Calvo, en conversaciones con el jefe de la Casa Real, Jaime Alfonsín, para afinar el discurso de Nochebuena del Rey, afirmó el pasado viernes en La Sexta: "El Rey Felipe es un jefe del Estado absolutamente realista, sabe lo que piensa la opinión pública... Estamos seguros de que será el mensaje adecuado".

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