Por lo que se refiere a la política catalana y a los cálculos electorales, es evidente que el cambio del cabeza de lista para los comicios de 14 de febrero, Salvador Illa por Miquel Iceta, es un acierto tanto de Pedro Sánchez como del ubicuo Iván Redondo, además de una prueba de la generosidad del líder del PSC.
Otra cosa es el efecto que va a producir en el crédito del Gobierno sacar al caballo en mitad de la carrera para ponerlo a correr en otra prueba. Así que vayamos por partes.
Retirar la responsabilidad al ministro responsable de la lucha contra la pandemia que está dejando un reguero de muertes en el país y cuyo causante, el Covid-19, sigue azotando con fuerza creciente, otra vez, a los españoles, es una demostración más de la inaceptable frivolidad con la que se comporta una y otra vez el presidente del Gobierno, incapaz de mirar más allá de la punta de sus zapatos y de atender otros intereses que no sean los suyos propios y que en este caso consisten en tratar de mejorar posiciones de cara a los comicios catalanes.
Pero el país ya se está acostumbrando a digerir casi todo lo que le ponen en el plato, de modo que engullirá esto y lo echará al olvido más pronto que tarde.
Sin embargo, es urgente que el señor Illa abandone de manera inmediata su cargo de ministro de Sanidad porque la situación sanitaria en la que se encuentra el país exige la plena dedicación y el pleno esfuerzo de quien está en la cúspide del mando. No podemos tener ni un minuto más a un ministro de Sanidad que sea a la vez el candidato electoral de su partido en Cataluña.
Dicho esto, la sustitución del candidato es una buena apuesta porque mueve las aguas estancadas de los tradicionales votantes socialistas que ya parecían haberse acostumbrado a no ganar nunca las elecciones autonómicas porque siempre, incluso en los tiempos de los dos tripartitos, les ha ido por delante CiU en su momento, y después el pacto entre ERC y JxCat.
En esa rutina encajaba muy bien el candidato Iceta, un veterano de las contiendas electorales y el hombre que mantenía con dignidad y eficacia, pero ya con un punto de rutina, las banderas propias del PSC en el parlamento catalán.
Es urgente que el señor Illa abandone de manera inmediata su cargo de ministro de Sanidad porque la situación sanitaria en la que se encuentra el país exige plena dedicación
Pero, como muy bien ha dicho él mismo, se trata ahora de votar al próximo presidente de la Generalitat, no al líder del partido, o no sólo. Y, en ese sentido, la figura de Salvador Illa puede mover a más votantes abstencionistas por desencantados o a los directamente resignados a ser gobernados eternamente por los independentistas.
No es Illa ni mucho menos una figura desconocida en la vida política catalana pero ahora es una figura familiar en toda España porque se ha convertido, junto con Fernando Simón, en la cara gubernamental de la lucha contra la pandemia y eso le proporciona un plus que favorece claramente a su candidatura.
Si el PSC pretende, como pretende, recoger una buena porción de los votos que en las anteriores elecciones fueron a parar a Ciudadanos empujados por la esperanza de que, de una vez por todas, el constitucionalismo venciera al independentismo, la figura de Salvador Illa al frente de la candidatura socialista está en mejores condiciones de concitar la confianza de esos votantes que se pueden sentir ahora huérfanos de un partido en el que depositar sus esperanzas.
Iceta es un candidato ya probado, ha sido cabeza de lista del PSC en las dos últimas elecciones con resultados muy mediocres: 16 escaños en 2015, tercera fuerza, y 17 escaños en 2017, cuarta fuerza. Los electores ya habían “cogido postura” a la par que el propio Iceta en el Parlamento, y éste de ayer puede hacer de revulsivo en el partido y ante los votantes.
Ahora bien, lo que no se puede hacer es presentar a Salvador Illa como el brillante gestor de la campaña de vacunación, que es lo que Iceta hizo ayer tarde en la sede de su partido: “Empezamos a controlar la pandemia gracias al programa de vacunación diseñado y preparado por Salvador Illa”, dijo el hasta ahora candidato del PSC.
Primero, porque no hemos empezado a controlar la pandemia sino que, al contrario, nos amenazan ahora mismo nuevos repuntes de contagios, no digamos en Cataluña, que no sabemos si podremos controlar.
Segundo, porque el “programa de vacunación” del que tan pomposamente habla el secretario general del PSC se ha limitado a proporcionar el suministro de las dosis a cada una de las comunidades autónomas. En fin, que no estamos hablando de la planificación del desembarco de Normandía.
Y tercero, porque los innumerables errores cometidos por el Gobierno, incluidos los embustes ahora desvelados sobre los expertos que han resultado ser funcionarios del ministerio de Sanidad, le pueden ser adjudicados en su totalidad al señor Illa.
El país ya se está acostumbrando a digerir casi todo lo que le ponen en el plato, de modo que engullirá esto y lo echará al olvido más pronto que tarde
Así que más le vale al PSC no sacar pecho de la gestión de la lucha contra el virus porque el votante no es tonto de solemnidad y a estas alturas tiene opinión sólidamente formada sobre la valoración que merece la actuación del Gobierno en la lucha contra la pandemia.
Mejor les irá si subrayan su carácter conciliador, de mano tendida, y su serenidad en los peores momentos de la crisis. Eso puede valer como argumento de campaña si de lo que se trata es de vender que “abordamos un tiempo nuevo” en el que la apuesta es “la reconciliación de los catalanes, sin venganzas”, como ha dicho ayer el propio Illa.
Pero le ha faltado precisar si ese “volver al punto en que dejamos de escucharnos” incluye abrir las puertas de las cárceles a quienes han cometido unos de los delitos más graves que se pueden perpetrar contra un Estado democrático como es España.
El posible indulto a los independentistas condenados será un punto de inevitable abordaje para el nuevo candidato socialista a la presidencia de la Generalitat. Sobre esto tendrá que pronunciarse y mucho me temo que su posición, si secunda los mensajes emitidos ya por varios ministros en ese sentido, le va a privar de miles de apoyos, no sólo de sus votantes de antes que últimamente se hayan refugiado en la abstención sino los de todos los electores que le dieron su apoyo a Ciudadanos en las elecciones de 2017.
Y si Illa no logra superar, pero con mucho, los tristes 17 diputados que obtuvo en las últimas elecciones su amigo y padrino político Miquel Iceta, se entenderá que ha fracasado y el PSC se verá entonces relegado por años y años al desagradecido y desairado papel de segundón de la política catalana. Ésta va a ser para él una de sus más duras pruebas de fuego.
Por lo que se refiere a la política catalana y a los cálculos electorales, es evidente que el cambio del cabeza de lista para los comicios de 14 de febrero, Salvador Illa por Miquel Iceta, es un acierto tanto de Pedro Sánchez como del ubicuo Iván Redondo, además de una prueba de la generosidad del líder del PSC.
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