Illa ya está haciendo campaña electoral, una campaña turronera y navideña centrada en que él vuelve a casa con bufanda de organillero o de hijo de Erasmus y le saludan el gato de la familia y los tenderos del pueblo o algo así, como si volviera a casa el panadero de Barrio Sésamo. Las vacunas todavía andan en el congelador con las croquetas, la tercera ola se cierne sobre nosotros con las 17 autonomías a su bola y con el Gobierno que sólo maneja la grapadora de la propaganda, rápida, aparatosa y estridente como un colt, y resulta que el ministro de Sanidad del país deviene en candidato regional y se dedica ya, con todo su esfuerzo, a esa campaña de volver al pueblo a saciar su morriña de butifarra. La misión de Illa es pactar con ERC, pero no tanto un gobierno en Cataluña como la tranquilidad en Moncloa. Comparada con esa alta misión, una pandemia es un estornudo en la política sanchista.
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