Que decepción. No se me ocurre otro calificativo mejor para describir los acontecimientos vistos, escuchados y leídos estos días con el Capitolio de los Estados Unidos como protagonista.
Leyendo y escuchado mucho me quedo cegado por la cortina de humo levantada sobre la amenaza a la democracia, la algarada en el corazón de la democracia o la resistencia (inútil si es que la democracia de verdad existe en Estados Unidos) de un presidente a ceder su cargo tras una derrota electoral.
Lo que yo veo con estupor, sin embargo, es un ridículo atronador, una vergüenza muy difícil de esconder de los servicios de seguridad norteamericanos. Me hace sentir como cuando harto de ver algo que te gusta tanto en televisión lo compras y descubres que la realidad está tan lejos de la publicidad que te sientes engañado.
Me atrevo a decir que esto no habría ocurrido en España tampoco y eso que aquí todo es posible"
Donde estaban las tropas de elite, la CIA, los SWAT, los Hombres de Harrelson y hasta el Equipo A de las películas para proteger el capitolio, el ícono más representativo de la libertad americana.
No aparecieron ni Bruce Willis, ni Robocop ni Tom Cruise para proteger la democracia, solamente unos cuantos policías pasados de peso que más parecían guías turísticos mostrando el Congreso a los manifestantes que unas fuerzas de seguridad. Su torpeza, su escasez, su falta de medios y su desastrosa coordinación solo pueden ser los responsables de lo sucedido. Las televisiones hablan de decenas de miles, alguna incluso de cientos de miles. Yo no acerté a ver más de un millar de personas que la nación más poderosa del mundo no supo controlar.
Lo dicho, un ridículo sin paliativos, una humillación en toda regla, que en cualquier país civilizado debería costar la dimisión de todos los directores de las tan conocidas y variadas agencias de seguridad que conocemos por las películas y que no sirvieron para nada. Sin su participación muy pasiva como se ha visto esto nunca habría ocurrido. Me atrevo a decir que esto no habría ocurrido en España tampoco y eso que aquí todo es posible.
Y es que llama mucho la atención que tras los sonados despliegues que vemos a diario en Nueva Orleans, Los Ángeles o Kansas City cuando un joven irrumpe a tiros en un colegio o cuando vemos lo ligero del gatillo de los policías norteamericanos ante aquel afroamericano que conduce borracho, o que se salta un control, en Washington, la capital del mundo y en su epicentro, el Capitolio, se tardasen horas en ver cientos de sirenas y luces, helicópteros, despliegues policiales en tejados y alcantarillas, pistolas eléctricas de inmovilización, detenciones y toda la parafernalia a que nos tienen acostumbrados por la tele.
Solo caben dos respuestas: vergüenza o ridículo de quien de tanto creerse imbatible y superior comprueba que tiene los pies de barro o, la peor y más aterradora, que esta invasión popular del Capitolio se haya hecho con la aquiescencia de algunos poderes o responsables de la seguridad nacional. Otra respuesta no me cabe en la cabeza.
Yo para nada he visto amenazada la democracia, solo una exitosa manifestación desordenada de unos miles de personas que más parecían ir de carnaval que con un propósito concreto. Si he visto en directo y a todo color ineficacia, desorden, falta de medios y de diligencia, falta de previsión y reacción. Un ridículo en suma si lo comparas con las expectativas que aquellos que de tanto cine y televisión conocen cada rincón de USA como si fuese su ciudad.
Yo no he visto amenazada la democracia, solo una exitosa manifestación desordenada de unos miles que más parecían ir de carnaval"
Imagino la sorpresa de los manifestantes cuando se vieran dentro del Capitolio. Supongo que ellos mismos se pellizcarían para creérselo, de ahí que se sacasen fotos, posasen y se hiciesen videos como si estuviesen visitando un parque de atracciones.
El mundo está loco, si, cada vez más eso es un hecho. Siempre he dicho que vivimos en una sociedad en la que la realidad ya imita a la ficción y no al revés y esto es una prueba por lo inverosímil de lo sucedido.
¿Cuál es la realidad? ¿Lo que vemos en televisión y en el cine? ¿O lo que de verdad ocurre? Tal es en todos los ámbitos, incluidos los de la escena local donde, salvando las distancias, convertimos las Campanadas de fin de año en una misa funeral por el hijo perdido o vemos a una presentadora que en su vida real se reclama feminista y que considera un atentado contra el feminismo a las azafatas de congreso y luego, por dinero, se convierte en un reclamo del mal gusto posando semidesnuda para el solaz del público masculino durante las Campanadas.
Loco y del revés, un auténtico carnaval en que cuesta distinguir realidad de ficción. ¿O todo es ya lo mismo?
Que decepción. No se me ocurre otro calificativo mejor para describir los acontecimientos vistos, escuchados y leídos estos días con el Capitolio de los Estados Unidos como protagonista.
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