El 31 de diciembre, los gobiernos de España y Reino Unido llegaron a un preacuerdo que sienta las líneas básicas del acuerdo formal entre el Reino Unido y la Unión Europea sobre Gibraltar. Según el diario El País, cuya relación con nuestro gobierno es excelente, se trata del "mayor acontecimiento registrado en los últimos 300 años". Sorprende que un preacuerdo de tantísima significación haya sido remitido a Bruselas sin que las Cortes lo haya discutido previamente. Los diputados y senadores, los representantes de la soberanía nacional, se enteraron de su existencia por la prensa.

El preacuerdo empieza diciendo que las posiciones en materia de soberanía y jurisdicción se mantienen como estaban: el Reino Unido seguirá controlando la ciudad, el puerto y las aguas interiores (Artículo X del Tratado de Utrecht) y, también, las aguas adyacentes y el istmo que no fueron cedidos nunca. Y, por supuesto, la base militar. Bingo para Londres porque Naciones Unidas lleva más de 60 años instando a los dos países a descolonizar Gibraltar de acuerdo con el principio de integridad territorial (Resolución 1514, (XV)). Londres consigue todos sus objetivos: soberanía, jurisdicción y base militar. Rule Britannia.

La izquierda española que tanto se escandaliza con lo que pasa en Bahamas, Panamá o en Jersey, acepta con agrado un paraíso fiscal en las puertas de casa"

Los llanitos también hacen un pleno: siguen formando parte de la 'familia británica' y, además, se incorporan al espacio Schengen, solo abierto a Estados soberanos. Fabián Picardo consigue su sueño de convertir  Gibraltar en un 'miniestado' como Liechtenstein, Mónaco o San Marino. ¿Quién controla las fronteras? González Laya dice que España. Pero Picardo dice lo contario: "Antes de que un agente español pueda entrar en Gibraltar será necesario una ley del parlamento, algo que no ocurrirá ni ahora ni dentro de cuatro años". Más claro, agua.

Gibraltar se reserva además el derecho de ingresar en la unión aduanera, pero para eso deberá alinear su normativa con la Unión y establecer un impuesto sobre el valor añadido, y sobre el tabaco, el alcohol y los derivados del petróleo similares a los españoles. Y eso está en veremos. Lo que sí está claro es que Gibraltar no piensa derogar su impuesto de sociedades que exonera los beneficios de actividades realizadas fuera del Peñón. La izquierda española que tanto se escandaliza con lo que pasa en Bahamas, Panamá o en Jersey, acepta con agrado un paraíso fiscal en las puertas de casa. Incoherencia se llama la figura.

¿Que gana España? Nada. No avanza una pulgada en materia de soberanía, no acaba con un paraíso fiscal que lesiona nuestros intereses financieros, ni hace nada para terminar con la dependencia del Peñón que hoy sufre el Campo de Gibraltar. Las cifras son espectaculares: la renta per cápita de los gibraltareños es de 92.843 dólares, y la de los campogibraltareños poco más de 20.000; la mayor diferencia entre territorios fronterizos que existe en el mundo, incluida la diferencia entre EEUU y México.

¿Cómo se explica esta segunda rendición de Gibraltar? No es sencillo, porque España tenía una oportunidad de oro. Me explico. Los Tratados se aplicaban a Gibraltar porque el Reino Unido era responsable de sus relaciones exteriores (Artículo 355 TFUE). Sale el Reino Unido de la Unión Europea y sale Gibraltar… salvo que otro estado miembro, España, se haga cargo de su política exterior.

Por eso en su día propusimos una solución temporal apta para todos: cosoberanía en materia de relaciones exteriores, defensa y control de fronteras; doble nacionalidad, respeto a las instituciones de autogobierno y creación de una zona económica especial (Peñón, Campo de Gibraltar y Ceuta) para atraer empresas interesadas en procesar y exportar buena parte de los bienes con origen en Asia y Pacífico que hoy se van a otros puertos europeos para atraer a las que quieran canalizar las inversiones que la Unión tendrá que hacer en África, para frenar una inmigración irregular que no dejará de crecer en los próximos años. Esta solución naufragó, cuando hace cuatro años España renunció a plantear las cuestiones de soberanía con el peregrino argumento de que los británicos no querían hablar de eso.

Lo inaudito e intolerable es que no se encuentre una mejor alternativa que permitir que el Reino Unido tenga una colonia en Gibraltar y que ésta tenga, a su vez, otra colonia en el Campo de Gibraltar"

Como explico en el libro que Fernando Eguidazu y yo acabamos de dar a la imprenta, Gibraltar. La segunda rendición (Editorial Almuzara), trasladamos este plan a la Comisión, al Consejo, al Parlamento Europeo, a las Cancillerías de todos los países miembros y a la Cumbre Iberoamericana que se celebró en Cartagena de Indias en 2016. El plan fue muy bien recibido, pero para mi gran disgusto fue retirado por los que nos sucedieron en Santa Cruz con el argumento de que los británicos no querían oír hablar de soberanía. Lo ha vuelto a dejar muy claro Boris Johnson: "El Reino Unido no abandonará ni una pulgada de Roca, ni una rebanada de 'calentita' [plato local gibraltareño], ni un pelo de la cabeza de un macaco de Berbería […] [sin el] consentimiento expreso de este pueblo que llama a Gibraltar su hogar" (discurso con motivo del National Day de Gibraltar, 10 de septiembre  de 2019). Ante esto pregunto, ¿y España de qué quiere hablar?

Concluyo con dos reflexiones, la primera es que el acuerdo que se firme entre la UE y Reino Unido solo puede ser temporal para no atar las manos de un gobierno que esté dispuesto a recuperar la soberanía de Gibraltar. La segunda, es que debemos garantizar a los campogibraltareños, desde ahora mismo, su bienestar económico mediante la construcción de un aeropuerto, la conexión del Puerto de Algeciras con el corredor mediterráneo y la rehabilitación integral de una zona hoy degradada para asegurar que habrá trabajo para todos. A medio plazo, la 'honkonización' les será mucho más beneficiosa que la permanente dependencia de la Roca.

Lo inaudito además de intolerable es que no se encuentre una mejor alternativa que permitir que el Reino Unido tenga una colonia en Gibraltar y que ésta tenga, a su vez, otra colonia en el Campo de Gibraltar. La solución pasa, reitero, por reclamar los derechos de España con todo el vigor que da la convicción de que la razón está de nuestra parte y asegurar la prosperidad de un área abandonada durante siglos.


José Manuel García-Margallo fue ministro de Asuntos Exteriores de España.

El 31 de diciembre, los gobiernos de España y Reino Unido llegaron a un preacuerdo que sienta las líneas básicas del acuerdo formal entre el Reino Unido y la Unión Europea sobre Gibraltar. Según el diario El País, cuya relación con nuestro gobierno es excelente, se trata del "mayor acontecimiento registrado en los últimos 300 años". Sorprende que un preacuerdo de tantísima significación haya sido remitido a Bruselas sin que las Cortes lo haya discutido previamente. Los diputados y senadores, los representantes de la soberanía nacional, se enteraron de su existencia por la prensa.

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