Sánchez se ha convertido en espejo de tanto mirarse en los espejos y se ha convertido en botones de tanto salir de sus cochazos. No es ya que se esconda o que no le veamos, sino que, aun en la familiaridad, no le prestamos atención, como a un actor español. De tanto sacudirse el bicho como arena de su cuerpo bronceado, Sánchez ha conseguido ser irrelevante para lo que importa, para lo que nos preocupa, sea este nevadón en el que nevaron estatuas enteras o sea el virus que se vuelve a cachondear de los allegados del Gobierno. Quiero decir que cuando pasa algo ya sólo esperamos a ver qué dicen Illa, Simón, Ábalos, Marlaska, Margarita Robles, Ayuso, e incluso María Jesús Montero, que es como esperar a ver qué dice María Jiménez. Sánchez no ha delegado en las autonomías, sino en un montón de secundarios como de Aída.
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