Frescos consejeros de consejería ventera, frescos alcaldes de alcaldía feriante, frescos concejales de concejalía procesional se están poniendo antes que nadie las vacunas porque ellos se piensan que el orden de la fila del Corpus se mantiene igual para los banquetes que para las emergencias sanitarias. El ya exconsejero de Salud de Murcia, Manuel Villegas, del PP, un fresco cardiólogo de corazón de soplillo, engurrumido e hipado de susto, se hizo vacunar junto con su mujer y 400 altos cargos y funcionarios de su consejería como si tal cosa. Aun siendo un médico chupatintas e inaugurador de extintores, él argumentaba que le correspondía, no se diera el caso de que se le atragantara un secretario infectado y él tuviera que trocar de político en protagonista de MASH. Lo de los colegas y la señora, enchufada en la consejería, debía de ser ya por mantener la burbuja. Él insistía en que todo entraba en el protocolo, pero la duda que nos queda es si se trataba de un protocolo de feria de la tapa adaptado a la vacunación o al revés.
Este señor de Murcia no ha sido el primer fresco, ha habido alcaldes del PSOE y ediles indepes con esa misma cagalera de ponerse la vacuna, que quizá eso entra también en los protocolos de la urgencia médica. Yo creo que lo que pasa es que este tipo de político fresco se acostumbra pronto a no esperar, a que su coche oficial con fresco aire acondicionado aparque encima de las frescas aceras o dentro de las frescas iglesias o los frescos paradores para mantenerlo fresco como un bebé fresco. Este tipo de político, además, se vuelve más fresco cuanto menor es su ámbito, y así el más fresco es el político de portal, con vuelta triunfal al barrio como un San Antonio del ayuntamiento que va a tomar el fresco entre petitorias y solteronas un poco frescas. Estos políticos de gamba fresca, de ramo fresco, de terciopelo fresco de tarde fresca con fría corneta de banda, estos políticos mindundis y abusones que ejercen su poder sobre los camareros como Habsburgos con imperio de barrenderos al fresco relente, estos políticos de fresco rostro de fresco balcón, también ven evidente la vacuna fresca y no hay más protocolo que valga.
Aunque faltaran por vacunar médicos y sanitarios de la primera línea, el consejero de generoso y fresco corazón no pensaba que esto le quitara la razón
Manuel Villegas aún se mantuvo mucho tiempo en su necesidad y en su fresco heroísmo, porque él no estaba en la primera línea, pero sí en la segunda. Una segunda línea a la que se llegaba después de frescos pasillos, frescos ficus, frescas alfombras con frescas ensaladas de flores y frescas secretarias sacándole punta al lápiz con el rizo. Aunque faltaran por vacunar médicos y sanitarios de la primera línea, ésos que no van envueltos en traje de padrino sino en frío plástico y grifería de hombre rana, el consejero de generoso y fresco corazón no pensaba que esto le quitara la razón. Pensaría que si los médicos de primera línea podían caer, precisamente por eso tenía que estar él preparado, vacunado y fresco. Incluso lo imagino entrenando en un frío de quirófano, con frías camillas y carritos, como un barman entrena con frías botellas.
El tal Villegas, en fin, todavía se sorprendía y se defendía frescamente antes de dimitir o ser dimitido. Y esa es la prueba de que siempre fue más político que médico. O sea, que como político ha hecho lo que se espera de un político, negarlo todo, mientras que como médico ha sido capaz de sacar su orla, su báculo de Esculapio y su juramento hipocrático, reducido a mero y frío azulejo de mesón, no para ponerse él a pinchar como en una misión africana, sino para que lo pincharan a él y a la familia antes que a los demás. A tal heroísmo está acostumbrada la política, pero no la medicina.
No podíamos confiar en que desaparecieran los frescos de la política simplemente porque estemos en pleno apocalipsis. El fresco dimitido aún tuvo tiempo de pasearse por las televisiones, muy digno, como si fuera un templario de la vacunación, ante el silencio del presidente murciano, López Miras, que quizá sopesaba, con su pinta de carnicero, la frescura de este descaro como si fuera un costillar, y también ante el silencio del partido, con los increíbles y torpes retruécanos de la normalmente sensata Ana Pastor. Villegas incluso pudo despedirse con lágrimas frescas como de un fresco besugo para la feria de la tapa. El presidente murciano también derrochó frescura llamando “intachable” y “ejemplar” al fresco consejero que aún veía fríos protocolos en colarse para la vacuna por delante de viejitos y personal de zafarrancho contra el bicho.
No podíamos confiar en que desaparecieran los frescos de la política simplemente porque estemos en pleno apocalipsis
No son buenos protocolos políticos éstos que no distinguen al gobernante ejemplar del fresco aprovechado, y no son buenos protocolos de vacunación éstos que no se distinguen de los de una feria de la tapa o de una inauguración de falla. Las vacunas y las prioridades se quedan ahí en un limbo o fresquera y, claro, enseguida se aprovechan los frescos profesionales, los frescos de siempre. Frescos consejeros de consejerías hidrográficas, frescos alcaldes de alcaldías ojivales, frescos concejales de concejalías de la sombrita, frescos de la política que conciben lo público como el privilegio de una fresca parra o una fresca higuera... Una fresca vacuna como un fresco mantel, como un fresco gin-tonic, como un fresco palco, como una fresca cacha. Anda que no conocemos frescos de estos. Lo peor es que no van a acabar con ellos ni el bicho ni los partidos. Aún no hay vacuna conocida contra los frescos, salvo ponerles la cara colorada cuando se les pilla con el fresco culo al aire.
Frescos consejeros de consejería ventera, frescos alcaldes de alcaldía feriante, frescos concejales de concejalía procesional se están poniendo antes que nadie las vacunas porque ellos se piensan que el orden de la fila del Corpus se mantiene igual para los banquetes que para las emergencias sanitarias. El ya exconsejero de Salud de Murcia, Manuel Villegas, del PP, un fresco cardiólogo de corazón de soplillo, engurrumido e hipado de susto, se hizo vacunar junto con su mujer y 400 altos cargos y funcionarios de su consejería como si tal cosa. Aun siendo un médico chupatintas e inaugurador de extintores, él argumentaba que le correspondía, no se diera el caso de que se le atragantara un secretario infectado y él tuviera que trocar de político en protagonista de MASH. Lo de los colegas y la señora, enchufada en la consejería, debía de ser ya por mantener la burbuja. Él insistía en que todo entraba en el protocolo, pero la duda que nos queda es si se trataba de un protocolo de feria de la tapa adaptado a la vacunación o al revés.
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