¡Por fin se ha hecho realidad! El sueño anhelado por todos los demócratas del mundo y que en los momentos más duros y desesperados de esta brutal pandemia mundial llegamos a pensar que nunca llegaría a hacerse realidad, se ha cumplido. Trump ya es historia y según muchos expertos, su pésima gestión del Covid 19 ha sido la clave de su final. El narcisista, sexista y brutal multimillonario que pasará a los libros de historia como uno de los personajes más abyectos y que más daño ha infligido a la democracia en los últimos años ha desaparecido ya de la escena pública… Esperemos que para siempre. Desde el pasado 20 de enero, Joseph Biden Jr. es, a todos los efectos, el 46 presidente en la historia de los Estados Unidos de América.

El sueño de un hombre corriente, de una “medianía” por quien nadie hubiera apostado ni un dólar durante décadas, se ha cumplido. Para culminarlo, Biden ha tenido, eso sí, que recorrer un largo y durísimo camino en el que la vida, por anticipado, le ha pasado una costosísima factura. El precio ha sido la vida de algunos de sus seres más queridos y dolorosos jirones de su salud y de su propio equilibrio personal. A todo ello ha sabido sobreponerse gracias a la virtud que yo más admiro y ensalzo en los líderes, por ser una característica reservada solo a los más fuertes: la RESILIENCIA. Hoy, con casi ocho décadas a sus espaldas, Biden ejemplifica mejor que nadie el sueño americano según el cual cualquiera puede llegar allá donde se proponga, si se emplea a fondo en lograrlo. La culminación de este sueño de Joe Biden es mucho más que una ambición personal porque gracias a ella podrá materializar también los sueños de millones de personas en todo el mundo: ser la cara visible de una nueva era en la que la luz resplandezca sobre las tinieblas en las que nos han sumido durante demasiado tiempo Donald Trump y su populismo de extrema derecha. Muchos se preguntan si con Trump se acaba también el trumpismo. Demasiado pronto para poder decirlo, sin embargo su nefasto último legado, motivar la insurrección de los asaltantes al Capitolio, probablemente acelerará la disolución de un fenómeno que ha dividido la sociedad americana más que nunca.

La historia de Joe Biden es la palpable demostración de que todo lo que enseño y explico desde hace décadas en mis sesiones de entrenamiento a grandes líderes y directivos de éxito funciona y se convierte en realidad… si se aplica de manera correcta y constante. El ya cuadragésimo sexto presidente de los Estados Unidos de América no ha tenido una vida fácil. No se preocupen… evitaré incurrir en más tópicos en el resto de esta pieza. El joven Joseph no era más que un chico provinciano que pertenecía a una familia no especialmente acomodada y que acumulaba notables taras. Unas circunstancias que hubieran movido a la carcajada a cualquiera que le hubiera conocido en aquella época y al que una revelación celestial le hubiera sugerido que Biden llegaría a ser, algún día, presidente de los Estados Unidos.

¿Un loser? Ese parecía su destino

Desde muy niño, el joven Joe era tartamudo, lo que le hacía víctima de las mayores chanzas y humillaciones de los chicos de su clase. Dicho en otras palabras, Biden sufrió todo el bullying que pueda imaginarse. Pero lejos de amilanarse luchó contra ese defecto y ante la perplejidad de los que le rodeaban consumió durante años largas horas frente al espejo recitando poesía: "La tartamudez no puede definirte ni condicionar quién eres", repetía a menudo el líder demócrata cada vez que algún periodista impertinente le preguntaba sobre el particular. Acostumbrado a no pocas estrecheces económicas desde pequeño, vio cómo su padre perdía su empleo a los diez años y desde esa edad tuvo que desempeñar los oficios más diversos para llevar algo de dinero a casa, desde limpiar calderas hasta vender coches. Desde este punto de vista puede decirse que Biden es todo un self-made-man que ha partido desde la nada más absoluta. En el fondo es una encarnación -una más- del llamado "sueño americano", aunque esta expresión se encuentre ya algo pasada de moda. 

Su madre -siempre las madres- fue absolutamente determinante en la forja de su carácter; desde muy niño le inculcó una máxima que no ha olvidado ni un solo día del resto de su vida: "No eres mejor que nadie, pero tampoco nadie es mejor que tú". Esta idea y su concepto de lealtad han sido, sin duda, dos de las principales claves que le han conducido hasta el lugar que hoy ocupa. "Si no eres leal, no eres una persona digna", respondió en cierta ocasión a un periodista en una entrevista televisiva cuando Biden era aún un político provinciano. Uno de los aspectos que más ha cuidado siempre nuestro protagonista, en su larga forja hacia el liderazgo, es precisamente este: dar siempre la sensación de que es “un tipo fiable”.

El hoy presidente se licenció en Derecho en la Universidad de Siracusa. Seguía sin ser precisamente un lumbreras. Su puesto final fue un discreto número 76 de entre 86 graduados. Incluso tuvo que repetir alguna asignatura. Toda una medianía, pero como suelo repetir a menudo... ¡cuidado con las medianías! Con tesón, trabajo y mucha fuerza de voluntad pueden llegar a convertirse en líderes. A pesar de frisar casi los ochenta años.

Un lento y doloroso despegue. La vida siempre cobra sus facturas 

Dicen que desde pequeño soñaba con ser presidente. Conozco otros casos similares. Salvando las distancias, en España, un crío de un pueblo perdido de Ávila llamado Adolfo Suárez González, "el hijo de Herminia", contestaba aún en pantalón corto a todo aquel que le preguntaba qué quería ser de mayor que él sería presidente del Gobierno. Todos se reían de él, claro... hasta que dejaron de hacerlo.

Lo cierto es que Biden también llegó tarde a la política. A punto de cumplir los treinta años, en 1972, obtuvo su primer escaño. Una humilde acta de senador que le costó muy cara. Durante la campaña previa, en la que Joseph se dejó la piel, la tragedia le golpeó con una inusitada saña. Un camión golpeó la camioneta que conducía su esposa Neilia y en la que viajaban sus tres hijos... iba repleta de panfletos electorales con el rostro de Biden y que repartían de pueblo en pueblo. El brutal impacto los dejó esparcidos por el asfalto... su esposa y su hija murieron en el acto. Sus otros dos hijos resultaron heridos de gravedad. A fe que nuestro hombre no debía ser muy supersticioso porque el augurio sobre su hipotético futuro político, o el mensaje del destino, o lo que demonios pudiera ser aquello, no pudo ser más terrible.

El hoy presidente quedó tan conmocionado que pensó seriamente en el suicidio. Pero se recuperó. A ello contribuyó el amor y las ganas de seguir viviendo por los dos hijos que aún le quedaban. Cuentan que al final de cada jornada consumía más de una hora de ferrocarril para regresar a dormir a su domicilio y cenar con ellos. Al día siguiente, vuelta a empezar. Pocos años después pudo rehacer su vida y se casó con una maestra de Literatura de Filadelfia, Jill Jacobs. Parece que sus más allegados “le engañaron” con una suerte de cita a ciegas con quien era su colaboradora desde hacía ya algunos años. Desde el pasado día 20 de enero, Jill se ha convertido en la primera Dama. 

1987 supuso otro hito muy importante en la vida de un ya maduro Joe Biden. A sus 45 años se planteó, por primera vez, entrar en la carrera electoral para ser presidente. Aquel sueño duró poco más de tres meses. Un aneurisma cerebral del que tardaría meses en recuperarse le apartó, una vez más, del camino anhelado. Fue encontrado, prácticamente sin vida, en la soledad de la habitación de un hotel tras una agotadora jornada de mítines y actos públicos. Pocos minutos más y hubiera muerto. Se dice que desde entonces, y lo creo firmemente, Joe Biden celebra siempre dos cumpleaños. 

De “derrota en derrota” hasta la victoria final

La tragedia volvió a golpearle en 2015. Otro de sus hijos falleció a causa de un cáncer, lo que le llevó a volcarse desde entonces en proyectos sociales para combatir esta enfermedad. En 2007 volvió a plantearse por segunda vez la carrera presidencial, pero como todo el mundo sabe, aspirar a la presidencia de la primera democracia del mundo es un empeño muy caro... tanto, que solo está reservado a millonarios o personalidades que cuenten con el respaldo económico de grandes y poderosos lobbies. Renunció en esta ocasión por falta de recursos, aunque al final acabó siendo vicepresidente con Barack Obama.

Hoy, el sueño de este hombre de provincias, curtido por la vida y con las sienes plateadas desde hace décadas, se ha hecho realidad. Un tipo al que todos -incluida la que hoy es su vicepresidenta, Kamala Harris- ridiculizaban de forma más o menos cruel, ha llegado a lo más alto, desplazando a un sujeto llegó a creerse intocable e inmortal. Sin duda, Donal Trump desconocía la historia de Roma, y tampoco tuvo jamás nadie a su lado que le dijera lo que en cierta ocasión un esclavo le susurró a Iulius Caesar: “Memento Mori”, que traducido al castellano significa “Recuerda que eres hombre”. A buen seguro que a Joseph Biden nadie tendrá que recordárselo… Ha pagado un elevadísimo precio hasta llegar a lo más alto y me atrevo a pronosticar que será un gran presidente.

¡Por fin se ha hecho realidad! El sueño anhelado por todos los demócratas del mundo y que en los momentos más duros y desesperados de esta brutal pandemia mundial llegamos a pensar que nunca llegaría a hacerse realidad, se ha cumplido. Trump ya es historia y según muchos expertos, su pésima gestión del Covid 19 ha sido la clave de su final. El narcisista, sexista y brutal multimillonario que pasará a los libros de historia como uno de los personajes más abyectos y que más daño ha infligido a la democracia en los últimos años ha desaparecido ya de la escena pública… Esperemos que para siempre. Desde el pasado 20 de enero, Joseph Biden Jr. es, a todos los efectos, el 46 presidente en la historia de los Estados Unidos de América.

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