Vox salía poco últimamente, estaba todavía de luto por Trump, un luto fervoroso y lorquiano de palanganas, pilones, cierros y ajo. No es para menos porque han perdido su referente, su mesías, el venerado inventor de la franquicia de pollo frito que ellos llevan aquí. Abascal siempre se ha movido como un Popeye español, pero con Trump se sentía un Popeye revitalizado, geopolítico y que volvía a estar de moda, como si volvieran a estar de moda los tatuajes de ancla. A Vox no sólo le han quitado un ídolo, esa mezcla de Nixon, McCarthy, David Hasselhoff y Tiger King, sino toda la lógica que él personalizaba. Es como si hubiera desaparecido su Aristóteles salchichero y ya sólo les queda Podemos, a la vez némesis y modelo, para copiarles su discurso contra los medios o su multicopista del fake. Entre el duelo y la furia y la ausencia de padre, sin olvidar la traición de Casado; con todo este batiburrillo, en fin, Vox ha acabado apoyando a Sánchez. Piensa uno que igual podrían haberse metido a monja o a artista o a terapia alfarera. Cada uno afronta estos básicos reveses freudianos como puede.
Vox rescata a Sánchez, le ofrece su mano de guantelete y su manta de Curro Jiménez cuando más crudo lo tenía. Según Vox, ellos sólo han hecho un servicio al país, algo necesario para que lleguen pronto esos fondos europeos a los autónomos, a las empresas, a todos los del carajillo sacramental que levantan España como un Cristo de legionario. Es justo lo que les agradece Carmen Calvo, y es justo lo que viene diciendo Sánchez todo el tiempo, que hay que hacerle caso y aplaudirle los decretos vaticanos y hasta los modelitos entallados porque es lo mejor para España. Todo eso, en fin, de arrimar el hombro y dejar atrás intereses partidistas (parece que el único que no tiene interés partidista, ni cuando manda de adelantado a Cataluña al ministro pandémico, es Sánchez). Lo que quiero decir es que este apoyo de Vox se convierte en aceptación del dogma central del sanchismo.
No se trata tanto de que lleguen los fondos europeos como de que Sánchez los va a manejar como billetes de rapero, como dólares de tanga y como relleno de colchón. O sea, que los va a repartir según su gracia e interés, sin reglas claras, sin baremos transparentes, sólo él y su sanedrín con jofainas, pelotas, propagandistas y babilonios figurantes con flabelo. Afirma Vox que PP, Cs y ERC rechazan el decreto porque sus entramados clientelistas autonómicos quieren meter la mano en el reparto. Sin embargo, eso es casi como decir que a Vox le parece bien sólo el clientelismo sanchista. Vox asegura que la intención es tramitarlo por el procedimiento de urgencia y meter enmiendas luego, pero aquí supone Vox, y es mucho suponer, que van a poder colar las enmiendas, cuando lo que pasará es que el decreto sanchista, con todo su aceitillo sanchista, se les resbalará entre sus manos callosas de trabuco y se les colará intacto.
Ahí está otra vez Vox y, para no variar, le salva la vida a Sánchez. Sánchez, una vez más, como desde el principio, se lo agradece
Yo creo que Vox no ha apoyado a Sánchez por nuestro bien ni por prepararle luego una celada mejor, sino porque está entre el padre muerto (Trump) y el hermano traidor (PP) y tiene que hacer algo con el dolor, con el complejo, con la autoestima, con la parcelita, con todo el pollo frito ya comprado y con el astillero de pipas de Popeye que tiene Abascal, como de lanzas de hidalgo. Están buscando otra vez sitio, titulares, tertulia, ambigüedad. Están buscando vender este apoyo como servicio a la Patria, su versión del pico y pala, y como retorcida venganza, la de ver a Sánchez teniendo que depender de su abstención y hasta agradecerla. Pero Sánchez sólo mira que tiene un regalito y tampoco le importa de quién, como nunca le importó antes, igual si venía de Bildu o de un señor farero en Teruel, donde no hay faros.
Mientras Espinosa de los Monteros vende que le ha dado a Sánchez un guantazo sin manos, con guante de duelo o de baile o de montar, Sánchez sólo sigue adelante, sin más. Mientras Vox vende su servicio a España besando crucetas de espada de panoplia, Sánchez sólo está más cerca del control total del dinero y del relato. Mientras Vox vende que podrá parar a Sánchez con enmiendas o pejigueras parlamentarias de segundo orden, el presidente asienta la teología de su mandato: su interés coincide con nuestro bien y la crítica y la oposición son traición o partidismo. Pero este apoyo de Vox es sobre todo un alivio de luto, un hipido y un encaje desgarrados sobre la lumbre lorquiana.
Vox, que ya no salía, que después de Trump sólo parecía un club de fans de Juan Pardo, oculto o atrapado entre Teleprogramas viejos, vuelve a estar ahí. Supongo que se trataba de eso, de volver a respirar, de tomar una bocanada tras el velo de viudita, de volver a figurar entre el troleo, el cojoncianismo, la caballerosidad y el ridículo. Apoyan a Sánchez, ya no les importa tanto la visibilidad de la alternativa, todo lo que les llevó a aquella moción de censura que era teológica y que casi tenía más sentido que esto porque Sánchez es una teología. Pero algo tenían que hacer, después de sus patios sombríos y sus lágrimas de pozo y sus fantasías tras las cancelas. Ahí está otra vez Vox y, para no variar, le salva la vida a Sánchez. Sánchez, una vez más, como desde el principio, se lo agradece.
Vox salía poco últimamente, estaba todavía de luto por Trump, un luto fervoroso y lorquiano de palanganas, pilones, cierros y ajo. No es para menos porque han perdido su referente, su mesías, el venerado inventor de la franquicia de pollo frito que ellos llevan aquí. Abascal siempre se ha movido como un Popeye español, pero con Trump se sentía un Popeye revitalizado, geopolítico y que volvía a estar de moda, como si volvieran a estar de moda los tatuajes de ancla. A Vox no sólo le han quitado un ídolo, esa mezcla de Nixon, McCarthy, David Hasselhoff y Tiger King, sino toda la lógica que él personalizaba. Es como si hubiera desaparecido su Aristóteles salchichero y ya sólo les queda Podemos, a la vez némesis y modelo, para copiarles su discurso contra los medios o su multicopista del fake. Entre el duelo y la furia y la ausencia de padre, sin olvidar la traición de Casado; con todo este batiburrillo, en fin, Vox ha acabado apoyando a Sánchez. Piensa uno que igual podrían haberse metido a monja o a artista o a terapia alfarera. Cada uno afronta estos básicos reveses freudianos como puede.
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