Es verdad: lo primero y más relevante que hemos perdido es la confianza ciega, casi infantil, en que vivíamos en un marco de seguridad indestructible. Las sociedades occidentales, orgullosas de los formidables avances que habían desembocado en los últimos siglos en un llamado significativamente Estado de Bienestar, no podían sospechar ni por lo más remoto que volveríamos a vivir como se vivieron en la Edad Media las diferentes plagas que, entonces sí, los humanos tenían muy presentes como amenazas posibles y, sobre todo, próximas.
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