La princesa Leonor se va al extranjero como sobre caballitos de mar con corona, en ese colmo del lujo que ya es fantasía, y eso a lo mejor no es normalidad democrática. En eso piensan algunos, en princesas que hacen cosas de princesas, o sea hilar sus rizos en oro de broche, vivir dentro de un minué como dentro del miriñaque, o ir a colegios de chocolate suizo. La verdad es que dos años de educación de élite para la futura reina nos van a costar más baratos que dos años de niñera de Iglesias, y eso a lo mejor sí que no es normalidad democrática. En realidad, los reyes no cuestan tanto para todo lo que llenan. Sus discursos tienen que llenar lo que no llenan la sopa de adorno que sirven y el escritor remendón al que premian, su presencia tiene que llenar la ópera a la que nadie va y su pedagogía elemental y hasta simplona de la democracia tiene que llenar la ignorancia y el sectarismo de estos políticos que se han olvidado de la democracia y hasta de los botones.
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