Mientras veía a Illa con su chaqueta grande, con su traje de hombre con goteras por dentro, me acordé de aquella frase que hizo famosa Theodore Roosevelt pero que suena a refrán de la sabana: “Habla suave y lleva un gran garrote”. Eso, hablar suave mientras da garrote a partidos, candidatos, proyecciones e incluso instituciones del Estado, le sirve a Sánchez y le ha servido a Illa, aun con su pinta de carretillero de la peste. Pero al PP no le ha servido hablar suave, ni ir de moderado, ni tirar hacia el regionalismo vergonzante, como un vendedor de ceniceros de recuerdo. Casado, casi feijóoista, ha hecho otra campaña traslúcida o borrosa, porque ya digo que últimamente el PP siempre se está moviendo hacia el centro o hacia los abismos, derrapando como una diligencia. Menos aún le ha servido a Casado arrepentirse de los palos del 1-O, buscando el voto y el perdón de los tibios, sobre todo cuando a los de Vox les tiraban piedras con versículo, piedras bíblicas de guerras filisteas para ese Abascal también de barba filistea.
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