Otros antes que él lo hicieron, y Pablo Iglesias también podría llegar a la revolución con votos, pero no los tiene. Iglesias tiene otra cosa. Iglesias tiene un pueblo mitológico y petrarquista, de serranillas y sabañones, como el de María Ostiz, que le llena los bolsillos de democracia como de alpiste. Iglesias tiene una clase obrera a la que va de visita, como a un museo del vestido, y que le otorga fuerza fabril a su flojera dialéctica. Iglesias tiene unos enemigos, el antipueblo, formado por señores del Monopoly y cerditos con monóculo. Iglesias tiene a gente que se cree todo esto incluso aunque no se lo crea a él, como el propio Hasél, que considera a Podemos una panda de burgueses, trotskistas y cagados. A pesar de todo, esta gente trabaja para el Príncipe del Pueblo: Hasél canta sobre clavarle un piolet en la cabeza a Bono y consigue una condena, pero Podemos consigue publicidad y unas llamas que su revolución no alcanza. Esto es todo lo que tiene Iglesias, que no sería mucho si no tuviera también, sobre todo, a Sánchez.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 La Abogacía calificó el registro a García Ortiz de "irregular"
- 2 La brecha entre García Ortiz y Lastra que se agranda en el Supremo
- 3 Feijóo y el complejo Intxaurrondo
- 4 Silvia acude a un desahucio un viernes por la mañana
- 5 AfD: radiografía del partido ultraderecha más peligroso de Europa
- 6 La desconfianza de García Ortiz en el juez del Supremo marca la estrategia a su subordinada imputada
- 7 EEUU confirma que pondrá aranceles a la UE y los aprueba ya para México, Canadá y China
- 8 Acoso escolar en el elitista British Council: una menor reclama 35.000 euros y el colegio la culpa a ella
- 9 “Pedro, baby, Pedro”, la arriesgada apuesta de Sánchez de hacer de némesis de Trump