Sánchez, plateado de ausencia y suave de hilo, como las cuberterías buenas, salió por fin para decir una obviedad: que en una democracia la violencia es inadmisible. Luego volvió a su cajón o a sus entrepaños a hacer de presidente candelabro, o sea a no hacer nada salvo encabezar los salones. En una democracia la violencia es inadmisible, pero en su Gobierno, a su lado, en un sillón como de antipapa, están Iglesias y su partido, que no sólo se hacen los longuis para no condenarla, sino que alientan a los “jóvenes antifascistas” con un entusiasmo curiosamente mussoliniano. Podemos anima a la vez a la violencia y a la moderación, defiende igual la libertad de expresión que el que los medios tengan que pasar por su despacho de abad, y abandera la democracia rechazando la separación de poderes... A Sánchez ninguna de estas contradicciones le inquieta y decir obviedades como la que ha dicho ya le ha satisfecho y le ha cansado, como un viejo rey que sale al balcón.
Te puede interesar
Lo más visto
- 1 Madrid acoge más menores inmigrantes que Cataluña
- 2 Una actriz de Sueños de libertad anuncia su embarazo
- 3 240 kilómetros de litoral, en manos del Gobierno vasco
- 4 Zapatero: "No me siento nada orgulloso de nuestra especie"
- 5 Luis García Montero y las viudas vituperadas
- 6 El creador de Adolescencia, serie de Netflix, desmonta su mentira
- 7 Quién es Peter Navarro, el gurú arancelario de Trump
- 8 El director de Tragsatec afirma que Adif le garantizó que la exnovia de Ábalos sí que iba a trabajar
- 9 Las universidades privadas "malas", el ariete de Sánchez para intentar desgastar a Ayuso y Moreno