“Todo lo que quiero hacer es divertirme” es un título que puede que no sea el más poético o creativo del mundo, pero desde luego, rebosa sinceridad.
Sheryl Suzanne Crow es una de esas mujeres que no necesitan llamar la atención para encantar. Quizá su encanto se apoye justo en esa media sonrisa constante, ese hacer las cosas a su ritmo, murmurando alguna de esas frases tan de película sobre el country que hace reír a quienes las entienden. Ingenio no le falta. Preguntarle sobre un disco como el álbum Tuesday Night Music Club es viajar a la California de artistas. Viajemos, que la pandemia no nos frene.
Conquistada la villa, el yanqui convirtió su centro en el punto de referencia comercial de centenares de barcos que llegaban desde Asia
Contó la actriz y cantante que uno de sus lugares favoritos es la Third Street Promenade. Ahí coincidimos. Imaginemos ese “far west” (más al oeste y caes al Pacífico) de finales del siglo XIX en una ciudad con nombre hispano como Santa Mónica. Conquistada la villa, el yanqui convirtió su centro en el punto de referencia comercial de centenares de barcos que llegaban desde Asia, buscando llevar sus productos hasta la costa del Atlántico, donde también crecían los edificios al ritmo con el que lo hizo Nueva York. Inciso: no me puedo creer que para poner All I Wanna Do en nuestra lista recurramos a la Historia norteamericana. O sí. Apetecen garbeos así.
Llegamos al 8 de noviembre de 1965 y vemos a las autoridades locales del área de Los Ángeles inaugurando lo que ahora todas nuestras ciudades tienen: una zona peatonal llena de tiendas. Pues esta fue de las primeras. Y es que no olvidemos que el espíritu californiano es cálido, y casi siempre amable. Ir de “shopping” era ya en los sesenta un tema cultural y recreativo. Así comenzó y sigue, con tan solo tres manzanas, uno de los lugares del mundo con más creatividad comercial del planeta. En ese lugar también hay cálidas tabernas en las que actuar para todos esos presuntos artistas que se estrellan normalmente contra centenares de “castings” que rompen los sueños de cualquiera.
Cayó en la más profunda de las depresiones acompañando a Michael Jackson en su Bad World Tour
Precisamente en una de esas pruebas de selección nuestra chica acabó siendo elegida para ponerle los coros al número uno de los 80: Michael Jackson. Ella, que había sido “majorette” y no dejó el tambor mientras estudiaba solfeo, que había sido tutora de niños con autismo y que sentía la llamada de la música, cayó en la más profunda de las depresiones acompañando a MJ en su Bad World Tour. No preguntes. Yo no lo hice.
¿Ahora se entiende su media sonrisa y esa gran capacidad para la sorna vacilona del lejano oeste? Probablemente fue lo que la salvó. Eso, y un club. El de los martes por la noche. Una noche a la semana en la que ella y los músicos que soñaban con ser estrellas se juntaban para hacer lo que realmente querían: tocar. Divertirse.
Relación de hechos: 9 Grammys, una relación fugaz pero reiterada con Eric Clapton, tumores, recuperaciones, y un sinfín de reconocimientos configuran una biografía que, disculpe el lector si sintetizo mucho, al final empieza y acaba en algo que no sería bueno que olvidemos: lo importante es pasarlo bien.
Añadamos pues a la lista una perfecta invitación a ello descubriendo en nuestra imaginación (y, para quien quiera, en Google Street View) un perfecto paseo por la Third Street Promenade. Buen viaje.
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