La jugada de Ciudadanos no es local ni regional, es una pinza nacional, envolvente como la caballería o como la cimitarra. Tantos estaban matando o dando por muerto al partido de la Tercera España, de los guapos, de los dignos, de los que dimitían lanzando un guante blanco, que seguramente Arrimadas ha decidido que podían morir matando o incluso sobrevivir matando. Piensa que Cs no se creó para entrar en esa derecha de cajonera de Aznar, que es la que busca Casado, que ahora todo lo piensa con muebles. Piensa que Cs no debe ser una rebotica del PP con consejeros invisibles que parecen portavelas, como Aguado o Marín. Que casi es preferible ser vasallo de Sánchez, empezar a rendirle plazas y quién sabe si acabar en un Gobierno sin Iglesias y sin Frankenstein. La guerra relámpago iba a empezar con Murcia, Castilla y León, Madrid... Pero Ayuso se les ha adelantado. Ahora habrá que matar en las elecciones, no a placer en una mesa de convite, como si fuera la Boda Roja, que ha dicho alguien.
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